Volvieron al faro abriendo fuego. Se habían refugiado en unos apartamentos hasta que la tormenta amainó, y salieron a recuperar su hogar. Los zombis se habían dispersado y algunos se habían marchado, por lo que costó poco matarlos a todos. Al acabar, Sol se acercó al cuerpo descuartizado de su abuelo y lloró sobre él. Mientras tanto, Lidia le pedía disculpas a Eva por no protegerla. Todos estaban de luto por tan trágicas pérdidas, y, al día siguiente, envolvieron el cadáver de Pedro en una sábana y lo tiraron al mar.
-Descansa con Eva-susurró Lidia, apenada.
De eso habían pasado ya 3 días, y aunque trataban de superarlo, sabían que nunca lo harían del todo. Diego se había convertido en un miembro valioso del equipo, ayudando en todo, y Sandra se había cortado el pelo. Tras el incidente con el zombi que la agarró la melena, no quería volver a pasar por lo mismo. Su largo pelo negro, que antes la llegaba a la espalda, ahora no alcanzaba ni a sus hombros. Y en la entrada del zoológico, habían puesto rocas amontonadas que habían encontrado por las playas y en los acantilados, así evitarían más sustos.
Alberto y Sandra casi nunca salían de casa ni para jugar, y Sol estaba triste, cerrada y cortante. Pero lo peor sucedió una noche en la que ella hacía la guardia en el faro. Había cogido, sin que nadie se diese cuenta, un cuchillo. Y ahora, sentada sobre el suelo, lo presionaba contra su brazo. Tenía los ojos llenos de lágrimas y dudaba.
-Vamos, estúpida, hazlo-susurró.
Pero justo cuando iba a cortarse, rompió a llorar.
-No puedo-dijo, imaginando que se lo decía a su abuelo-. Te dió un infarto, pero te podrías haber salvado. Simplemente, si hubieras corrido lo habrías logrado. Aunque puede que murieses después, pero no de esa manera. Igual que esa niňa. Siempre decías que a la gente buena le ocurren cosas buenas. Pues te equivocabas. Pero tú no querrías verme así, y te juro que viviré hasta el fin de los tiempos.
Y soltó el cuchillo, dispuesta a todo.
