El Olimpo.

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Tras las palabras de Hestia, el silencio impero una vez más en la Sala de Tronos, y Percy pudo tomarse un momento para examinar su entorno. Más allá del hecho de que si, el Olimpo era asombroso e increíble, eran los propios Olímpicos quienes capturaban su atención.

Los dos tronos principales estaban ocupados por el Rey y la Reina. Zeus era alto, musculoso y sombrío, con el cabello canoso y los ojos grises. Su rostro era serio y orgulloso, hermoso, pero feroz como una tempestad. Hera era extremadamente hermosa, con un rostro majestuoso e inaccesible, cabello plateado trenzado sobre un hombro y un vestido con plumas de pavo real.

A la derecha de Zeus estaban los dioses masculinos, con la notable ausencia de Lord Poseidón. El Señor de las Fraguas, Hefestos era grande y deforme, con una abrazadera de acero en la pierna, y la barba chamuscada y desordenada.

Hermes le envió una breve mirada, antes de seguir enviando mensajes a toda prisa desde su caduceo, que también debía funcionar como teléfono. Iba con un traje de cartero y zapatillas deportivas. Apolo, el Dios del Sol, se encontraba recostado sobre su trono de oro. Llevaba gafas de sol oscuras y los auriculares de su iPod puestos. Dionisio, un dios gordo y bajito, parecía solo levemente interesado, mientras jugueteaba con unas vides. Y Ares, bueno, miraba ceñudo a Percy, afilando su cuchillo.

Por el lado de las damas, a la izquierda de Hera, Lady Deméter ocupaba su trono, una silla hecha de ramas de manzano. Le seguía Atenea, quien de cerca era incluso más elegante y hermosa. Artemisa miraba a Percy ceñudo, y el chico supo que, muy a su pesar, acababa de ponerse en la mira de la Diosa de la Caza. Fijo su mirada en la última diosa y tuvo que hacer un esfuerzo por no caer de bruces. Afrodita era extraordinaria. No creía que en realidad hubiese una forma de describirla con justicia.

-Bueno-dijo Hermes, rompiendo el silencio. El dios dejo su caduceo de lado-, sin duda es tu hijo, tía.

Apolo soltó una risita.

-Oh, magnifico, tía-dijo el, que parecía que se lo estaba pasando increíble, o eso le pareció a Percy-. Una diosa virgen con un hijo. Se escribirán miles de poemas y canciones...

Se aclaró la garganta, pero Hermes se le adelanto.

-Sí, sí, Apolo. Docenas de miles, en realidad-por lo visto, Hermes no deseaba escuchar ni la música ni la poesía de Apolo.

Zeus se aclaró la garganta y ambos callaron. Percy se sorprendió al ver lo compuesto que estaba.

-Muy bien-dijo Zeus, que regresaba a su asiento. Le hizo un gesto a Hestia y a Percy-. Deseo escuchar la historia.

Aquello hizo que los Olímpicos murmurasen, con el rostro impregnado de sorpresa. Algunos miraban el trono de Poseidón, desocupado, e incluso Hermes lo señalo abiertamente.

-¿Sin Poseidón, Zeus?-pregunto Deméter, bien asombrada. Percy se preguntó cuál era la razón de la ausencia de Lord Poseidón, porque dudaba que se le dejase de lado en las sesiones del Consejo por banalidades.

El rostro de Zeus fue surcado por una sombra y un trueno sacudió el cielo.

-Sin Poseidón.

Atenea fue incapaz de ocultar su disgusto.

-Mi Señor, nunca hemos celebrados reuniones del Consejo sin la totalidad de los doce miembros-señalo ella, y Afrodita y Deméter asintieron-. Entiendo que usted y Lord Poseidón estén en este momento enfrentados, pero él sigue siendo uno de nosotros, por muy idiota que sea. Tiene el deber y el derecho a estar presente, sobre todo ante este tema, de importancia capital.

-Concuerdo-apoyo Hermes, y pronto Apolo, Hera e incluso Hefestos se pronunciaron a favor de incluir a Poseidón.

Percy intento preguntarle a su madre con la mirada que sucedía, pero ella no quitaba la vista de Zeus.

Percy Jackson: El Hijo del Hestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora