-Marchaos inmediatamente-dijo Pablo.
Los desconocidos se miraron, y uno de los hombres, el más joven y de melena castaña, habló.
-Por favor, no tenemos ningún sitio en el que quedarnos-dijo.
-Me importa muchísimo. Venga, largo.
El joven miró al resto del grupo, buscando un poco de apoyo, o quizá comprensión, pero nadie establecía contacto visual con él.
-Muy bien-asintió abatido-. Por lo menos dejad que nos llevemos las...
Un ruido metálico acompañado de gemidos irrumpió en el ambiente.
-¡La horda de antes!-dijo Leticia.
-¡Imposible, si los dejamos atrás!-aňadió Sol.
-¿Qué hacemos?-preguntó Lidia.
Los zombis se apoyaran sobre la puerta metálica, que empezó a ceder.
-¡Quietos aquí!-gritó Pablo dirigiéndose hacia los desconocidos.
Rápidamente cogió una metralleta, y fue hacia la horda. Como ésta no tenía balas, los golpearía con la culata. Los demás cogieron cuchillos y fueron a ayudarlos. Clavaron las armas en los cráneos de los zombis, a través de las rendijas, pero aún así eran demasiados. Cada vez venían más criaturas, y provocaban que la puerta se balancease peligrosamente.
-Son demasiados-gimió Leticia-, tirarán la valla.
Justo entonces empezaron a sonar los disparos en su espalda, y los zombis fueron cayendo. Todos se volvieron hacia los 2 jóvenes y hacia la mujer que los había ayudado. Los miraron, dudando de si los matarían, pero ellos-dijo bajaron las armas y alzaron los brazos.
-No queremos haceros daňo-dijo el joven de la melena.
-Por favor, dejad que nos quedemos aquí-pidió el otro, de pelo rubio y corto.
Pablo miró a sus compañeros, pero ellos ya habían decidido y le devolvían la mirada.
-Parece que os tendré que dejar, ¿no?-sonrió él.
-Gracias-dijo uno de los jóvenes.
-No, gracias no. Como intentéis algo raro, os mataré. Bienvenidos.
Así Javier, Raúl y Alejandra se instalaron. Y pasado 7 largas semanas. 7 semanas en las que nadie murió, y en las que fueron ganándose su sitio en el grupo.
