La Batalla en la Sala de Tronos.

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Hellousi, caboosi, ¿que cuentan? Buenas noches, gente.

Disfruten.

-X-

Deprimente no era una palabra que usualmente describa al Olimpo, pero así se veía en aquel momento. No había fuegos en los braseros. Las ventanas estaban oscuras. Las calles estaban desiertas y las puertas cerradas. El único movimiento era en los parques, que habían sido acondicionados como hospitales provisionales. Will Solace y los otros campistas de Apolo andaban de aquí para allá, atendiendo a los heridos. Náyades y dríadas trataban de ayudarlos, usando canciones mágicas de la naturaleza para curar quemaduras y envenenamientos.

En una camilla, siendo atendido por una ninfa, estaba Beckendorf. Tenía una daga alojada en el abdomen, y aunque soltaba quejidos, se negaba a verse débil. Cuando vio a Percy, aseguro que regresaría pronto al campo de batalla.

-Ni hablar-replico Percy-. Quédate aquí.

-¡No me quedare aquí!

Percy alzo una ceja.

-Es una orden, compañero. Si te niegas, buscare a Silena. La obligare a usar su embrujahabla, de ser necesario, pero no te permitiré regresar al campo de batalla.

Beckendorf mascullo algo, pero cedió. Sabía que Silena apoyaría a Percy en aquel caso, de manera que no perdió tiempo discutiendo.

-Puedes ayudar con los heridos, pero nada más.

Había tantos heridos... Percy vio a varios sátiros con las patas rotas. Un campista de Ares tenía el cuerpo paralizado y deformado por ácido, una chica llamaba a su padre en susurros, y otros tantos chorreaban sangre en tal cantidad, que estaban blancos como sabanas. Will en persona cubría a Drew Tanaka con una mortaja rosa pálido, con la paloma de Afrodita.

Pero no eran nada comparados con los muertos. Estaban alineados en una plaza al este, todos en fila, y eran docenas. Percy se negó a contarlos, pero los colores de las mortajas le daban una idea de quienes podían estar allí abajo: rosa, gris, plateado, dorado, rojo. Y entre todos los cuerpos...

-No-murmuro Percy.

La vasija de Pandora estaba allí. Y brillaba, como tentando a Percy.

-Imposible-dijo Luke-. Yo mismo la guarde en la bóveda del Hotel Plaza.

-Ella me seguirá-le explico Percy-. Querrá tentarme a abrirla, a rendirme...

Y con razón aparecía en aquel momento, donde al ver tantos heridos y muertos, Percy solo quería encontrar una forma de poner fin a la lucha.

Las constelaciones titilaban fríamente en el techo del gran salón cuando llegaron allí. El fuego del hogar se había reducido a un destello rojo. El Taurofidio nadaba penosamente en su estanque. Hestia, en la forma de una pequeña niña en túnicas color marrón, se inclinaba en el borde, temblando. Y junto a ella, la vasija de Pandora de nuevo.

Percy se arrodillo junto a su madre, ignorando la vasija.

-Hace más frio, Percy-susurro Hestia, tiritando-. Los titanes se acercan. Me temo que el fuego esta por apagarse.

Luke también se acercó. Hestia le sonrió débilmente al verlo.

-Te fue entregada la vasija de Pandora-dijo Hestia, mirando el objeto con inquietud-. Puedo ver a Elpis. Tan frágil y débil. Estamos a un paso de perderlo todo...

-Aún no se acaba, mamá-replico Percy.

-Lo sé, lo sé. Y el momento de tomar las grandes decisiones se acerca. ¿Estás listo?

Percy Jackson: El Hijo del Hestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora