Capítulo 46

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_Yo iba callada en el asiento trasero mientras Kat dormía. Ambas estábamos en el auto de Harald, quien solo me miraba amenazante por el retrovisor.

Yo solo bajaba la mirada, además de que estaba muy borracha como para mantenerme erguida en el asiento.

Y así me quedé hasta que llegamos al departamento de Kat, mirando hacia otro lugar que no fuera su perfecta cara.

Harald la llevaba en brazos mientras yo abría la puerta. Entramos y la dejamos arropada en su cama. Claro, Harald tuvo que hacer todo el trabajo porque yo no podía estar muy derecha con los tacones y la borrachera que llevaba.

Y otra vez emprendimos camino, no me importaba si me llevaba a su casa o a la mía. Pero lo cierto es que quería que me llevara a la suya.

Me acosté en el asiento trasero, fuera de su vista. Coloqué mis brazos cruzados en mi cara para que la luz de los faroles, al pasar, no me molestara.

-Yo no...no quería un edificio, ni un auto, ni un celular. Tampoco quería joyas caras. Yo solo quería más tiempo contigo...eso era lo único- susurré pausadamente. Pero el silencio incómodo permitió que me escuchara.

No sé si contestó, solo sé que me quedé dormida y me desperté cuando Harald me estaba quitando el vestido para ponerme algo más cómodo. Miré mis pies, ya no estaban mis tacones.

-¿Te gusta Alan?- preguntó de repente, bajando mi vestido y dejándome en ropa interior.

-Sí, me encanta- contesté, pero no se escuchó tan sarcástico como quería. Me miró y frunció el ceño.

-Estás muerta, Ebbye- se levantó y se sentó en la esquina de la habitación. Poniendo sus brazos en el sofá de terciopelo.

-Fue sarcasmo. No me gusta Alan, en serio. Es alguien con quien podría tener una relación si no me gustaras, en serio. Solo me besó para darte celos, en serio. Te amo, en serio- confesé un poco más lúcida.

-No te perdonaré, no me mires así- volteó la mirada.

Quité mi mirada de cachorrito perdido.

-¿Puedes entender que no tengo la culpa?- me levanté para tomar mi vestido nuevamente- yo te perdono cualquier idiotez, pero yo hago algo y tú te pones así, ni siquiera me escuchas- me puse el vestido. Dando traspiés porque todavía tenía alcohol en mi sistema.

-¿Crees que yo no te amo?. Eres la mujer que...- lo interrumpí.

-¿La mujer a la que le pagaste por sexo?- me senté para colocarme mis tacones.

-¿Qué? ¡No!. Por Dios, ni siquiera estaba pensando en eso. ¿A dónde vas?. Mejor descansa- se levantó y me tomó por los hombros.

-Es una estupidez, Harald. Una maldita idiotez y tú no me perdonas- mis ojos se aguaron.

Estaba hecha un desastre.

-Hablemos cuando estés mejor- me intentó sentar en la cama.

-Bien, pero que sepas que ya estoy cansada y que no voy a seguir suplicando o pidiendo perdón, si no me perdonas entonces ya no seguiré luchando con esto.

Y esa noche pasó, al día siguiente me fui sin fijarme si Harald estaba en casa.

Al otro día Lila nos invitó a una cena, para celebrar nada en concreto. Yo no quería ir, tenía unos cólicos menstruales horribles. Pero en la noche me sentí mejor y Kat me pasó a buscar, sacándome de la cama.

Sabía que Harald iba a estar ahí, pero no sabía que Alan iba hasta que lo vi en la sala, conversando acaloradamente con Lila. Ahí se cocinaba algo.

Ambos ya estaban allí, así que no sé si quisieron irse a los golpes. Lo que sí pude notar eran las miradas escrutadoras que Harald le enviaba a la espalda de Alan desde la esquina de la escalera.

Saludé a todos, pero Harald volteó la mirada cuando mi vista se fijó en él. Llevaba ropa casual, no su usual traje negro, y realmente, no sé cómo se veía mejor.

Nos sentamos en la mesa, todos hablaban y comían, yo ya estaba un poco más animada y no me incomodaba la presencia de Harald mirando con odio a Alan a mi lado.

-Lo siento, por lo de anoche- susurró Alan cerca de mi oído.

Asentí, ni siquiera recordaba.

Todo estaba bien, hasta que alguien, específicamente Lila, hizo una pregunta incómoda.

-¿Ya están bien ustedes dos?- alternó la vista entre Harald y yo.

No sabía qué responder.

-No- respondí, él no dijo nada.

-¿No?- frunció el ceño.

Tal vez creía que habíamos arreglado todo anoche.

-No, no puedo salir con alguien que no confía en mí- soltó el pelinegro.

Miré hacia la ensalada en el medio de la mesa.

-¿Quieres irte?- preguntó Kat frente a mí. Asentí.

-¿Te llevo?- preguntó Alan, levantándose.

-No, traje mi auto. No te preocupes- le di una sonrisa cerrada.

-¿Qué tienes?¿Estás segura?- volvió a insistir.

-Te dijo que sí- intervino Harald. Alan no le respondió porque yo era más importante en ese momento.

-Si estuvieras pendiente a ella, otro no tendría que cuidarla- esa fue la gota.

Harald casi corrió hacia él y lo lanzó a la mesa, para después descargarle puñetazos en la cara.

Lo primero que hice fue gritar porque la menera en la que cayó Alan, fue muy dolorosa. Se veía doloroso chocar la columna contra la esquina de una mesa.

-¿Tú qué sabes?- preguntó el pelinegro tomándolo del cuello de la camisa.

Lila intentó separarlos, pero no pudo.

Yo intenté, pero no pude.

Lila volvió a intentar, pero no pudo.

Kat sí pudo, de la manera más idiota posible.

Primero golpeó a Harald en la cabeza con un cucharón. Obvio no funcionó.

Pero lo que hizo después sí. Se enganchó en su espalda.

-¡Suéltalo!- lo empezó a ahorcar. En otro momento la escena me parecería graciosa, en otro momento.

Harald tuvo que quitarse de Alan para poder luchar con la momia que gritaba en su espalda, pero hubo algo en específico que Kat gritó, algo que hizo que todo se pusiera absolutamente silencioso.

-¡No puedes tratarla así!. ¡Tiene cáncer y lo único que quiere es que la apoyes antes de morir!.



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HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora