EN RUINAS

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Alberto y Sandra iban a ir en dirección contraria a la de los zombis, pero empezaron a oír gritos y disparos, y decidieron seguir desde una prudente distancia a las criaturas.

A medida que se acercaban, se dieron cuenta de que estaban siguiendo a los zombis hasta el colegio de antes. Los gritos y disparos aumentaron su volumen, llenando de tensión a los hermanos. Doblaron la esquina con precaución y vieron que los zombis habían derribado la verja y se adentraban en el lugar. Esperaron largo rato hasta que todos ellos se metieron en el recinto.

Alberto se volvió hacia su hermana.

-Venga, vámonos-susurró.

-¿Vamos a dejarlos ahí?-preguntó Sandra.

-¿Qué quieres que hagamos?

-No lo sé. Pero como mínimo podríamos ayudar.

-Somos niňos, no héroes.

-Yo creía que tu eras uno.

Alberto la miró, y con un suspiro, la dió un beso en la frente.

-Vamos-dijo.

Se acercaron a la entrada y se asomaron con cautela. La puerta principal estaba abierta y algunos entraban, y los que no, vagaban por el patio. Alberto corrió a toda velocidad a través del patio, seguido de su hermana. Disparaban a los zombis próximos, pero cuidando los disparos. Solo tenían 16 balas, y las 5 que Leticia había cogido de la comisaría. Entraron por la puerta y varios zombis se volvieron hacia ellos. A mano derecha había unas escaleras. Subieron por ellas mientras oían más disparos y un grito. Llegaron a un largo pasillo oscuro con 4 zombis en pie, aunque había varios cadáveres por el suelo. Los liquidaron y corrieron por las aulas, buscando una seňal de vida. Otro grito y corrieron a la clase de la que venía el ruido. Al entrar vieron como 2 zombis asesinaban a un hombre, que gritaba en agonía. Y una mujer y un niño estaban al fondo de la clase con varios pupitres delante, seguramente, usándolos de protección. Dispararon a los zombis que devoraban al hombre y le examinaron. Estaba con las tripas abiertas y varios mordiscos en brazos y hombros, y respiraba agitadamemte.

-Ayúdales-susurró el hombre antes de cerrar los ojos.

Sandra quedó perturbada por la imagen pero Alberto no se andó con tonterías.

-¡Vámonos!-gritó al niňo y a la mujer, mientras apartaba los pupitres. Estos empezaron a quitar las mesas y se reunieron con ellos.

Salieron los 4 del aula y vieron que la horda subía ya por las escaleras. No tenían salida. Corrieron hacia el aula del fondo. Estaba llena de zombis. Gastaron todas sus balas, les quedaban solo 5 balas de repuesto. Alberto y Sandra salieron al balcón. La mujer también, pero cuando el niño salía, los zombis lo agarraron y tiraron de él. La mujer le agarró el brazo, y entre gritos, trataba de sacar de allí al niňo, hasta que los cuerpos de la mujer y del chico fueron arrastrados de nuevo hacia dentro. Alberto y Sandra se acurrucaron en el extremo del balcón, y lloraron, sabiendo que no saldrían vivos de allí.

Lidia y los demás habían cogido los coches de los bandidos y se iban a la ciudad, en busca de sus hijos. Solo tenían 2 vehículos, ya que uno de ellos había perdido una rueda por culpa de un disparo. Iban bastante apretados. Otra cosa buena era que habían conseguido 8 metralletas cargadas. Leticia conducía el coche en el que estaban Lidia, Saúl, Coral, Pablo, y la propia Leticia. Se dirigían a los apartamentos, pero oyeron disparos y cambiaron la dirección hacia el colegio. Cuando se apearon, vieron a los hermanos en el balcón.

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