PROVISIONES

349 30 0
                                    

Estaban atravesando el zoológico para después ir al pueblo más cercano. Se habían quedado sin coches. Cuando llegaron al faro, aparcaron cerca de la playa, pero cuando fueron a recogerlos, habían desaparecido. Leticia, Saúl, Coral, Pablo y Lidia siguieron caminando, armados y sin decir palabra. También llevaban bolsas para recoger todo lo que encontrasen. No encontraron ni un zombi en todo el trayecto hacia al pueblo. Una vez llegaron se dividieron.

-Bien, Coral, Leticia y yo iremos por allí-dijo Saúl-. Vosotros id hacia el otro lado, hay una farmacia, puede que necesitemos medicamentos. Quedaremos aquí cuando hayamos cogido todo lo que creáis necesario.

-No-saltó Lidia-. Prefiero ir con vosotros. Mejor con él que vaya Leticia.

-Bueno, pues iré yo-dijo ella.

-No-dijo Pablo-. Mejor vienes tú, vamos.

La agarró del brazo y se fueron en la dirección. Cuando se hubieron alejado del trío, Lidia se soltó bruscamente y lo empujó.

-No te me acerces-dijo, furiosa-. Enfermo, pervertido. ¿Qué harás ahora, violarme en la farmacia?

-¿Enserio piensas que soy ese tipo de tío?-preguntó.

-Hombre, no sé, es que pareces muy estable mentalmente-dijo, irónica.

Pablo negó con la cabeza y siguió andando hacia la farmacia, seguido de Lidia. Entraron, y empezaron a meter medicamentos en las bolsas. La mujer se preguntó qué pasaría si alguien sufriese una simple gripe. Podría ser letal, y más en invierno. Se dió entonces cuenta de que no sabía en que mes estaban. Según sus cálculos Febrero estaría acabando. De todos modos, poco importaban ya los meses, los días y las horas.

-¿Lo has cogido todo?-preguntó Pablo.

-Todo no, solo lo útil.

El hombre se acercó a ella y la miró a los ojos.

-Respecto a lo que sucedió en el faro, no quiero que lo malinterpretes. No era lo que parecía.

-No, claro, ahora resulta que...

-Cállate, por favor, y escucha. Yo te quiero. Y estoy dispuesto a protegerte, y a todo, con tal de que me quieras también.

Lidia lo escuchaba muy sorprendido.

-No estoy loco- prosiguió-. Bueno, solo por tí.

Y la besó. La mano de la mujer salió disparada hacia el rostro del hombre, pero se detuvo a medio camino. Se posó suavemente en la barbilla del hombre y lo separó de sí.

-Tenemos que volver-dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla, recordando a su marido.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora