OTRO HOGAR

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Después de la discusión entre Lidia y Leticia, todos comieron, encerrados en sus pensamientos, las últimas reservas de comida que les quedaban.

-¿Alguien sabe un lugar seguro donde asentarse?-preguntó Coral.

Nadie respondió.

-Podríamos ir al polideportivo-sugirió Alberto de golpe-. Es un lugar rodeado de muros de piedra y solo se puede entrar por la puerta principal.

-¡Claro!-gritó Sandra, alegre.

-Niňo, eres un genio-dijo Saúl, sonriendo.

Todos empezaron a hablar sobre cómo entrarían allí.

-Un momento-dijo Leticia-. Puede que sea un polideportivo, pero no hay comida y está en el centro de la ciudad.

-No, hay un restaurante-dijo Alberto-, tendremos reservas para rato.

Decidieron ponerse en marcha antes del anochecer, y en poco tiempo, llegaron a la ciudad. Una vez entraron, caminaron, armados. Todos tenían armas, pero cada una poseía solo 2 balas, era lo que les quedaba. Caminaron todavía un buen rato, hasta que oyeron varios gritos, y corrieron en su dirección. Curiosamente, no tuvieron que desviarse para seguirlos. Finalmente, doblaron una esquina y llegaron casi al polideportivo. Sería fácil llegar, de no ser por la horda de zombis que se arremolinaban en torno a varias personas, que ya estaban muertas y casi devoradas.

-Mierda-maldijo Pablo volviéndose hacia los demás.

-¿Qué hacemos?-preguntó Sol.

El hombre no respondió, y se asomó de nuevo para evaluar la situación. Habría por lo menos 20 zombis, y estaban a unos 15 metros del polideportivo.

-Dios menuda idea he tenido-dijo Diego, corriendo en dirección contraria a la horda.

-¡Espera!-dijo Pablo.

Finalmente resopló y le siguió, mientras hacía seňas a los demás para que esperasen. Entendió el plan de Diego al ver un autobús un poco más allá.

-¿Y si no hay llaves?-preguntó.

El hombre no respondió y subió al vehículo, que estaba abierto de par en par.

-Vaya, parece que al final había-sonrió Pablo al ver las llaves.

Diego se sentó en el asiento del conductor y pisó el acelerador al fondo. Segundos más tarde los zombis yacían mutilados bajo el vehículo, aunque aún quedaba alguno vivo. Los dos hombres bajaron del autobús y contemplaron su nuevo hogar, al tiempo que los demás se reunían con ellos.

HambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora