Hombres Toro y Perros Serpientes.

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Percy procuro ser rápido a la hora de empacar. Tan pronto como Quirón los había despedido él había ido a la Cabaña Tres e hizo su valija. Ordenadamente puso media docena de mudas de ropa, cepillo de dientes y varios efectos personales. Se aseguró de llevar todo su dinero, tanto mortal como divino. Una cantimplora llena de néctar y una envase con una docena de tabletas de ambrosia. Empaco, además, diversos misceláneos, como un catalejo, un botiquín de primeros auxilios, equipos quirúrgicos, una selección de mapas y mudas de ropas extra para sus compañeros, las cuales ni el mismo sabia de donde había sacado.

Junto sus armas en una seria y vasta selección, entre las cuales estaba incluida su espada, Anaklusmos. Su arco, forjado por su madre en el corazón del hogar, era un anillo en sus manos. Se aprovisiono con varios alijas de flechas, cuchillos de caza, escudos y lanzas.

Le gustaba ir de aventura totalmente preparado.

Se encontró con Annabeth de camino a la Colina Mestiza. El Árbol de Thalía, un gigantesco pino con muchas ramas que se entrelazaban con los demás ejemplares, gobernaba el valle desde su lugar privilegiado. Annabeth no parecía tener muchas ganas de conversar, más que para decir que estaba allí para despedirse de ellos, o más específicamente de Luke. Percy, a quien no le agradaba del todo la chica, no pidió ningún otro tipo de explicación. Y no era por la bofetada, no en realidad, Percy incluso había decidido dejar atrás ese episodio. Pero había algo en la chica que no le agradaba... Tenía una energía muy rara a su alrededor.

Clarisse se les unió poco después y Percy tuvo la tentación de reír. El bolso de Clarisse rebosaba de cuchillas, flechas, lanzas y mazas hasta el borde, dando la impresión de que era todo lo que llevaba. En su mano había una lanza la cual despedía zarcillos de electricidad. El matamoscas, supuso Percy soltando una risilla. La hija de Ares pareció intuir el motivo de su alegría, porque lo fulmino con la mirada.

Luke aguardaba con Argos, quien llevaba un uniforme de chofer, de manera que solo se podían ver los ojos de su cuello, cara y manos. Quirón también estaba allí, su cuerpo comprimido en la silla de ruedas mágica. El embaucador le guiño un ojo a Percy, quien rodo sus ojos como toda respuesta y se tomó un momento para examinarlo. Luke iba vestido con pantalones largos, botas de combate, una camisa oscura y una chaqueta de invierno. De su espalda de desprendía una mochila, en al cual Percy esperaba que al menos hubiesen cosas que no fuesen armas. Entre sus manos había una caja de zapatos y, a menos que Percy hubiese escuchado mal, se oía un débil aleteo.

-¿Debo preocuparme porque robases los zapatos de alguien, Luke?-pregunto Percy en cuanto llego a su lado. Clarisse resoplo con una sonrisa y Annabeth lo miro ligeramente ceñuda.

Luke se llevó una mano al pecho, fingiendo estar herido, pero su sonrisa pícara era imposible de cubrir. Cuanto más lo miraba, más similitudes Percy podía ver con un elfo de Santa Claus.

-Me has herido, niño bonito-jadeo, con falso dolor. Acto seguido entrego la caja de zapatos a Percy, quien la tomo una cautela y sospecha-. Este es un pequeño regalo para ti. Yo la verdad es que no los uso, así que tú puedes tenerlos.

La declaración de Luke pareció haber sorprendido a los presentes, sobre todo a Annabeth. Con más cautela aun, abrió la caja y adentro vio un par de zapatillas Converse negras. Percy supo inmediatamente lo que eran y debía de admitir que estaba sorprendido. Era bien sabido entre los dioses que Hermes no se desprendía de sus zapatillas aladas con facilidad, así que el que Luke tuviese un par era una demostración de cuanto significaba para el Dios de los Mensajeros.

Maia!-dijo Luke con voz enérgica. De los talones de las zapatillas brotaron un par de alas blancas y esponjadas que revolotearon suavemente. Los zapatos se elevaron unos centímetros hasta caer nuevamente cuando Luke volvió a decir-: ¡Maia!.

Percy Jackson: El Hijo del Hestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora