SALVACIÓN

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La idea era buena, pero para 7 personas, con poco más que un martillo como arma, vaciar un supermercado de 3 plantas de zombis era un poco complicado. Esperaron a que se hiciese de día y se prepararon.

-Ya sabéis-dijo Ramón-, salimos corriendo a toda velocidad hacia los coches. No entraremos todos en el mismo, así que Lara, Eva, Marcos, a vuestro coche. El resto, conmigo.

Todos tenían un arma. Marcos el martillo, Lidia y Ramón, destornilladores, Lara, unos alicates, Eva, Alberto y Sandra cuchillos de cocina.

-Esto es una locura-dijo Lidia.

-Tiene razón-dijo Lara.

-También podemos quedarnos-dijo Marcos-, y esperar a que los zombis nos devoren.

-Si no sale bien y hay demasiados, volveremos-dijo Ramón.

-Puede que no haya ninguno-dijo Alberto.

-Habrá-afirmó Sandra.

Sin una palabra más, todos salieron de la casa. Un zombi estaba prácticamente enfrente de ellos. Lidia se adelantó y le clavó el destornillador en el pecho. Quedó atascado. Tiró de él para sacarlo y Marcos le destrozó el cráneo de un martillazo.

-Al cerebro-le dijo a la mujer.

El grupo se separó, cada uno en la dirección de su coche. Mientras corrían, Alberto vió a Marcos y a las chicas entrar en su coche. Llegaron al coche, pero cuando Sandra iba a cerrar la puerta, un zombi la agarró el hombro. La niňa gritó, tratando de zafarse. Sus padres también gritaban. Justo cuando los dientes de la criatura estaban a centímetros escasos de su piel, el cuchillo atravesó el cráneo del zombi. Lo sacó de nuevo. Sandra lo miró atónita, pero agradecida. Cerró la puerta, y los dos coches marcharon hacia el supermercado.

Fue un viaje tranquilo y sin incidentes, aunque había zombis por todas partes. No se les ocurriría entrar por la puerta principal, así que bajaron con los coches al parking. Aparcaron y salieron. No se veía absolutamente nada. Por ello no se dieron cuenta de que alguien los observaba desde las sombras. Oían los gemidos de los zombis en la lejanía, y eso los inquietaba.

-No os separéis-dijo Ramón.

Los ruidos sonaban cada vez más cerca. Iban a doblar una esquina. La doblaron. Y gracias a una luz titilante, vieron la mayor concentración de zombis de su vida. Sus ojos sin vida se clavaron en ellos.

-¡Corred!-gritó Ramón.

El tiempo pareció ir a cámara lenta. Corrieron todo lo que pudieron, vieron algo en lo que no habían reparado antes. Unas escaleras.

-¡Allí!-gritó Alberto.

Los zombis eran lentos, pero no mucho. Subieron a toda velocidad y cerraron la puerta tras de sí. Las escaleras eran estrechas, no podrían subir más de 6 a la vez. Lo que tenían ante sus ojos. Un pasillo lleno de zombis. Habían entrado vivos en el supermercado, lo complicado sería hacerlo habitable. La docena de muertos que tenían delante se abalanzaron sobre ellos.

-Haremos de este lugar nuestra casa-dijo Marcos avanzando. De un martillazo mató al más próximo. Ramón se adelantó y mató a su primer zombi con el destornillador. Ramón, Lidia y Marcos despejaron aquella planta. No fue muy difícil. Todo estaba oscuro y eso lo complicaba, pero aún así no hubo sustos.

-Marcos-dijo Ramón mientras se dirigían a la segunda planta-,¿has intentado contactar con alguien?

-Si. No queda nada.

-¿Alguna seňal de radio?

-Ramón-dijo al tiempo que paraba en seco-. Nada.

El resto del grupo siguió avanzando en silencio. Segunda planta. Nada. Continuaron andando, seguía sin haber nada. Un grito rompió la nada. Un zombi había tirado al suelo a Eva, y forcejeaban. Lidia la salvó matando a la criatura con el destornillador. La tendió la mano y la joven la aceptó, agradecida. Maldición. El gritó había atraído a los zombis a su posición. Apenas se veía nada, pero estaban siendo rodeados peligrosamente.

-¡Atención!-dijo Lara.

Se reunieron haciendo un círculo, al tiempo que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad y veían su inminente muerte. Lucharían, aunque fuese inútil. Y justo cuando todo parecía acabar, los disparos llegaron. Parecían venir de todas partes. Y los zombis fueron callendo, hasta que no quedó uno.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora