Habían pasado 2 días desde que llegaron al faro. Lidia había tenido que cambiar sus cosas de habitación, ya que Sol las colocó en el mismo cuarto que Pablo. La joven se pensó que estaban casados, y se disculpó. Alberto, Sandra y Lidia dormían en un mismo cuarto. Saúl, Coral y Leticia, en otro. Sol, Pedro, Carlos y Eva, en otro. Y Pablo, en el último, aislado. Por ahora, se alimentaban de las reservas de la casa. Y por primera vez en mucho tiempo, pudieron dormir de verdad. Habían quedado en hacer guardias de 1 hora por turnos. En lo alto del faro, se veía en kilómetros a la redonda, un lugar perfecto para vigilar, aunque era prácticamente imposible que una horda llegase hasta allí. Ahora, Lidia y sus hijos paseaban por el zoológico fantasma. Era triste. Todos los animales que antaňo lo habían habitado, estaban muertos por culpa del hambre, y montones de moscas se arremolinaban en torno a ellos. Leticia, Saúl y Coral hablaban de Hugo y del pasado, en su cuarto. Sol, Pedro, Eva y Carlos descansaban en la casa. Y Pablo, hacía la guardia. Lidia y los niños abandonaron el zoológico y se asomaron al acantilado, enfrente del faro, para contemplar el mar. Al tiempo que Eva y Carlos salían de la casa. Se habían vuelto grandes amigos. Las risas que los dos jóvenes compartían se convirtieron en gritos cuando un zombi salió de la nada. Cuando Lidia se dió la vuelta, la criatura se había tirado sobre Carlos, e intentaba morderlo. La mujer sacó su cuchillo y corrió al rescate. Tarde. Eva se había quedado paralizada y gritaba, mientras el zombi desgarraba la piel del antebrazo del chico, que gritó. Lidia clavó su arma en el cráneo del muerto y lo apartó del joven.
-¡Dios!-sollozó la mujer.
-¡Carlos!-gritó Eva.
-¡Corre, llama a los demás!
La chica entró corriendo en la casa. Sus hijos llegaron hasta ella. Y Sandra gritó y abrazó llorando a su hermano.
-¡No sé qué hacer!-gritó la mujer.
Acunó al chico entre sus brazos.
-Aguantarás-dijo poniéndole una mano ensangrentada en el rostro.
Carlos temblaba violentamente, y hacía ruidos extraños. Parecía que pasó una eternidad hasta que llegaron los demás. Estaban todos menos Pablo.
-Por favor-gimió Pedro-, solo tiene 14 aňos no puede morir así.
-Tengo una idea-dijo Sol-. Pero es arriesgada y puede que no funcione.
Todos la miraron, expectantes.
-No tenemos otra opción-dijo Leticia-. Y puede que funcione.
