INMORTALIZADOS

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Salieron del pabellón y cerraron para siempre con llave. Tras envolver el cuerpo de Saúl en sábanas, lo ataron a un ladrillo y lo arrojaron a lo más hondo de la piscina. Pablo dijo unas breves y emotivas palabras, y después salieron de allí. Arrojaron muy lejos la llave del pabellón en el que estaba el cadáver, para que nadie pudiera entrar.
-Bueno-dijo Pablo-, volved a vuestros quehaceres.
-Nos toca hacer guardia a nosotros-dijo Raúl-. Alejandra, Javier, vamos.
Los demás entraron en sus respectivos pabellones mientras los 3 subían al muro de vigía. Los 2 hombres charlaban alegremente mientras Alejandra asistía sin intervenir a la conversación. No podía hacer otra cosa, su mudez se lo impedía. Poco a poco su mente dejó de prestar atención a su alrededor para centrarse en un objeto situado en una ventana de los apartamentos que estaban frente al polideportivo. Alejandra bajó del muro y les indicó a sus compañeros con amplios gestos de brazo, que se quedaran allí.
-¡Espera!-gritó Javier.
Pero la joven ya se adentraba en el edificio. Subió por las escaleras hasta el tercer piso, y, por suerte la encontró entreabierta. Pistola en mano, entró lentamente y avanzó por las habitaciones. No había zombis, así que corrió hacia la mesa que había junto a la ventana y cogió la cámara. Saludó desde allí a Raúl y a Javier, que la miraban extrañados. Se dió la vuelta y un zombi la acorraló contra la ventana, al tiempo que la cámara y la pistola caían al suelo. Alejandra sujetó a la criatura a duras penas, pues tenía el torso fuera de la ventana, y si usaba los pies, caería. Estaba bloqueada, pero Raúl y Javier corrieron en su ayuda. Los 20 segundos que tardaron en subir y liquidar al zombi se le hicieron eternos a Alejandra.
-¿Por qué has hecho todo esto por una cámara?-preguntó Javier.
La joven sonrió, enigmática, y salió del edificio, seguida de sus amigos. Entraron en el polideportivo y sacaron a los demás de los pabellones y los reunieron.
-¿Qué quieres que hagamos?-preguntó Lidia.
Alejandra seňaló la cámara y luego a ellos.
-Quiere que nos hagamos una foto-dijo Raúl-. Qué chorrada.
La joven le pisó, y se puso los dedos en las comisuras de los labios, indicándoles que sonrieran. Nadie lo hizo, pero poco a poco, el entusiasmo y la iniciativa de la muchacha hicieron mella en ellos, y sonrieron. Alejandra programó la cámara y corrió para unirse a la foto. Segundos después, todos corrieron a ver la foto que los inmortalizó y unió.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora