Capítulo 31

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BLAKE

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BLAKE

Mierda, mierda, mierda.

Creí que hacía lo correcto, pero al parecer solo la había cagado en grande.

Apenas que Lia se marchó, un mesero se asomó a preguntar si todo estaba bien. Creo que la mirada encolerizada que le di le dejó bien clara la respuesta. Gruñí que no íbamos a ocupar el servicio, por si no era obvio, y él me recordó de la penalización que se tenía que pagar por cancelar a último momento. Entregué mi tarjeta para que hiciera el puto cobro y pedí mi auto.

Maldije por el tiempo que se demoró en devolverme la tarjeta. Y maldije el doble en los minutos que esperé a que el valet parking me entregara el vehículo. Y por supuesto que maldije el triple cuando quedé atascado en un embotellamiento vial por intentar tomar un atajo para llegar más rápido a Lia.

Maldita sea.

Cuando por fin logré llegar al edificio donde ella vivía, me alivió un poco el hecho de ver que su auto estaba allí estacionado sin un solo rasguño. Tomé una respiración honda cuando puse la clave de acceso de la entrada principal y luego subí las escaleras. Dudé un segundo, con mi puño flotando a centímetros de su puerta, y di dos golpes.

—Lia, por favor... —imploré y golpeé una vez más.

Pensé en intentar llamarle por teléfono, pero antes de que pudiera sacar mi celular, la puerta se abrió y ella apareció delante de mí. Tenía los ojos enrojecidos, abultados y llorosos, pero me dio una mirada que me hizo encogerme.

—¿Podemos... hablar?

Ella se mordió el interior de las mejillas.

—¿Sabes quién estaba aquí, esperando para reírse en mi cara porque sabía que nunca iba a aceptar lo de ese estúpido encuentro, Blake? Zara Laurent —murmuró con una calma que me asustaba, porque era claro que estaba cabreada—. La pobre mujer moribunda que te dio tanta lástima como para aceptar ayudarla. Ella vino aquí a burlarse, a recordarme cómo siempre logra joderme, cómo nunca conseguiré deshacerme de ella.

—Lia... —traté de hablar, pero ella negó con la cabeza.

—Hay cosas que duelen, Blake, cosas que nos cuesta hablar con los demás. No importa lo mucho que confiemos, no se trata de eso. —Me dio una mirada herida—. A veces esos secretos que guardamos con tanto recelo son espinas en el corazón que no podemos solo arrancarnos de golpe para enseñárselas a los demás. —Se mordió los labios, tragó saliva con dificultad y respiró hondo antes de verme a los ojos—. Creo que es mejor que te vayas. Justo ahora me gustaría estar sola.

Ella no dijo más ni esperó a que yo pudiera replicar, entró a la casa y cerró la puerta tras de sí. Y yo me quedé un largo rato allí. Contemplé la puerta cerrada con impotencia y frustración, porque quería arreglar las cosas. Arreglar lo que había hecho, retroceder el tiempo o alguna mierda, pero no sabía cómo hacerlo.

Definitivamente más que atracción [BB #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora