🌻Capitulo 21🌻

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Narrador omnisciente

Esa noche los soldados se movilizaron, buscaron en todos los rincones del castillo y en sus alrededores, pero no encontraron rastro de la chica. Había desaparecido de manera misteriosa y en cuestión de segundos.

-¿Encontraron algo?- preguntó el comandante.

-No, hemos buscado a unos kilómetros a la redonda, pero nada parece fuera de lo normal, ella desapareció.- dijo Hanji seria y desconcertada por aquello ya que ni siquiera se escuchaban pisadas de caballos o algo parecido.

El rubio apretó la mandíbula y terminó por irse del lugar. En la mente del rubio todo era caos y un laberinto sin salida, no entendía la relación que había entre las 3 ya que eran muy diferentes, pero debía haber algo que las conectaba.

O eso creía.

****

Cuando llegó a oficina, se acercó al mural donde tenía toda su investigación y volvió a repasarla; había algo que se le escapaba, algo faltaba y no era cualquier cosa.

Estuvo pensando hasta que su mirada se centró en la imagen de la chica que robaba su corazón y cayó en cuenta que no sabía mucho de ella, no sabía nada de su pasado, de su familia ni nada, aunque él nunca le preguntó nada sobre ello.

-Amelie... podría ser la clave.- susurró convencido de ello.

Sin poder contenerlo, salió corriendo de la oficina, buscó a Levi y Hanji para así reunir un pequeño escuadrón para así ir rumbo a las murallas, directo a la casa de la panadera.

Todo debe estar ahí...

****

Todo era extraño para el escuadrón, pero no podían cuestionar a su comandante, no había tiempo para eso.

Estuvieron cabalgando hasta que llegaron a su destino, el aire era tenso y la panadería lucía un poco tétrica desde afuera, sobre todo por la extraña sensación de ser observados por alguien, a través de una de las ventanas, exactamente la que daba al dormitorio.

-Erwin, ¿Qué hacemos aquí?- preguntó Levi confundido.

El comandante se giró, mirando a todo su escuadrón.

-Busquen en todo el lugar, quiero información de la chica.- dijo firme.

-Erwin, ¿Qué planeas?- preguntó Hanji acercándose al rubio.

-Amelie debe de conocer de cierta forma a Hina o a Tora, algo debe relacionarlas.- dijo serio.

-¿Crees que sean blancos de algo?- preguntó la mujer curiosa.

-O de alguien.- dijo Levi mientras miraba detenidamente la ventana.

Los mayores entendieron que había algo raro en el interior de la casa por lo que tomarían las medidas necesarias.

Sin esperar a que algo pasara, pateé la puerta y entramos preparados para todo, recorrimos toda la casa hasta buscando algo fuera de lo común, la planta baja no era nada fuera de lo común, debía aparentar ser normal, pero.. su habitación era otra historia.

-Levi, ven conmigo.- dije serio mientras caminaba hacia las escaleras.

Ambos subimos y entramos a la habitación de la chica, me acerqué a una mesita de noche que estaba junto a su cama, abrí el primer cajón y ahí encontré algunas cosas entre ellas un pañuelo con mis iniciales.

Sonreí amargamente mientras recordaba aquel día en que ella lloró en mi hombro.

*Flashback*

Era un día gris, la brisa era fresca y las calles estaban solitarias, pero ese oscuro día, que parecía triste para todos, era mi día libre por lo que fui a ver a mi mujer. Pensaba en comprarle algo, pero todos los puertos estaban cerrados por lo que, con pena, llegué con las manos vacías.

Llegué a la panadería y toqué la puerta, cuando ésta se abrió, me encontré con la peor imagen que pude ver; Amelie, mi mujer, tenía sus ojos rojos e hinchados, parecía que había llorado por un tiempo.

Aquello me provocó un dolor en el pecho, sin pensarlo entré a la panadería, cerré la puerta y terminé por abrazarla, en cuestión de segundos ella se aferró a mi uniforme y comenzó a llorar haciendo que me aferrara a su cintura.

-Hermosa, ¿Qué sucede?- pregunté suavemente.

-Nada...- dijo con el nudo en la garganta.

Aquello me hizo abrazarla con más fuerza y no volví a preguntar algo, simplemente nos quedamos así por un tiempo hasta que la tomé en mis brazos y la llevé a la cocina para así sentarla en una de las sillas.

Le ofrecí mi pañuelo para que limpiara sus lágrimas.

-Gracias.- dijo con una sonrisa débil mientras lo tomaba.

Asentí, tomé su mano para así entrelazar los dedos y acariciar su mano con mi pulgar.

-¿Estás mejor?- pregunté curioso.

-Sí, estoy mejor.- dijo sonriéndome.

Quería creerle, pero las marcas que sus lágrimas habían dejado junto con lo rojizo que estaban sus ojos y nariz, me decían lo contrario, aunque no quise decir nada, solo quería consolarla y hacerla sonreír.

Al final me quedé la tarde charlando con ella, besándola mientras estábamos recostados en su cama, amaba esa sensación de calidez y amor, pero aún me preocupaba un poco.

Estábamos recostados, disfrutando de la calidez del otro, Amelie estaba recostada en mi pecho mientras yo la abrazaba de la cintura; su rostro sereno y tierno me hacían confirmar que yo soy y seguiría siendo feliz a su lado.

Para toda la vida.

-Erwin.- dijo suavemente.

-Dime.- dije suave mientras sonreía al escucharla decir mi nombre.

-Sabes que te amo, verdad?- preguntó mientras abrazaba mi pierna con la suya.

-¿Ah sí?- pregunté burlón.

Asintió haciendo un pequeño puchero con los labios.

Dejé salir una risa al ver su actitud, pero todo iba a acabar cuando le preguntara qué era lo que la acongojaba.

Al final, no tuve el valor de tocar el tema al verla tranquila y sonriente, pero recuerdo que había una imagen, bastante detallada, de una familia. Era algo demasiado impresionante para que alguien lo haya dibujado, pero lo que me llamaba la atención eran las personas en ella.

*Fin del Flashback*

Volví a sentir ese calor en mi pecho al ver que se había quedado con mi pañuelo, pero la imagen de aquellas personas cruzó por mi mente lo que me hizo sentir curiosidad; busqué esa imagen en los cajones hasta que encontré un cajón con mucho sobres blancos y rojos.

Tomé uno blanco y al mirar la carta, noté que era de Hanji. Estuve mirando los sobres blancos y noté que todos eran míos o de Hanji, pero si éstos eran de nosotros de quiénes eran los rojos.

Tomé uno colorado y al sacar la carta, una imagen cayó bien definida, la tomé y vi una pequeña familia de 3 personas, un par de adultos con un bebé en brazos. Tomé la carta y comencé a leerla:

"Hola Amelie,

Sé que no quieres saber de mí, sé perfectamente que el dolor que sientes nunca pasará, pero eso no me impedirá seguir buscándote para así traerte a de vuelta a casa. No importa qué dificultades tenga que pasar para conseguirlo o lo que deba hacer para hacerlo...

Volverás a casa, quieras o no."

Aquello me hizo sentir un escalofrío muy incómodo y la idea de que aquella bebé de la foto era mi mujer apareció de golpe, causándome incertidumbre.

Mi sangre estaba helada, guardé la carta y la imagen en el sobre, pero cuando estaba por guardar éste en mi chaqueta como evidencia, escuché:

-¡Erwin, cuidado!

CONTINUARÁ...

Con olor a flores //Erwin&tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora