11. El llamado del alfa.

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Jungkook estaba bañandose de nuevo con agua fría.

Era la tercera vez en el día y su erección no cedía.

Se negaba a autosatisfacerse.

No cuando su aroma estaba ahora en su habitación y por toda la casa. La fresa fresca era un maldito imán para su lobo, pero a la vez era el más delicioso aroma que jamás había sentido.

Cerró los ojos y apreso su hombría entre sus manos.

- No seas idiota lobo, el es un chico no es tu pareja, ella ya no está.

Le rezaba una y otra vez pero el altivo espíritu dentro de él le mostraba que ella estaba por allí en alguna parte de la casa y que tenía que ir a buscarla.

Jungkook quería ahogar su mente y a su lobo que le mostraba imágenes de ella sonriendo amorosamente esparciendo su olor a fresa fresca por todos lados.

Jungkook apenas lo contenía.

Nunca hubiese pensado que un Omega macho lo pudiese alterar de esa manera y eso era lo peor que si al menos el fuese una hembra no dudaría en ir por él.

En sus tiempos de joven los omegas machos eran algo muy codiciado pero a él jamás le llamaron la atención y estaba por completo convencido que solo era su aroma era lo único bonito en el.

Ni siquiera era tan atractivo, se quejaba,  era demasiado joven y Jungkook ya estaba muy mayor para fijarse en él.

Podía escuchar su voz si ponía demasiada atención en los ruidos de la parte de abajo de la casa.

Salió de baño sin poder vencer su erección y fue a buscar ropa.

No sabía por qué demonios su mente debatía en una posible conquista, en verdad se estaba volviendo loco y lo peor de todo era que no había escrito más que diversos párrafos sin ningún sentido por qué no se podía concentrar.

El lobo llamaba a tomar el control y lo había echo un par de veces cuando él había estado distraído, pero la semana casi terminaba y con ella aquel infierno.

Nana viajaría ese día y el Omega desaparecería de una vez por todas de su vida.

Regresaría a la paz y esa agonía que lo fulminaba por las noches. Tampoco es que hubiese algo nuevo que obtener con su partida más que una inmensa paz.

Se detuvo a pensar una vez más sobre lo fácil que era ir a él y calmar a su lobo.

Un escalofrío recorrió su espalda y la piel de sus brazos se encrispo.

Cerró los ojos y estornudo.

¿Un maldito resfriado?

Y no era para menos, 3 baños con agua fría con el invierno tan cerca donde los días ya no eran calurosos, eran una exageración.

Igual quedarse en cama ese día era una buena manera de que su erección no fuese incómoda.

Se recostó, encendió la televisión y prendió el aire acondicionado para refrescar la habitación por qué le había empezado a dar calor, reconociendo que de nada serviría estar en el estudio escribiendo si lo único que hacía era perderse en todos los recuerdos que  ese delicioso aroma le traía de regreso, así que solo debía de esperar que ese día acabase para regresar a ser normal, si eso entonces tendría algún sentido.

El calor aumento conforme pasaron las horas, negado a tocar su propio cuerpo se vio en la necesidad de bajar la temperatura del aire acondicionado y destaparse, podía sentir las ramificación de placer con solo mover su erección, sentía que solo las pulsaciones en este lo iban a hacer que se derramase sin ninguna ayuda.

Róbame el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora