La ceremonia de recompensas.

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Noches buenas.

A ver, originalmente este era el ultimo capítulo, pero cuando apenas llevaba la mitad de todo lo que tenia planeado, ya había escrito 5.000 mil palabras (mis capítulos normales son de 3.000 palabras, más o menos), así que habrá otro más, aparte de este. Seguramente, mañana.

Disfrútenlo. 

-X-

Las Moiras en persona acudieron a llevarse el cuerpo de Annabeth. Una acción rara, que hizo que muchos alzasen las cejas.

Después de cubrirlo con una mortaja de seda blanca con un búho gris bordado, comenzaron a arrastrar el cuerpo fuera de la Sala de Tronos. Cuando estaban casi por irse, se detuvieron y miraron a Percy.

Este se tensó. La última vez que había visto a las damas, les había dado una paliza.

Una de ellas se rio.

-Oh, semidiós-susurro, y su voz produjo escalofríos-. Nos divertiremos mucho contigo.

Cuando Percy la miro a los ojos, vio su vida pasar ante él. Solo capto las imágenes finales: lobos, gigantes, un ejército de semidioses defendiendo una montaña y la tierra estallando.

Junto a él, Luke mascullaba del dolor. Apolo en persona había curado a todos los heridos de la batalla, pero su novio se había negado a ser asistido por el Dios del Sol. Percy hizo cuanto pudo por él, pero estaba tan cansado que sus propias habilidades curativas eran inútiles.

Cuando Hades entro al Olimpo, flaqueado por Deméter y Perséfone, los dioses lo recibieron entre gritos y abrazos. Parecía sorprendido. Percy pensó que era una recepción mejor de la que cualquiera de los tres merecía, pero contuvo su lengua.

El verdadero protagonista fue Poseidón. Su ejército llego primero, como guardia de honor, y él, de último, con su esposa e hijo, sobre su carro de conchas marinas tirado por hipocampos. Los ciclopes cargaban sus estandartes.

-¡Es bueno estar de vuelta!-exclamo el dios-. Y Océano ha huido, así que mi reino está a salvo.

Miro a Percy. Su rostro se suavizo.

-Bien hecho, muchacho.

-¡Tres hurras por Poseidón!-grito Percy.

Los campistas y cazadoras se volvieron locos, gritando vivas al Señor del Mar, que los había salvado en su momento de mayor necesidad.

Más allá, Silena era abrazada efusivamente por su madre, Afrodita. La chica tiritaba del frio, pero sonreía con ganas, como incrédula de que hubiesen sobrevivido. Ares palmeaba a sus hijos y los llamaba los más grandes guerreros del mundo.

La Reina Hera se acercó para felicitar a Luke y a Percy. Los abrazo y les beso las mejillas, cosa que sorprendió a todos los presentes.

-No me equivoque al confiar en ti-dijo ella.

Incluso Hefestos y Dionisio se acercaron para hablar. Dijeron poco, entre gruñidos y refunfuñones pero se entendió su mensaje.

-¡Bien!-exclamo Zeus, tratando de mantener la calma-. ¡Tomen sus asientos en el Consejo!

Los dioses ocuparon sus sitios rápidamente. Hades y Perséfone ocuparon sencillos tronos de piedra, de invitados, y Hestia, su lugar junto a la hoguera. La reina Anfitrite y Tritón permanecieron de pie, flaqueando el trono de Poseidón.

Zeus comenzó un largo discurso sobre la valentía de los dioses al enfrentar a Tifón, y francamente, tras los primeros dos minutos, la mayoría dejo de escucharlo. Los dioses ni se molestaban en ocultar su aburrimiento.

Percy Jackson: El Hijo del Hestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora