DOBLE PÉRDIDA

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Sol gritó y corrió hacia Coral mientras lloraba. Se inclinó junto a ella y la miró. La bala le había impactado cerca del pecho, pero ella aún seguía viva.
-Coral, Dios, tu hijo-sollozó.
La joven abrió los ojos débilmente mientras respiraba de manera espeluznante. Finalmente expiró tratando de decir unas palabras que Sol no llegó a oír.
-¡No, no!-exclamó, pero se quebró.
Agachó la cabeza y la dió la mano, mientras lloraba. Así la encontraron los demás cuando llegaron.

Envolvieron su cuerpo en una sábana y la enterraron en una porción de hierba que había en el polideportivo. De eso habían pasado ya 3 días. Para todos había sido traumático y triste perder a la joven.
-Nunca me contaste cómo os salvó Pablo-dijo Lidia.
-Nunca me lo preguntaste-respondió Leticia.
Ambas estaban de guardia sobre el muro. Desde lo de Sol habían decidido hacer los turnos por parejas.
-Pues te lo pregunto ahora-dijo mirando hacia el cielo soleado.
-Está bien-dijo Leticia tras una breve pausa-. Saúl, Coral, Hugo y yo habíamos salido de viaje a vivir el invierno en Gran Canaria. Allí también había esas noticias tan raras, pero no vimos nada extraño. Estábamos aterrizando de vuelta cuando la pista estaba infestada de zombis. De todos modos el piloto aterrizó, pensando que eran personas, y cuando abrió las puertas, dispuesto a preguntarle a toda esa gente que qué hacían allí, entraron. Estábamos en las últimas filas, y nosotros y varias personas más nos amontonamos sobre la puerta, pero los zombis vieron salir a la gente y cerraron el paso. Eso era una masacre. Y el hombre que se sentaba delante de nosotros sacó una pistola, despejó la puerta y nos sacó fuera del aeropuerto.
-¿Ese hombre era Pablo?
-Sí. Estuvimos unos días por ahí hasta que os vimos entrar en el supermercado por casualidad, os seguimos y fue cuando nos conocimos. Pablo nos dijo que olvidaramos a nuestros padres, pues, a esas alturas estarían muertos. Fue duro pero lo hicimos.
-Ya veo.
Un silencio incómodo inundó el ambiente.
-Siento mucho lo que te dije cuando abandonamos el faro-soltó de repente Leticia-. Si hubiésemos empezado un tiroteo, probablemente no estaríamos aquí. Y, sobre todo, siento haberte dicho eso delante de tus hijos.
-No te preocupes, lo entiendo. Estabas nerviosa y acelerada. No hablabas tú, hablaba tu frustración
-Gracias por entenderlo-dijo más aliviada Leticia.
Lidia sonrió.
-Es una pena-dijo entonces-. Tener que quitarle las armas a Saúl para que no se suicide.
-No es una pena-opinó Leticia-. Es una elección.
Lidia la miró muy asombrada.
-Una elección que puede costarle la vida.
-Si es lo que quiere... Incluso yo lo contemplé en su momento. Aún pienso que esa es una buena salida.
-En su momento, claro. ¿Entonces por qué no lo hiciste?
-Tenía que proteger a tus hijos-dijo Leticia tras una breve pausa-. Cuando pasó lo de Hugo quería hacerlo, pero me quedé con tus hijos porque después de lo del supermercado sabía que sólo nos teníamos los unos a los otros. Y me devolvieron las ganas de vivir.
Lidia sonrió, conmovida.
-Me alegro.

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