Cap 42

7K 483 556
                                        

Por temas de mayor comprensión el flashback será contado por un narrador omnisciente.

[Flashback]

Lee Minho tenía solo 7 años pero eso no quiere decir que en esos años no haya experimentado lo cruel que pueden llegar a ser los seres humanos.

Lee Minho nació con el don de ver espíritus, la mayoría venían para atormentarlo y alimentarse del miedo que causaban en el pobre niño.

Su pequeña vida era lo más alejado a una feliz y perfecta.

El pequeño Lee a pesar de su don él siempre trataba de ser sonriente, amable y educado; así lo habían criado sus padres. Desde pequeño sus maestros siempre dijeron que era brillante y muy avanzado intelectualmente para su edad.

Cualquiera pensaría que sería un niño rodeado de muchos amigos y que tendría tardes llenas de diversión con sus vecinos y compañeros de escuela, pero era todo lo contrario a eso... Y el pequeño Lee ya estaba cansado.

Él tenía las mejores notas y sus padres lo felicitaban por eso, pero no era lo que Minho quería. ¿Por qué debía ser inteligente para las tareas pero no divertido para tener amigos?

Los niños de Gimpo lo trataban mal, Minho no lograba encontrar diferencias entre los espíritus que veía y los niños con los que intentaba que fueran sus amigos.

Minho siempre quería jugar a perseguir hadas, a huir de un pie grande, a ser piratas, a ser superhéroes y más cosas llenas de fantasía e imaginación, pero lo que el pequeño no sabía era que su gran imaginación lo condenaría por el resto de su vida.

Justo hoy Minho decidió hacer un último esfuerzo por conseguir amigos y que dejaran de decirle loco o que estaba enfermo. Tomó prestado dinero de la cartera de su mamá y fué a una panadería cercana a comprar muchos cupcakes, de vainilla, chocolate y fresa.

El pequeño pensaba “Nadie puede resistirse a esto”.

Muy emocionado sacó su bicicleta y en la pequeña canasta que esta tenía incluida metió los cupcakes.
La calle estaba llena de niños, todos riendo y compartiendo. Minho se armó de valor creyendo que desde hoy iba a poder ser como ellos.

El pequeño lloraba todas las noches porque no entendía la razón de que nadie quisiera ser su amigo. Él era amable y educado como le decían sus padres. Él siempre les ofrecía jugar con sus juguetes. Él siempre ayudaba a los demás con sus tareas... Pero nada era suficiente.

Odiaba que le dijeran cosas feas, odiaba que todos se alejaran de él, odiaba que los demás niños lo golpearan y rompieran sus cosas con el propósito de que no se acercara más a ellos.

—Hola chicos —saludó Minho con mucho nerviosismo al gran grupo de niños que se encontraban ahí jugando con pequeños autos de juguete. —Yo... Yo quería que hiciéramos las pases. Sé que soy muy molesto pero si quieren puedo quedarme callado y no hablar —dijo lo último de manera apresurada al ver las malas caras del grupo.

Con sus pequeñas manos sacó la caja llena de cupcakes y se las mostró a los niños. En su linda y tierna cara, parecida a la de un conejo bebé, se formó una hermosa sonrisa al ver la cara emocionada de los demás niños.

—Traje cupcakes para que los comamos entre todos... ¿Puedo jugar con ustedes? —y terminó por hacer la pregunta que tanto había rondado por su cabeza los últimos días.

Mirarte dos vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora