Llevaban todo el mediodía conduciendo. Alejándose de la ciudad. Habían optado por ir hacia la costa, era la mejor opción. Tras largo rato conduciendo, llegaron a la playa. Se apearon y entonces Sol lo vió.
-¡El faro, podemos vivir en el faro!-gritó.
Todos lo miraron y se maravillaron. Un lugar alto, protegido, al borde de un acantilado, privilegiado, en el que se puede vigilar todo el alrededor. Corrieron entre risas y gritos de alegría hacia allí. Subieron por el zoológico, el único camino que llevaba al faro. Llegaron al pie del edificio. Era enorme y tenía una casa pegada ella.
-Esta debía de ser la casa del farero-dijo Coral.
-Y la de su familia-aňadió Lidia-. Es demasiado grande para una sola persona.
-¿Por dónde entramos?-preguntó Saúl.
-¿Empezamos por la casa, no?-dijo Pablo.
Y empezaron por la casa. La puerta estaba entreabierta, y fue fácil entrar. Cada uno inspeccionó una zona de la casa. No encontraron nada, la casa era segura. Nadie se lo creía. Momentos antes no tenían nada, y ahora tenían una casa con 1 salón enorme, 1 comedor, 2 baňos, 1 cocina y 4 habitaciones.
Leticia se tumbó de bruces en el sofá.
-Un simple mueble te puede hacer tan feliz-dijo.
Los demás rieron mientras buscaban un sitio en el que sentarse.
-No os relajéis-dijo Pablo-. Aún queda el faro.
-Venga ya-dijo Carlos-. No creo que nadie haya muerto allí.
-Está bien-dijo Pablo-. Me da igual, iré yo solo.
-Voy contigo-dijo Lidia.
-Dejad aquí las cosas, las iré colocando-dijo Sol.
-Gracias-respondió Lidia.
Tomaron una pistola, salieron de la casa y entraron en el faro. Solo había una empinada escalera de caracol. Mientras subían, Lidia rompió el silencio.
-¿Por qué eres tan frío?-preguntó.
-¿Frío?-preguntó Pablo.
-Sí, frío. Todos estamos pasándolo mal, pero también intentamos mantener alta la moral.
-Sí, espero que estéis muy felices cuando los zombis os devoren.
-Ya está bien. Quiero saberlo.
-¿El qué?- preguntó Pablo, extraňado.
- Lo que ocurrió. Algo debió pasarte para hacerte cambiar.
Habían llegado arriba. Era una sala circular con cristales en todas sus paredes que permitían ver el mar y la costa. Justo cuando Lidia ya pensaba que no iba a responder oyó su voz.
-Mi mujer-dijo él-. Los muertos la atraparon. Eso sucedió el dia anterior a salvar a Leticia, Saúl, Coral y Hugo. Estaba conduciendo mi coche. Pasaba por la ciudad y los chicos huían de una horda entre gritos. Nunca mencioné a mi mujer. Me siento inútil. Un policía que no es capaz ni de salvar a su mujer.
-Lo siento, yo...
-Pero eso es el pasado-dijo volviéndose hacia Lidia-. Ahora puede tener otra mujer. Y te prometo que siempre te protegeré. Y a los niňos. Podemos ser una familia.
Lidia no daba crédito a lo que oía.
-Pablo, te estás confundiendo, yo...
-No pasa nada, relájate y déjate llevar-dijo mientras pasaba una mano por su cintura.
La mano de Lidia salió disparada hacia el rostro del hombre. Pablo abrió los ojos de par en par y apretó los dientes mientras se ponía rojo. Lidia no esperó su próxima reacción, y bajo las escaleras para volver a la casa. Pablo no la siguió.
Cuando la mujer volvió a la casa. Todos estaban instalados.
-¿Todo limpio?- preguntó Sol.
-Todo limpio.
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