Mi vida siempre estuvo rodeada de muerte, siempre perdí gente a mi alrededor por lo que aprendí a vivir y pelear sin corazón. No había razón para hacerlo y todo se volvió una rutina, sin sentido ni objetivo hasta que el olor de tu piel despertó algo...
No sabía qué había pasado después de haber perdido la consciencia, pero cuando abrí los ojos noté de inmediato que me encontraba en otro lugar, intenté levantarme cuando una pequeña mano tomó mi hombro.
Al voltear me encontré con una joven enfermera, mirándome suavemente con una pequeña sonrisa en sus labios lo que me hizo volver a posición lentamente.
-¿Dónde estoy?- pregunté curiosa.
-Estás en las instalaciones de la legión.- dijo gentilmente.
-¿Por qué...?- iba a preguntar cuando recordé lo que le había pedido a Takato, pero ¿¡acaso era idiota?! ¡Yo no debía estar aquí!
Esto solo distraerá a Erwin.
-Takato voy a matarte.- pensé cansada y ligeramente molesta.
La enfermera se quedó mirándome un momento, esperando a que dijera algo, pero simplemente le pregunté que si todo estaba bien y esta dijo que dependía de cómo me sentía.
Acto siguiente comenzó a inspeccionarme y a preguntarme cosas, a lo que contesté con sinceridad, pero algo no andaba bien, me sentía incómoda y tenía un pequeño agujero, pero debía ser mi imaginación.
Nada malo podía pasar ahora.
****
La chica estuvo atendiéndome durante un tiempo, me alimentó, bañó y cambió de ropa para así dedicarse a hablar conmigo y revisar mi vientre con cuidado.
-¿Está emocionada?- preguntó sonriendo curiosa.
-Sí, quisiera saber si se parecerá a su padre.- dije con una pequeña sonrisa y un ligero calor en mis mejillas.
-¿No quisiera que se parezca a usted?- preguntó curiosa.- Es a la primera mujer que la escucho decir eso.
Eso me sorprendió un poco, pero yo no quisiera que se pareciera a mí ya que podría parecerse a mi padre y no quisiera ver su maldito reflejo en el pequeño rostro de mi bebé.
-Supongo que no, su padre es tan guapo que preferiría que fuera como él.- dije sonriendo intentando sonar convincente.
-Usted también es hermosa, no debería despreciarse así.- dijo un poco desconcertada.
Sí... pero yo me parezco a mi padre, a ese hombre que debía protegerme, pero simplemente me abandonó.
No volví a decir nada, pero el silencio no duró mucho cuando la puerta sonó, haciendo que ambas giráramos a mirar.
La chica se acercó y al abrir la puerta pude escuchar la voz de Reiner, pidiendo hablar conmigo un momento, pero la enfermera no quería permitírselo hasta que dije:
-Déjalo pasar, es mi hermano y quisiera hablar un momento con él.
La chica me miró un momento hasta que asintió, dejándolo entrar. Le pedí a la chica retirarse ya que los temas de los que habláramos no sería de su incumbencia y mucho menos agradables.
-Venga Reiner, siéntate.- dije serena mientras le ofrecía la silla junto a mí.
El chico se sentó y me miró curioso.
-¿De qué quería hablar conmigo?- preguntó.
-¿De verdad has vuelto por mi hermana?- pregunté seria mientras recordaba sus palabras.
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