CAPÍTULO|24

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DONOVAN

Una noche me descubrí sonriendo.

Estaba en la cama con la cabeza sobre la almohada a punto de dormir, cerre los ojos e inconscientemente mi único pensamiento fue Kiny. La recordaba de esa misma tarde aguantando la risa en el cubículo del baño de mujeres mientras nos escondiamos.

Era uno de los baños menos utilizados del campus y creímos que a esa hora en un viernes nadie entraría a molestarnos. Toda la jodida semana estuvimos ocupados en exámenes y entregas de trabajo, si nos vimos las caras cruzando los pasillos fue mucho y un beso o dos en el estacionamiento apenas fue nuestro mayor contacto.

No pensaba verla el fin de semana y ya había perdido toda esperanza de siquiera encontrarla ese día pero ella chocó conmigo en el pasillo y no hizo falta que dijera algo, con su mirada entendí lo que quería y esta vez fue mi turno seguirla hasta ese lugar.

Entre al baño buscándola con la mirada y la encontré asomada en el primer cubículo, traía una sonrisa pícara y con su dedo me indicó que fuera. Me mordi el labio con lujuria, me estaba gustando hacía donde iba. Entré a prisa y puse el seguro, cuando di la media vuelta Kin ya se había abalnzado sobre mi cual fiera y nuestras bocas se comieron haciendo justicia a todo el tiempo que estuvieron sin encontrarse.

La acorrale y mis labios comenzaron a recorrer su cuello pues sabía que eso la volvía loca y la hacía lanzar tímidos gemiditos mientras mis dedos se colaban dentro de su sostén y jugaban con sus pezones.

Mientras más la escuchaba encenderse más me encendía yo y mi erección no podía mentir.

-Si no te quitas las bragas ahora mismo me voy a volver loco -dije sobre sus labios y con una sonrisa ella me contesto.

-¿Cuales bragas?

Separó nuestros cuerpos y yo frunci el ceño bastante confundido, con el corazón palpitandome como loco al verla abrir su puño y balanceando como bandera de la paz su ropa interior.

Con una sonrisa genuina en mis labios iba ir tras ella de nuevo cual león cazando a su presa pero ella me empujó hasta tenerme sentado sobre el retrete.

Pensé si debería de oponerme a que ella estuviera llevando el control y no porqué se me fuera a caer la hombría o alguna estupidez de esas, pero es que amaba provocarle todo ese placer y mirar su rostro sonrojado, con sus gemidos endulzando mis oídos.

De tanto pensarlo me tomó por sorpresa y cuando me di cuenta, un ligero espasmo de placer y lujuria se apoderó de mi cuerpo al sentirla deslizándose sobre mi.

Se movía lentamente un poco avergonzada por su falta de experiencia pero no me importaba,  podría acostumbrarme a que de vez en cuando ella tomará el control a la hora de follar y ¡Por los Dioses que me lo estába haciendo delicioso! Su vaivén estaba volviendome loco mientras más confianza obtenía y gruñi más de una vez mientras nuestros besos tronban por lo alto y un toque de lujuria extra se percibía en cada rincón del lugar con el sonido que producían nuestros cuerpos hundiéndose. Estaba a punto de hacerme llegar cuando un grupo de chicas entró y automáticamente hizo que nos detuvieramos.

Ambos estábamos tan inmersos del mundo real que por un momento olvidamos donde estábamos y al escuchar que tocaron a la puerta del cubículo nos separamos y acomodamos nuestra ropa.

DETRÁS DE ESAS GAFAS -Libro 1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora