Capítulo XLII

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William.

-¡Abran la maldita puerta!-respondió Mackenzie, la vampira que odiaba.
-Lo lamento, señorita Mackenzie, pero el Alfa está ocupado en estos momentos-mencionó uno de los guardias del lugar, impidiendo el pase hacia el lugar de aquel Alfa.
-Oigan, ¿nos van a dejar entrar o no? Porque de tantas estupideces que veo por aquí ya me está dando hambre-dije-. ¿Tienen algo además de sus estupideces?
-Maldito, si no cierras ese hocico que traes juro que lo obligaré a cerrarlo-mencionó el licántropo que me tenía sujeto del lado izquierdo.
Lo miré fijamente y después me reí a carcajadas.
-¿O...obligarme?, ¿a mí?-me volví a reír-. Primero mírate antes de hablar: aquí el que tiene hocico eres tú, ¿o me equivoco..., licántropo?-sonreí.
-¡Hijo de...!-antes de que pudiera golpearme y yo pudiera esquivarlo, Mackenzie lo detuvo poniendo su mano derecha en el brazo elevado de aquel hombre.
-Ten cuidado con lo que escoltas. Sabes bien que este plebeyo es importante para el Alfa, así que deja tus idioteces para otra ocasión-soltó el brazo de ese hombre, recibiendo un gruñido de su parte, y después me miró a mí-. Y tú guárdate tus comentarios para otra ocasión, no querrás quedarte sin aliento, ¿o sí?
Sonreí, pero no dije nada.
Después de unos instantes, escuchamos unos gritos de dolor provenientes del lugar de donde queríamos entrar; salió, de ahí mismo, una mujer o, mejor dicho, una Omega licántropo, con su ropa rota por unas partes y con varias marcas en rojo y morado, acción de una pelea y violación.
Ella nos miró con el ceño fruncido, estaba enojada. Y, con sus manos deteniéndose el brasier desabrochado junto con su vestido alborotado al igual que su cabello, se marchó de ahí, dejando detrás de sí un gran olor de feromonas potentes que me causaban un extraño dolor de cabeza.
¿Así de potente son las feromonas de un Alfa con una Omega o qué?, pensé.
Rachel se adelanto a detener la puerta antes de que la cerraran.
-Señorita Rachel, no puede pasar, el Alfa...
-¡Y eso a mí qué me importa! Señor Holleman, sé que está ahí, y le hemos venido a traer a la Luna de la manada Roja.
Nadie respondió.
》¡Él está justo aquí, si es que no me cree! ¿Acaso no lo quería? ¡Déjennos pasar!
Nadie respondió.
-Se lo dije, señorita. Ahora retírese, por favor.
-¡No, maldita sea!-antes de que alejaran a Mackenzie de la puerta, una voz tenebrosa y potente se hizo presente dentro de aquella habitación:
-Déjenlos pasar. Veremos qué conejito fue a caer en la boca del león.
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Alan.

-Tengo el extraño presentimiento de que está en la manada Nux-mencioné.
-¿Por?-dijo Seth, mirándome claramente con eso ojos azules.
-Es obvio, Seth. ¿Qué sería lo último que se llevaría Chris Holleman de la manada Roja después de lo que le pasó a su Mate?
-A la Luna de nuestra manada.
-Exacto.
-¿Pero por qué William? ¿No sería más obvio llevarse al Mate de su padre, Alfa?-se apoyó en mi auto, quedando de mi lado izquierdo-, porque usted no mató a la Luna de la manada Nux. Fue su padre.
-Sí, pero también estuve involucrado, Seth. Aún recuerdo aquella mirada penetrante que tenía Chris en el momento en el que vio morir a su Mate-aquella imagen me llegó a la mente-. Era como si hubiera perdido la humanidad, el sentido de lo que es vivir. Se había...convertido en un verdadero monstruo.
-Esa época fue terrible, Alfa. De solo imaginarla me da escalofríos-dijo Seth.
-Pues yo que tú la soñaría todas las noches-dejé de apoyarme en mi auto para después abrir la puerta del piloto-, porque algo peor que eso está por acercarse.
-¿Cómo?-cerré la puerta y arranqué el auto-. ¿¡A dónde va, Alfa!? ¿Qué piensa hacer?
-Recuperar lo que es mío.
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William.

