Capítulo 1

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Jueves 8 de octubre, 2020.

La vida, Dios, el destino, la naturaleza, cualquiera en lo que nadie está obligado a creer, fue quien le otorgó los mejores privilegios a las personas equivocadas, o que tal vez solo tuvieron suerte por tener la oportunidad de vivir lo que a mí me ha sido restringido durante 17 años de mi existencia.
Jamás había podido asistir a la escuela, tener un novio, amigos con los que pudiera salir de fiesta o tan solo a caminar, toda mi vida la había pasado encerrada en casa, principalmente en mi habitación, evitando cualquier actividad que pudiera dañar o romper mis frágiles huesos.
Osteogénesis imperfecta, un trastorno de origen genético que impide que el cuerpo fabrique unos huesos fuertes, mismo que me fue detectado desde que nací.
Gatear no fue opción para mí, aprender a caminar sola con el riesgo de caer y romperme un hueso tampoco, mi mamá todo el tiempo ha sido quien maneja cada uno de mis movimientos, literalmente.
Mi padre es un hombre de familia adinerada, quien afortunadamente es dueño de una de las empresas más importantes del país, con ello quiero decir que los tratamientos por los que me han sometido, sin tener éxito, han sido fácilmente accesibles para mí, son caros y definitivamente me siento afortunada por esa parte, por tener a la familia que tengo, aunque sea pequeña.
He aprendido a vivir con mi condición, miro a las personas a través de mi ventana, vivo en una zona muy concurrida, la gente pasa en sus autos, caminando, corriendo, jugando, brincando, mientras yo solo me limito a caminar unos cuantos pasos hacia el baño, y de regreso a la cama, órdenes de mi mamá, aunque sé que solo lo hace para cuidarme, ella dice que mi padre y yo somos lo más valioso que tiene, y si algo llegara a pasarme ella no podría con el dolor, por eso es que aunque desee con el alma intentar vivir, me limito a negarme internamente cualquier intento que haga sentir mal a mi madre, o que me rompa.
Mi vida es difícil, porque sí, es verdad que no hago lo que cotidianamente hace una persona terminando así agotada, pero vivir encerrada, aislada del mundo, sin al menos poder bajar las escaleras de tu propia casa por temor a que algo malo pase, sin duda te limita, y te limita de muchas cosas, especialmente la liberación de tu mente.
Siempre he llevado clases en línea, mi mamá está conmigo en todo momento, no literalmente pero si cuando sabe que la necesito.
A veces siento que ocupo un respiro, necesito estar sola para entender porque pasan las cosas, por qué a mí, pero sé que debo depender de los demás para no romperme, así que solo escribiendo en mi diario es que puedo expresar todo lo que siento y aquello que me lastima de muchas maneras, pero también lo que me hace feliz, aunque son contadas las cosas.

- Vamos Copito, ven aquí, es hora de comer - Dije mientras le hacía señales al cachorro maltés que había estado conmigo desde hace ya tiempo, era definitivamente mi pequeño gran amigo, el único.

A un lado de mi cuarto estaba el cuarto de Copito, así que ahí podía estar al menos para darle de comer y beber.

- Casi es hora de que inicien mis clases, siento dejarte solito pequeño, te espero en mi habitación - Acaricié su cabecita y sin más volví a mi habitación para encender el computador y comenzar el día.

(...)

Cuando por fin había terminado mi mamá ya estaba conmigo, traía en sus manos una bandeja de comida, no solía comer demasiado, el ejercicio físico que hacía era más que limitado, así que mi mamá se encargaba también de ayudarme a mantener una dieta que me mantuviera sana y en el peso ideal, el 90, 60, 90, al menos para mí no era una meta a alcanzar.

- ___, hablé con papá, mañana tienes cita médica, Lenin nos dijo que tomaramos muchas precauciones al momento de bajar escaleras, caminar, subir al auto - Mi mamá hizo una pequeña pausa hasta que suspiro y volvió a hablar tomándome de las manos - Pequeña, debes prometer que por ningún motivo harás algo que perjudique tu avance - Sus ojos me veían suplicantes.

¿Mi avance? ¿Hablaba en serio? Mi mamá siempre trataba de tapar el sol con un dedo, y aunque no quisiera, eso me hacia enfadar mucho, yo sabía lo que un mal acto o movimiento de mi parte podía provocar en mí, y si romperme en mil pedazos era lo que me esperaba, entonces al menos intentar una vida 'normal' era lo que deseaba, pero eso no era posible, mucho menos con las reglas de mamá, así que mi opción no era más que guardar silencio y ahorrarme los malos comentarios.

- Está bien, no haré nada que no tenga que hacer, lo prometo mamá - Aseguré para darle tranquilidad.
- Muy bien hija, ahora come, saldré un momento a comprar algunas cosas, papá me dijo que llegarán unas personas nuevas a ocupar la casa de a lado - Mencionó mientras se levantaba de mi cama.
- ¿Irás a recibirlos? - Pregunté curiosa.
- Mm, probablemente sí - Respondió.
- Bien - Sabía que esto significaba seguir mirando por la ventana, bueno, al menos de lejos conocería a esas personas.
- Si ocupas algo no dudes en llamarme, Carmen se queda abajo, toca el botón si necesitas algo - Dijo mientras caminaba hacia la puerta haciendo un ademán raro con la mano - Te amo -.
- Yo también mamá -.

Y sin más se fue.
Carmen es la señora que se encarga de la limpieza en casa, también de hacer la comida para mis padres, ella trataba de subir tan solo para platicar conmigo y darme siempre muchos ánimos para continuar en esta batalla, sin duda alguna la quiero demasiado, esa mujer había ganado un lugar especial, muy especial en mi corazón.
El botón del que hablaba mi madre era literalmente eso, un botón que hacía sonar un timbre en la planta baja para que las personas supieran que yo necesitaba algo y subieran, así yo no tenía que gritar ni intentar bajar y provocar el mayor miedo de mi mamá, una fractura grave.

|Muñeca de Cristal| Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora