Habían pasado 5 días desde que aquel seňor, de nombre Diego, llegó al faro con su hijo moribundo. No pudieron salvarle. Habían tirado el cuerpo del niňo al mar, al igual que el de Carlos. Su padre estaba destrozado, pero a los pocos días luchaba contra su pérdida y trataba de sobreponerse. En aquel momento, Diego hacía guardia, Alberto y Sandra jugaban fuera, y los demás se relajaban en la casa.
-Se nos vuelven a acabar las provisiones-informó Pedro.
-Lo sé-dijo Pablo-. Tendremos que salir otra vez.
-¿Iremos los mismos?-preguntó Lidia.
-Sí, al fin y al cabo...-se interrumpió por el sonido de un disparo proveniente del exterior.
Se incorporaron, tomaron sus armas y salieron corriendo. Una vez fuera, vieron una estampa terrorífica. 4 hombres y 1 mujer tenían a Alberto y a Sandra sujetados, al tiempo que los apuntaban.
-¿Qué hacéis?-gritó Saúl.
-¡Soltad ya a mis hijos!-amenazó Lidia, sacando su pistola.
-¡Mamá!-gritó Sandra.
-¡Callaos todos!-gritó la mujer desconocida.
-Venga, si queréis vivos a los niňos, coged todas las cosas y salid del faro ya-dijo el que parecía el jefe.
Nadie se movió.
-¡Venga!-apremió el hombre.
Todos reaccionaron y entraron a coger sus cosas. Podrían dispararles e iniciar un tiroteo, pero los bandidos solo tendrían que apretar el gatillo y los hermanos morirían. Terminaron de recogerlo todo y salieron.
-Vale-dijo un bandido-. Dejad las armas y marchaos de...-se interrumpió por el grito de la mujer.
Sandra la había mordido y echó a correr por el zoológico. La bandida cargó su arma, la apuntó y disparó. Pero el jefe golpeó el arma antes de que diera fuego.
-¡Maldita sea, ve a por ella pero no la mates!-gritó el hombre.
La mujer echó a correr hacia la niňa, que empezaba a alejarse peligrosamente.
-Venga, las armas al suelo y fuera de aquí-dijo otro.
Posaron las armas y fueron acercándose al zoológico, al tiempo que los enemigos se acercaban al faro. Cuando estuvieron a la misma altura, empujaron a Alberto contra el grupo. Todos le abrazaron, preocupados. Los bandidos dieron la espalda al faro, cautelosos.
-No volváis-dijo uno.
Y empezaron a sonar disparos. 4 balas, y 3 hombres cayeron muertos. Distinguieron a Diego en la lejanía. Se habían olvidado de él. El bandido que quedaba vivo se retorcía sobre el suelo, escupiendo sangre entre gemidos. Todos contuvieron el aliento, hasta que sonó un quinto disparo que acabó con la vida del hombre.