Capítulo 35

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_Harald estaba allí, con el ceño fruncido mientras escuchaba como su hermana lo sermoneaba. Él tenía las manos en los bolsillos y una pose despreocupada, desinteresado por lo que ella le estaba diciendo.

Quise subir, pero ya me habían visto. Él me miró fijamente y ella solo lo observó a él, esperando que reaccionara.

-Ebbye- susurró Lila- ven siéntate, estoy preparando algo de comer. Necesitamos deshacernos de esta anemia- obviamente lo dijo para que él se enterara.

Iba a decir que mejor los dejaba solos para que siguieran discutiendo, pero asentí. Tenía hambre, cosa que tenía mucho que no sentía. Me fui hacia la cocina y me intenté sentar en la isla, sin éxito, obviamente.

-Torpe- escuché su voz masculina detrás de mí.

No me volví hacia él, no porque no quería verlo, sino porque sabía que me diría algo hiriente que no me merecía, por supuesto.

Rendida, saqué una silla y me senté en la mesa del comedor.

-Harald, quédate a comer- invitó Lila entrando al lugar. Si intentaba incomodarnos, lo estaba logrando.

-Claro, invitaré a Bell- me miró con una sonrisa. Me quería herir, lo sé. Pero lo más horrible era que lo estaba logrando.

-¿Por qué?- ella cuestionó tomando un cucharón.

Imaginarme a Harald con Bell solo lograba darme náuseas.

-Es mi novia, está a cinco minutos- dijo tecleando en su celular.

No dije nada. Tenía demasiados celos y esa mirada malvada de Harald solo empeoraba las cosas. Amaba hacerme sufrir.

-No vas a poder trabajar ahora, Ebbye- sacó el tema a relucir la pelirubia de espaldas.

-No, se supone que empezaría el lunes. Gracias por recordarme eso. Tengo que hablar con Alan y pedirle disculpas- miré hacia la ventana que daba al patio trasero.

-¿Quién es Alan?- preguntó, poniendo más leña en el fuego.

-Será mi compañero en la veterinaria, por él conseguí el trabajo- confesé, viendo vagamente el ceño fruncido de Harald.

-¿Hablas del que conociste en la playa en la casa de verano?- arqueó una ceja el pelinegro.

¿Y a él qué le importaba?. Asentí.

-Vaya, no solo te bastó con Ryan- su comentario me dolió demasiado, bajé la mirada. Solo escuché cuando Lila lo reprendió.

-Déjalo, Lila- esbocé una sonrisa ladina- Harald se va a arrepentir de sus palabras, pero cuando quiera disculparse, será muy tarde- lo observé fijamente. Sonrió con malicia.

-De lo único que me arrepiento es de haberte conocido- se acercó a mí. Para ese momento, Lila solo escuchaba. Entendía que debíamos hablar, pero nos estábamos ofendiendo, más bien.

-Sí, me di cuenta. Me sustituiste muy rápido- quise que mi voz sonara segura, sin mostrar que me dolía, pero ni siquiera sé si pude.

-No sentía nada por ti como para esperarte. Solo pasaste por mi vida y ya. Hay más mujeres que pueden complacerme. Hay muchas como tú, que lo hacen todo por dinero. Espero que tu hermana no sea igual a ti cuando crezca- comentó con asco.

Eso me dolió más que cualquier otra cosa. Mi apetito se estaba yendo al carajo y mis ganas de salir adelante pese a lo que me había pasado, se estaban esfumando.

Y no me había percatado, pero mis lágrimas empezaron a caer.

-Harald, vete- ordenó Lila.

-Sí, de hecho, no tengo nada qué hacer aquí- se levantó con ánimo y se dirigió a la puerta. Solo escuché que la cerró de un portazo.

Mis lágrimas estaban cayendo y no las podía detener. Ya sabía que Harald podía herirme con solo mirarme, pero mencionar a mi difunta hermana, eso no lo iba a permitir.

Sentí los brazos de Lila abrazarme mientras yo reposaba mi cabeza en la mesa.

No, no me iba a quedar así, no podía dejar que siguiera pensando que yo era una zorra.

Después de que Lila me, prácticamente, obligó a comer. Le pedí que me llevara a la empresa de Harald. Ella al principio se negó. Pero le dije que intentaría hablar con él una última vez, sino, entonces desistiría.

Y ahí estaba yo, tocando la puerta de su oficina después de que la secretaria me permitiera pasar.

-Creí que ibas a comer con tu novia- comenté sintiéndome solo un poco mejor.

-Eso no te importa- apretó su mandíbula en cuanto escuchó mi voz- ¿Qué demonios haces aquí?- se levantó de su asiento.

-Quiero hablar- me senté en el sofá.

-Ya dije todo lo que tenía que decir- se quedó parado frente a mí.

- Yo no puedo dejar que sigas creyendo que soy una zorra- bufé con mala gana.

-Solo quiero saber algo, ¿Por qué lo hiciste?- inquirió con el ceño fruncido.

-Dime algo tú. Trabajé para ti porque me gustabas, acepté tus exigencias. Sí, lo hacía porque necesitaba el dinero, pero ambos ganábamos. Me pediste citas, te las di. Estábamos juntos y cada día era bueno. Me enamoré de ti y de pronto desaparezco. Y confías en Ryan, el hermano de tu difunta novia. ¿No te parece algo estúpido?. Creí que eras inteligente. Descuidé a mi hermana por ti, y no me diste ni el beneficio de la duda, vine dos miserables meses después para explicarte lo que había  pasado, pero tú me reemplazas por otra. Cuéntame, ¿También le pediste diez citas?- pregunté con ironía.

-¿Qué pretendes viniendo aquí?¿Enamorada?- rió sin ganas.

-No pretendo nada porque ya me voy, solo quiero que veas la decepción que siento hacia ti, te creía una mejor persona. Pero eres orgulloso y controlador. Manipulador a veces y solo te interesa el sexo.

-Tuvimos nueve citas y en la última me abandonaste por tu ex-novio. ¿Qué quieres que piense?- cruzó sus brazos.

-Nada, sigue pensando lo que quieras de mí. Yo ya me rindo, que tengas una buena vida y gracias por todo. Voy a devolverte todo en cuanto pueda, el dinero de tu tarjeta y tu auto- me dirigí hacia la puerta y la abrí, pero fulano me empujó contra ella, haciendome cerrarla.

Sentí su respiración en mi cuello y su espalda pegada a la mía. Se alejó un poco, después de percatarse de que me podía lastimar el brazo con la puerta.

-¿Acaso te dije que te fueras?.

Llegó el momento de hablar, señores. Espero que sea ya porque Harald es demasiado orgulloso. Esperemos que eso no le juegue en contra.

Los amo, Xoreaders.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora