TIEMPO AL TIEMPO

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Había pasado cerca de 1 mes desde que llegaron. Aunque Alberto no lo sabía exactamente. Sus reservas de comida habían acabado ayer por la noche, así que bajarían a una frutería que Leticia conocía. La joven se había recuperado rápido de su herida y volvía a estar tan alegre como siempre, por lo que los 3, apoyándose los unos a los otros, superaron un poco sus pérdidas. Se habían acabado de preparar, y la cosa no sería fácil, solo tenían 1 pistola con 4 balas y 2 cuchillos. Sandra en un principio no iba a ir, pero debido a sus súplicas, accedieron. Antes de salir, Leticia llenó las cantimploras en el pozo que tenía la casa.

-¿Listos?-preguntó Leticia mientras abría la puerta.

Los niňos asintieron y salieron tras ella. Era una maňana soleada, por lo que no habría problemas de visibilidad. Tardaron poco en bajar. Descendieron por las escaleras de piedra y bajaron la empinada cuesta. -Dispara solo si es necesario-dijo Leticia-,si no, los atraerás.

Cruzaron rápidamente la carretera. Solo vieron 4 zombis que estaban demasiado lejos. Siguieron corriendo y doblaron la esquina. Había 2 zombis, Leticia los liquidó y corrieron en línea recta hasta otra curva. Solo había una criatura.

-Sandra-susurró Leticia-, tienes que aprender a defenderte. Mátalo.

-¿Yo?-preguntó temerosa.

-Sí, es fácil. Dale en el cerebro-dijo Alberto.

Sandra empuňó el cuchillo. El zombi se acercó hacia ella. La niňa agarró a la criatura del cuello de la camisa, tiró hacia abajo y clavó el arma en su cráneo.

-Bien hecho-dijo Leticia-, es aquí.

La puerta de la frutería estaba abierta, y entraron. Guardaron todas las frutas medianamente buenas en las bolsas y salieron.

-Esperad-dijo Leticia-, también hay una comisaría cerca, y una panadería. Aprovechemos.

Los niňos asintieron, inseguros.

-Pero si es muy peligroso, volveremos-dijo Alberto.

-Claro está.

Corrieron calle abajo, hacia la comisaría. Entraron. En el suelo había un cuerpo de policía, al parecer, muerto. Leticia no quiso jugársela, se agachó, despacio, para coger la pistola situada en uno de los bolsillos traseros del pantalón del hombre. La sacó sin problemas. Sonrió.

-Voy a ver en los cajones-susurró a los niňos.

Pasó por encima del cuerpo del policía y miró en los cajones, encontró otra pistola y unas balas. Oyó un grito ahogado, un ruido y se volvió hacia Alberto y Sandra para decirles que guardasen silencio. Pero se encontró con unos ojos sin vida. Sonó un disparo y el zombi cayó, sin vida.

-Dios, gracias-les dijo.

-¡Vámonos, que van a llegar!-dijo Sandra.

Salieron fuera de la comisaría y corrieron por donde habían venido. Justo cuando cruzaban la carretera para subir al sendero, vieron que un autobús iba hacia ellos a toda velocidad. Leticia ya había cruzado, pero Alberto y Sandra no. Por un momento temió que el autobús los atropellase, ya que no frenaba, pero los hermanos llegaron hasta ella y vieron, atónitos, pasar el autobús. Y también vieron la enorme horda que se aproximaba hacia ellos.

Caminaban siguiendo la carretera, a unos 10 metros de ella. No tenían rumbo. Las provisiones de aquel barrio habían acabado, y no todas las casas tenían comida.

-Tenemos que encontrar un lugar seguro-dijo Marcos mientras caminaban-, algún día nos cogerán.

-Si eso pasa, espero que te atrapen, rata traidora-dijo Lidia.

-Hice lo que pude, no puedes negármelo.

Eva miró a su tío con bastante rabia. En los últimos días, Eva había cogido mucho odio a su tío, no solamente por lo que pasó, sino porque él parecía creerse las mentiras que decía.

-Por favor, no os peleéis-dijo Saúl-. Todos estamos cansados.

Coral paró de caminar.

-Deberíamos acampar ya-dijo-, está oscureciendo.

-Sí-dijo Pablo-, buena idea.

Sacaron las tiendas de campaña que sacaron del supermercado y las abrieron.

-Haré la primera guardia-dijo Saúl.

Los demás entraron en las tiendas y descansaron.

Había pasado casi 1 hora, sin incidentes. Saúl se estaba quedando dormido cuando oyó un ruido lejano. Se despejó y vió venir al autobús por la carretera, el mismo autobús de la última vez. Corrió hasta situarse en plena carretera, agitó los brazos y gritó. Pero no paraba, se acercaba cada vez más. Saúl no estaba dispuesto a que se le volviese a escapar el autobús. Alzó su pistola. El vehículo no paraba. Estaba a 30 metros de él. Disparó a 1 de las ruedas, dando en el blanco. Disparó a la otra rueda delantera, pero falló. Volvió a probar y la dió. Seguía sin parar. Otra bala dirigida al cristal, que no se rompió, pero se fracturó y empezó a girar de un lado otro, hasta que volcó.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora