EL DISFRAZ

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Todos estaban boquiabiertos. Lara había muerto. Marcos gritó y corrió hacia el cadáver de su sobrina. Se arrodilló junto a Eva y lloraron sobre ella. Alberto y Sandra corrieron hacia sus padres y los abrazaron entre sollozos incontrolados.

-Hay que darla en el cerebro-dijo Pablo, hasta él parecía conmocionado-, antes de que despierte.

Eva lo miró con los ojos hinchados de tanto llorar. Y luego los volvió hacia su hermana.

-Ten un poco de tacto-le susurró Coral-, acaba de perder a su hermana.

-Marcos, lo siento mucho-dijo Ramón, poniendo una mano sobre su hombro.

-¿Quién ha sido?-preguntó Marcos con brusquedad a Eva.

-Un zombi-dijo ella.

-Estas heridas no son de mordiscos.

-Lo sé, pero la mató con una navaja.

Todos la miraron, atónitos.

-¿Por dónde huyó?-preguntó Marcos.

Eva seňaló un pasillo, con una mano temblorosa.

Marcos, sin más dilación, echó a correr hacia allí.

Todo el grupo se abrazaba, tristes por la pérdida de Lara. Y sucedió. La joven abrió poco a poco sus ojos blanquecinos sin vida. Eva la miró sin reaccionar, y antes de que Lara atacase a su hermana, Pablo corrió hacia ella, y de un disparo la voló la cabeza, llenando a Eva de sangre. Se levantó furiosa.

-¡Maldita sea!-gritó mientras le daba una bofetada.

Pablo se llevó una mano a la mejilla, perplejo.

-¡Estúpida niňata, te he salvado el culo!-la escupió.

-¡Tú no tenías que acabar con ella, es mi hermana, imbécil, no la tuya!-gritó Eva.

Pablo la miró, atónito y furioso. Se alejó a zancadas del grupo entre murmullos e improperios. Eva se volvió a sentar junto a su hermana.

-Menos mal que no os pasó a vosotros-susurró Lidia a sus hijos.

-Decidme la verdad sobre lo que ocurrió-susurró Ramón a los niňos.

-Sucedió como dijo Eva-respondió Alberto.

Ramón puso cara de incredulidad.

-Ya has visto su herida-le recordó Sandra.

El hombre se lo pensó un rato antes de hablar.

-Hugo, Leticia, id a buscar a Marcos, si se encuentra al zombi puede tener problemas, llevad las pistolas.

Los jóvenes asintieron y fueron por el pasillo por el que salió Marcos.

-Saúl, Coral, Pablo, registraremos el resto del supermercado. A pesar de que ya hemos limpiado la tercera planta, aún puede haber zombis.

-Habla por ti-dijo Pablo-, no voy a jugarme el culo por unos inútiles que ni lo agradecen.

-Como quieras-dijo Ramón-, pero si algún día necesitas ayuda no me llames. Vamos, chicos.

Antes de irse, le tendió la pistola a su mujer y la besó. Se despidió de sus hijos y marcharon. Lidia quedó sola con sus hijos, una adolescente traumatizada y un tío tenebroso. Cogió una de las sábanas que usaron el día anterior y la colocó sobre Lara. Eva la sonrió, agradecida. Se sentó en una cama y respiró hondo. Sus hijos la miraban fijamente y no se movían del sitio.

-Podéis jugar-dijo Lidia con una débil sonrisa.

Los niños sonrieron, pero fueron a abrazar a Eva y a consolarla. Lidia miró a Pablo. Se había apoyado contra la pared y la observaba con una ceja levemente alzada. Decidió ignorarlo y centrarse en sus hijos.

Leticia y Hugo caminaron por el pasillo hasta llegar a una puerta cerrada a cal y canto. Pero a ambos lados, unas escaleras bajaban hacia la oscuridad. O una u otra, Marcos había bajado por una de ellas. Eligieron las de la derecha.

-No pienso bajar ahí-dijo Hugo.

-Pues lo harás-dijo Leticia.

Bajaron hasta llegar a otro pequeño pasillo, que daba a otra puerta, con una llave incrustada en la cerradura. La giraron y entraron. Era una sala pequeña y sucia, iluminada por una lámpara titilante. En uno de sus laterales había un gran boquete.

-Leticia-dijo Hugo cogiéndola del hombro-, no.

Leticia, por toda respuesta, le dió un beso y entró en el boquete. Gritó al ver el mayor horror que vió en su vida. Tirados por el suelo del sucio cuarto, había varios cadáveres de zombi con las tripas abiertas.

-Dios santo-murmuró Leticia.

Un grito ahogado la hizo volverse. Solo vió a Hugo. A Hugo con la garganta atravesada por un cuchillo. Gritó. El cuerpo de Hugo cayó, sin vida. Y lo vió. Vió lo que había matado a Lara. Alzó el arma con un grito rabioso, pero antes de poder disparar, el zombi apartó el arma de un manotazo. La pistola quedó a escasos metros de ella. La criatura trató de apuňalarla, pero lo esquivó y corrió hacia el arma. Cuando se agachaba a coger el arma, el zombi la agarró del pelo y tiró de ella hacia atrás. El cuchillo se clavó profundamente en su espalda. Leticia abrió los ojos al máximo y gritó. El zombi la arrojó con fuerza hacia el suelo. Con sus últimas fuerzas, se arrastró hacia la pistola. No llegaría, cerró los ojos y esperó el fin. Nada. Solo un disparo. Un grito de hombre y un golpe seco. El zombi cayó a su lado, gritando de dolor mientras se sujetaba la pierna. No era un zombi.

Oyó la voz de Marcos.

-Dime tu nombre-dijo apuntándole

-Iván...-susurró el asesino.

-Y ahora dime porqué.

El asesino no respondió, pero empezó a reír de manera espeluznante. Lo comprendieron, simplemente estaba loco.

Marcos disparó con los ojos llenos de lágrimas de rabia. Su sobrina había sido vengada.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora