Thalía, la hija de Zeus.

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Gloria a los dioses porque acabe el Mar de los Monstruos. Osh, lo resumi mucho, pero aja.

Disfruten aun asi.

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Llegaron a Long Island al atardecer, trece días después de haber salido del campamento.

El viaje de regreso no había sido muy memorable, más allá del ataque de una escolopendra gigante en Miami, y de un cangrejo devorador de hombres cerca de Jersey. Lo usual. Por lo demás, las aguas estuvieron en calma, con vientos placidos y mareas favorables.

Pero Percy no se sentía del todo tranquillo. Tenían el Vellocino, custodiado por las más poderosas plantas asesinas de las que Katie podía disponer, y nadie había muerto en la misión. También rescataron a Grover. Debería estar feliz, por supuesto, pero no podía del todo.

Luke llego a su lado.

-Lo logramos-murmuro el chico, divisando a lo lejos el horizonte del Campamento Mestizo-. Y solo estuvimos a punto de morir como cien veces.

-Nada mal-ironizo Percy-. Y, por supuesto, el número habría sido mucho mayor sin mí allí.

El hijo de Hermes se quedó, boquiabierto.

-La arrogancia no es muy propia de ti, príncipe.

-Pero he descubierto que puede ser encantadora. Ya sabes, algo de pasar mucho tiempo contigo.

Ahora fue Luke quien inflo el pecho, arrogante.

-Bueno, claro, ¿quién no...?

-No lo arruines-replico Percy, y ambos se echaron a reír.

Luke respiro, y parecía nostálgico. Percy lo abrazo.

-¿Algo que molesta?

-Soñé con Thalía-admitió el chico-. Fue raro. Estaba en cadenas, y se rompían, y amenazaba con golpearme (esa fue la parte más normal de todo). Entonces se ponía de pie, allí, en Colina Mestiza, y el cielo estaba lleno de truenos y relámpagos.

El hijo de Hestia hizo una mueca, pensativo. Los sueños de semidioses eran extraños. Los más estúpidos podían presagiar el fin del mundo, y los más asombrosos, absolutamente nada. Rara vez tenían sentido.

Una voz hablo a sus espaldas.

-Todo a su debido tiempo, Luke Castellan.

Al darse vuelta, Percy chillo. Su madre, Hestia, estaba allí. Como de costumbre, aparentaba unos ocho años, y tenía un lindo vestido de seda roja, y una pañoleta blanca. Un halo de luz blanca la cubría.

-Lady Hestia-Luke hinco su rodilla sobre la cubierta de madera. Grover, Clarisse, Katie y Silena lo imitaron.

Pero no Percy.

-¡Mamá!

Y se lanzó a abrazarla. Tan pronto estuvo entre sus brazos, Hestia cambio, a la forma de una mujer de treinta y tantos años, mucho más cómodo para ambos.

La Diosa del Hogar se rio entre dientes.

-Hijo mío, oh, Percy... Lo has hecho bien, hijo. Aunque, por favor, toma mi consejo: trata de no arriesgarte tanto a la próxima. No creo el corazón de tu madre pueda soportar otra misión como esta.

Percy la miro, sin parpadear.

-Eres una diosa, mamá-dijo, lentamente.

Hestia alzo una ceja, impasible.

-Dile eso a Aslepcio. Ha escrito más de cien volúmenes acerca de cómo, en efectos, los dioses podemos sufrir infartos. No es que alguna vez haya sucedido, claro...

Percy Jackson: El Hijo del Hestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora