Todo es una porquería

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Ebbye

_Sonreí con incredulidad levantándome de mi asiento. ¿Qué demonios acababa de decir?

—¿Qué? —pregunté con una sonrisa de que quería escuchar mal.

—Lo que oíste. Yo no perderé, tú tampoco. Y podemos disfrutar —Se alejó entrando las manos en sus bolsillos.

—Creí que estaba escuchando mal, pero acabo de percatarme de lo descarado que es —Tomé mi cartera —. No quiero, no aceptaré su oferta. No necesito su dinero y no necesito nada de su parte —Me dirigí hacia la puerta.

—¿Porqué te niegas? —preguntó a mis espaldas —Cualquiera querría —dijo con socarronería.

—Lo siento, no soy una cualquiera y sí, tal vez esté armando un escándalo. Es que usted no entiende; podría tener sexo con cualquier hombre, tener un orgasmo o no y no importa. Es algo mucho más profundo: dignidad. Y estoy segura de que usted carece de eso —salí dando un portazo.

Bufé y agarré mi pecho. ¿Qué carajos fue eso? Caminé rápidamente por el pasillo y subí al elevador que estaba atestado de gente.

—Señorita, ¿Está bien? —preguntó un señor de avanzada edad a mi lado.

Posiblemente estaba pálida, pero estaba bien. Asentí agradeciendo su atención.

Me detuve en el primer piso y recogí a Lili en la cafetería que estaba de la mano de la recepcionista, esta tenía cara de que estaba harta de escuchar la voz de la pequeña.

Se la quité de la mano y me la llevé, solo pude respirar un poco cuando salimos para tomar un taxi.

Un chico moreno y vestido de traje de acercó a nosotros.

—Soy Aubery. Tengo órdenes de llevarlas. Hola Lili —informó cuando notó mi cara de confusión.

—No es necesa... —Lili me interrumpió.

—Sí, vamos. Me duelen los pies —Sonrió y tomó la mano del chófer para que nos guiara hacia el estacionamiento.

Llegamos a la casa un poco más tarde ya que tardamos bastante en la carretera con un tráfico que duró bastante tiempo.

No pude sonreír mucho a las ocurrencias de Lili mientras íbamos en el auto, Aubery me miraba con curiosidad por el espejo retrovisor.

Llegamos y me dispuse a preparar la comida. Me coloqué el delantal mientras Amy se vestía con ropa más cómoda.

—¿Estás bien? —Me sobresaltó cuando entró a la cocina.

Decidí dejar de pensar en lo sucedido más temprano y me volví con una sonrisa.

—Todo está bien, ahora te voy a preparar algo muy delicioso para que me pongas un emoji en la hoja —Acaricié su cabello cuando estuve a su altura.

—Yupi —Se sentó en la isla con mi ayuda.

Me dispuse a cocinar intentando olvidar lo que había pasado. Solo me dispuse a pensar en que nunca daría mi cuerpo mientras pudiera trabajar, pero también pensé que lo haría siempre y cuando Beth lo necesitara.

—Aquí está la comida —puse un plato frente a su cara en la mesa y me dispuse a comer con ella.

Ella terminó su comida un rato después, se levantó y subió las escaleras, luego bajó con los stickers y colocó una carita feliz en mi hoja. Era muy tierna.

—Eso significa que te gustó  —afirmé cargándola en mis brazos mientras ella se reía.

Mi celular sonó en mi bolsillo trasero y lo tomé, dejando a Lili en el piso.

Dejé de sonreír y mi corazón se aceleró cuando vi que era una llamada del hospital. Respiré profundo y descolgué.

—¿Hola? —contesté con un hilo de voz.

—Ebbye, tienes que venir al hospital —Colgué cuando le dije que de inmediato iría. Era suficiente con decir esa frase y ya mi corazón iba a mil.

Lila me había dejado un número de emergencia del tío de Lili y podía llamarlo y dejarla con él. Pero, bueno, no era momento si consideramos lo que ya había pasado entre nosotros.

Tomé un taxi con Lili en brazos y me mordí las uñas en todo el trayecto. No sabía lo que había pasado y la desesperación me carcomía.

Llegué y la chica de la recepción me miró como siempre lo hacía: con pena. Ella no lo hacía por mal, de hecho, Mad era una persona y llegué a desahogarme con ella unas cuantas veces. Pero esa mirada solo decía lo que ya sospechaba, algo malo había pasado.

Me encontraba en la sala de espera junto con Lili, era un piso en el que ella no podía estar por su edad y por la gravedad de los pacientes que estaban ahí, pero las enfermeras conocidas se hicieron las de la vista gorda. Agradecí cuando una me guiñó el ojo.

Los doctores estaban en la habitación de Beth haciendo no sé qué cosa y luego de un rato salió el más conocido.

—Ebbye, iré al grano, tengo malas noticias. Estamos haciendo análisis nuevos y tengo la ligera sospecha de que el cáncer se regó. Esto significa que las quimioterapias no están funcionando, de todas formas te llamaré mañana para darte los resultados, pero estoy casi seguro de que es eso —informó acomodando sus lentes.

—Pero ella estaba estable —Eché mi cabello hacia atrás con lágrimas en los ojos.

¿De la noche a la mañana?.

—Ya lo sé, Ebbye. Pero recuerda que el cáncer intentará mil veces derribarla. Ahora tengo que decirte que usaremos un tratamiento avanzado para ella, es más costoso y efectivo. No te prometo que se sanará porque ya lo sabes, pero haremos todo lo posible porque Beth viva por más tiempo —Asentí a todo mientras mis lágrimas caían.

—Haga todo lo posible, pagaré cualquier tratamiento —Pasé mis manos por mis ojos.

—Por ahora ve a casa y descansa —Colocó una mano en mi hombro y se fue.

No podía hacer más quedándome allí, así que nos fuimos. No hicimos mucho esa tarde, Lili se dispuso a ver caricaturas y agradecí que se quedara callada y no preguntara nada.

Cuando la madre de Amy llegó, le dijé lo bien que se había portado su hija y me fui.

Llegué a mi casa y lo primero que hice fue ducharme mientras lloraba.

El timbre sonó y me levanté con pereza a abrir la puerta. Era un repartidor.

Me dio un sobre y me hizo firmar. De inmediato lo abrí con extrañeza. Mientras lo leía supe que todo me había caído encima en un pestañear y yo no había tenido tiempo de procesarlo.

Primero Beth, ahora esto...

Mamá había hipotecado la casa antes de morir, así que el dinero que había dejado para los primeros tratamientos fue de la hipoteca.

Comencé a llorar con más fuerza, no por todo lo que estaba pasando, sino porque estaba empezando a pensar que todo iba normal, pero no.

Era como esos libros donde los protagonistas están muy felices y contentos y disfrutan de la vida, el lector sabe que pasará algo malo, pero los protagonistas no, así que les llega la desgracia. Es como la calma antes de la tormenta. Es como estar en el ojo del huracán, es el lugar más calmado, pero si sacas un pie hacia un costado...

Mamá había firmado una garantía de un año y medio, ella había muerto un año atrás, eso significaba que tenía que pagar en seis meses o estaríamos en la calle.

Subí desesperada pensando que tal vez era una equivocación, pero no quería engañarme. Incluso enviaron una copia del contrato que mamá había firmado.

Tomé el celular y, antes de arrepentirme, marqué el número de emergencia. De inmediato respondió.

—Hola —respondió. Su voz masculina inundó mis oídos.

—Soy Ebbye, la niñera. Yo...quiero. Quiero...aceptar el trato.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora