Aparcaron de cualquier manera junto a la acera y salieron. Nada. Su barrio, que antes rebosaba vida destrozado. Lleno de cadáveres, y algún que otro zombi.
-¿Qué ha pasado aquí?-preguntó Alberto.
-No tengo ni idea-dijo Lidia.
Sin más dilación, la familia corrió a su casa. Abrieron y empezaron a llamar por teléfono. Nada. Pusieron la televisión. Nada. Intentaron encender la luz. Nada. No funcionaba ningún aparato eléctrico. Se reunieron entorno a la mesa para cenar. A pesar de que habían saqueado las despensas, aún quedaba lo poco que sobró de las vacaciones. Aunque lo peor fue la sed. Media cantimplora para 4 personas.
-No quiero que os alejéis de nosotros para nada-dijo Lidia mientras cenaban.
-Si. Pero cuando se acaben las reservas de comida que tenemos, habrá que salir-dijo Alberto.
-Sí-dijo Ramón-, por suerte, tenemos un supermercado maravilloso justo a 30 pasos de casa.
-Estará abarrotado de ellos-dijo Lidia.
-Habrá que arriesgarse-dijo Ramón.
Terminaron de cenar y se acostaron, realmente agotados.
En la madrugada, un ruido despertó a Lidia. Se incorporó aturdida mirando a todos lados. Otro ruido, concretamente un crujido. Alguien estaba subiendo por las escaleras. Sacudió a su marido para despertarlo. Salieron de la habitación para llegar al oscuro pasillo. Los crujidos sonaban cada vez más cerca. Ramón se abalanzó sobre la sombra que apareció en el pasillo.
-¡Maldita sea, quítate de encima!-gritó una voz. Ramón se quedó tieso.
-¿Marcos?-preguntó Ramón, dudando.
-¿Ramón?-preguntó el hombre.
Ambos hombres dejaron escapar una carcajada alegre.
-Entonces,¿ya no hay nada?-preguntó Lidia.
-Nada-respondió Marcos.
Marcos era un vecino, y amigo de Ramón. Tenía cerca de 60 aňos, poco pelo, canoso, de ojos oscuros y complexión fuerte.
-Empezó a caer todo-siguió Marcos-. Las noticias empezaron a enviar mensajes de alerta. Dijeron que los militares llegarían pero nada sucedió. Solo, todo fue desapareciendo, incluso las personas. Mis sobrinas y yo aún guardamos refugio en mi casa, estamos bien, pero mi hermana y mi mujer...
Hubo un pesado silencio.
-Lo siento-dijo Ramón.
-Las niňas aún no lo han asimilado. Pero bueno, por lo pronto, lo mejor será que vengáis a mi casa. Seremos más fuertes si somos muchos. Además, vuestra comida está allí-dijo Marcos.
-¿Saldremos de noche?-preguntó Sandra.
-No te preocupes, pequeña, la casa está muy cerca.
-Ya, pero aún así es de noche-replicó Alberto.
Marcos alzó el martillo que portaba y lo agitó en frente de su cara.
-En marcha-dijo el hombre.
La salida había estado relajada. Pero justo cuando iban a entrar, un zombi se acercó peligrosamente hacia ellos. Todos lo vieron. Marcos empujó a la criatura y descargó varios martillazos a su cabeza hasta dejarla destrozada. Era repugnante. Sin embargo, el grupo entró en la casa. Cerraron la puerta con llave y respiraron tranquilos.
-¿Marcos?-preguntó una voz femenina procedente del piso superior.
Por las escaleras bajaron dos chicas bastante guapas. Se llamaban Lara y Eva. La familia ya las conocía. Lara era delgada, igual que su hermana. Tenía el pelo castaño oscuro, y era morena de piel. Tendría cerca de 18 aňos. Eva era igual a su hermana en todo, salvo en el pelo, el de ella era más claro, tenía 14 aňos.
-Hola-dijo Lara alegremente-. Estáis bien-fue hacia la familia y los abrazó.
-Me alegro de que hayáis llegado vivos hasta aquí-aňadió Eva tímidamente desde el pie de la escalera.
Todos cenaron, está vez bien, y se lo contaron todo.
La familia les dijo lo del viaje, lo de la zombi, la estación...
Marcos y las chicas lo habían pasado peor. Lara, Eva y su madre, Ana, habían ido a buscar a Marcos cuando todo empezó. Se apoyaron y se cuidaron. Pero mientras saqueaban casas, Ana y Concha, la mujer de Marcos, fueron sorprendidas y devoradas. Marcos pudo escapar porque los zombis estaban distraídos con ellas. Mientras el hombre hablaba, sus ojos se llenaban cada vez más de lágrimas. Y las chicas se abrazaban llorando silenciosamente.
Ramón y Lidia los apoyaron con palabras de ánimo, mientras Alberto y Sandra comían con ansiedad.
Cuando acabaron de cenar, Ramón dijo lo que llevaba pensando toda la noche.
-¿Cuánto tiempo más crees que durará esta casa?
-¿A qué te refieres?-preguntó Marcos.
-Esta casa no es segura-dijo Ramón-. Debemos buscar un lugar en el que establecernos y sobrevivir.
-¿Como cuál?-preguntó Marcos.-El supermercado-dijo Alberto.
Un rayo de luz iluminó los ojos de todos. Esa era una muy buena idea. Un lugar donde vivir. Un lugar seguro.
