Sol parapadeó débilmente antes de abrir los ojos. Cuando por fin se acostumbró a la luz, miró a su alrededor hasta ver a una mujer dormida sobre un costado de la cama, a la altura de su cintura. No sabía si despertarla o no, pero sí sabía dos cosas, moría de hambre y de sed. Se miró la mano, que la dolía, y casi saltó de la cama al ver que su dedo meňique no estaba. Empezó a llorar en silencio mientras se llevaba la mano al muslo, que también le dolía. Se incorporó, y se dió cuenta de que estaba bastante descansada. Se preguntó cuantos días llevaría inconsciente. Quería levantarse sin despertar a la joven que dormía cerca de ella, pero dió un respingo y abrió los ojos.
-¡Eh, ya ha despertado!-gritó la chica al verla.
-¡Cállate!-susurró Sol.
Pero en 5 segundos 2 hombres y 1 mujer entraban por la puerta.
-¿Estás bien?-le preguntó uno.
-No, quiero salir de aquí.
-¿Por qué?- preguntó el hombre corpulento.-Porque casi me matáis, desgraciados, y por si no os acordáis, me disparásteis.
-Lo hicimos por tu bien. Te acercabas al refugio de otros supervivientes.
-¡Los conozco, yo estoy con ellos!
Todos los demás abrieron los ojos de par en par.
-¿Ibas con esos?-preguntó la recién llegada mujer.
-Os lo acabo de decir.
El hombre corpulento soltó una risotada.
-Perfecto. Parece que después de todo Dios existe. Nos vas a ayudar a tomar el lugar-dijo.
-No sé a qué te refieres pero puedes irte a la mierda. No voy a ayudaros.
-Si no lo haces habrá muchos heridos y muchas muertes.
-¿Cuántos sois?
-Nosotros y 1 más-dijo otro hombre.
-¿Qué se supone que tengo que hacer?-preguntó Sol.
El hombre corpulento rió fuertemente y se lo explicó.
