TORMENTA TRÁGICA

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Comenzaron a correr. El sonido del disparo había llamado la atención de muchos zombis, y un fuerte viento empezaba a soplar. A medida que avanzaban por las calles, más criaturas se unían a la persecución. Tardaron un buen rato en divisar el zoológico, pero los zombis aún los seguían, y eso no era lo peor, lo peor era que se habían convertido en una horda. Siguieron corriendo hasta llegar al faro. Entraron precipitadamente.

-¡Rápido, viene una horda!-gritó Leticia para que los demás la oyeran por encima del estruendo del viento.

-¿Cuántos?-preguntó Pedro.

-¡No lo sé, pero coged las armas y salid, hay que proteger el faro!-ordenó Saúl.

-Sol está de guardia-dijo Eva.

-Voy a avisarla-informó Coral mientras salía de la casa.

Todos empezaron a coger las armas, mientras Alberto y Sandra se abrazaban, emocionados de volver a verse.

-Vosotros coged las pistolas también-dijo Lidia a sus hijos y a Eva.

El grupo salió de la casa, y Coral y Sol se reunieron con ellos. Se había desatado una fuerte tormenta y los zombis estaban muy cerca, atravesando el zoológico. Todos retrocedieron hasta situarse cerca del borde del acantilado mientras disparaban, sin darse cuenta de que se había formado un peligroso oleaje. A pesar de que mataban a varias criaturas, seguían viniendo más y más. Entonces una enorme ola se alzó por encima del acantilado. Leticia lo advirtió.

-¡Cuidado!-gritó, mientras saltaba hacia adelante.

Los demás la imitaron. Todos salvo Eva. El grupo observó, atónito, cómo los restos de la ola arrastraban a la joven, hasta que cayó. Lidia corrió hacia el borde, mientras gritaba. Pero era tarde. Observó, impotente, caer a la muchacha, hasta que desapareció entre el oleaje.

-¡No!-se lamentó, al borde del llanto.

Se volvió, con el corazón desgarrado y abrió fuego. Coral, Pedro y Sandra habían perdido sus armas por culpa de la ola, y los zombis seguían viniendo. Se dieron cuenta de que Pedro seguía en el suelo, y respiraba ruidosamente. Sol se acercó a él.

-¿Qué pasa?-preguntó sin dejar de disparar.

El anciano jadeó.

-Me está dando...un infarto-dijo Pedro como pudo.

-¿Qué?-preguntó su nieta.

-¿Qué ocurre?-gritó Lidia.

-¡Le está dando un infarto!-gritó Sol, mientras le ayudaba a incorporarse.

Pero el anciano se liberó de ella y corrió como pudo hacia a la horda mientras disparaba.

-¡No!-gritó Sol.

Pedro se arrojó sobre las criaturas, que comenzaron a devorarlo.

-¡Corred, ya!-gritó el hombre.

Su nieta trató de correr hacia él, pero Pablo la sujetó y salieron. Todos los zombis se habían arremolinado en torno al anciano, que gritaba en agonía. El grupo lo rodeó, y huyeron, sabiendo que le debían la vida.

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