-Pero Alfa...-interpuso el guardia que tenía a Mackenzie.
-¿Tienes la osadía de desobedecerme?
-No, claro que no-su voz era temblorosa, dándome cuenta de que aquel Alfa causaba pavor.
-Entonces, ¿qué esperas?
-Sí...-quitó sus manos de Mackenzie y después le dio una señal a su acompañante para que los dos abrieran las grandes puertas de abedul.
-Gracias-dijo Mackenzie, y después nos dio una señal para que avanzáramos.
Todo se tornó de negro, pues la habitación era oscura, y un olor raro que me daba un poco de dolor de cabeza se hizo presente por toda la habitación.
》Por Dios, al menos deberías de prender alguna luz-mencionó Mackenzie, y después se dirigió hacia las cortinas que estaban detrás del escritorio, en donde pude ver una figura grande de color negro.
Era él.
Mackenzie abrió las cortinas y pude darme cuenta de que era doble cortina; solo dejó la primera cortina negra abierta, dejando la segunda, de un color blanco, cerrada.
No era mucha luz la que entraba, pero al menos podía ver con claridad la figura de aquel hombre: una figura grande.
Ahí estaba, sentado encima de su escritorio fumando, empeorando aún más aquel olor.
Quería vomitar.
Pero no podía.
-¿Quién mierda es él?-dije-. ¿Acaso es aquel Alfa que tanto decían? Por Dios, es una miseria. Mírenlo, no es nada-sonreí, y el guardia licántropo me apretó fuertemente el hombro.
-¡Ten más respeto hacia nuestro Alfa! Disculpate.
Lo miré furioso.
-¿Por qué debería?
-Porque sí. Ahora, hazlo-usó su voz de Alfa.
-¿O qué?-usé mi voz de Alfa, sonriendo.
-Maldito...
Elevó su puño.
Nada llegó...
Porque él lo detuvo.
Aquel hombre.
Antes de que pudiera darme cuenta, aquel Alfa mayor tenía ya sujeto al licántropo que me iba a golpear con una navaja en su cuello.
Abrió la boca y dijo:
-Escúchame bien-su voz era tranquila, seguro de lo que estaba haciendo. También era potente y excitante-, ese conejito de ahí es mío, ¿comprendes?-la navaja que estaba en su mano derecha fue acariciando el rostro de aquel hombre, mientras que la mano izquierda sujetaba el cuello del hombre.
Llevaba unos guantes de piel color negro con los nudillos al descubierto.
Me gustan sus guantes, pensé.
-S...sí.
-¿Sí qué?
-Sí..., Alfa-su voz era temblorosa, dándonos a entender de que estaba asustado.
-Excelente-se acercó a su oído y le susurró unas palabras-: soy el único que lo puede tocar, ¿entendiste?
-Sí...
Él quitó su navaja del rostro de ese hombre, y después se puso enfrente de mí.
Me miró fijamente; era una mirada tan penetrante y asesina.
¿En qué estaba pensando?
-¿Es él?-preguntó.
-Sí-respondió Mackenzie, apoyándose en el escritorio de él.
-Pensé que sería una mujer, no una...-me miró de arriba hacia abajo-pocilga como esta.
-Lo mismo pensé.
-¿Qué dijiste, idiota?-mencioné, y después me acerqué a él, y quedamos frente a frente.
Me ganaba por pocos centímetros de altura.
》Vuélvelo a decir y te rompo lo que te hace hombre-dije.
Nos quedamos mirándonos fijamente, pero segundos después él se rió a carcajadas.
Luego se detuvo y me agarró del cuello fuertemente.
-¿Te crees el héroe o qué, imbécil?-dijo.
-Agh...
-Ahora...-agarró fuertemente mi cabeza y la jaló hacia atrás. Después, me apoyó en su escritorio y agarró su cigarrillo que estaba encima del cenicero-¿qué te parece aprender una nueva lección, eh, conejito?
-Agh..., no-mencioné. Jalaba mi cabello fuertemente hacia atrás, impidiendo que me levantara.
¿¡Acaso está loco!?, pensé.
-La primera regla es respetarme, ¿entiendes?-acercó su cigarrillo prendido hacia mi cuello, pudiendo sentir el calor.
No respondí.
》¿¡Entendido!?-repitió, jalando aun más de mi cabello.
Eempezó a quemar mi cuello con su cigarrillo.
-¡Ah! ¡Mierda, entendido!-grité, dejando que todos escucharan mi clamor.
-Bien-quitó su cigarrillo y continuó hablando-. La segunda regla es hablar de manera adecuada frente a mí, ¿sí?
Lo miré fijamente, y pude darme cuenta de que su mirada era totalmente diferente a la de un humano.
Era como si hubiera perdido la humanidad, la comprensión de sí mismo.
¿Qué le había pasado?
-S...sí-mencioné, esperando a que no me volviera a quemar.
-¿Sí qué, idiota?-volvió a poner su cigarrillo en mi cuello y volví a gritar.
-¡Sí, Alfa!-grité.
-Bien-quitó su cigarrillo y lo puso encima del cenicero. Después me soltó y se alejó de mí-. Quiero lo preparen antes de que vuelva-se quitó los guantes y abrió la puerta de la habitación.
-Sí, Alfa-respondieron todos al unísono.
Él no dijo nada y se marchó, dando un portazo detrás de sí.
-Agh-gruñí por el dolor en mi cuello; estaba sangrando, y lo peor de todo es que lo había hecho encima de la mordida de Alan.
Me dolió una mierda.
Antes de caer al suelo, Mackenzie me detuvo.
Me dolía la cabeza, quería vomitar.
Todo se tornó de negro al instante.
Me volví a profundizar en la oscuridad.
Me volví uno con ella.

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