La ventana

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Ebbye

_Estaba lloviendo a cántaros, el cielo parecía que se caería. Yo estaba acurrucada en mi cama, intentando ver una película. Y digo intentando porque mis ojos estaban fijos en la pantalla, pero mi mente estaba concentrada haciéndome recordar lo que había pasado la noche anterior.

Había tenido un orgasmo con los dedos de Harald Benson, un hombre que había acabado de conocer, pero que él ya me conocía íntimamente.

Estaba  un tanto impactada con lo que había pasado en su auto, pero extrañamente satisfecha.

Entonces llegué a la conclusión de que debía por lo menos disfrutarlo.

A las cuatro debía verme con él y estaba terriblemente nerviosa ante la anticipación. Estaba entrando en un mundo nuevo, pero que sabía que me traería problemas.

Todavía podía recordar cómo se sentían sus besos en mi cuello, sus manos apretándome hacia él y sus dedos acariciándome.

Y entre pensamientos y una lucha mental, mi mañana se fue. Tenía que trabajar.

Me coloqué un vestido suelto, un poco más arriba de mis rodillas. Dejé mi cabello en una cola y listo. No iba a arreglarme tanto cuando posiblemente llegaría empapada.

Tomé un taxi que pasaba por allí rápidamente, debí tomar un abrigo; hacía bastante frío.

No había mucho tránsito por lo que llegué rápidamente. Saqué mi paraguas y me dirigí hacia la puerta. El rocío del césped me estaba congelando los pies.

Toqué el timbre y, como siempre, la puerta se abrió rápidamente. Entré y luego toqué la puerta de la casa.  Otra vez Harald me recibió.

Esta vez estaba vestido y me sentí estúpida cuando por mi mente cruzó la idea de que se vería mejor en toalla, como la última vez.

—Hola— Le di una media sonrisa.

Me escaneó, haciéndome sentir incómoda.

—Entra, te vas a resfriar— Se hizo a un lado para que pasara. Pasé hecha un hielo, estaba temblando— .Vamos arriba— Subí detrás de él.

Esta vez no entramos a su oficina, esta vez fue a su habitación.

Todo era blanco, exceptuando unos toques en negro y dorado. Era una habitación como cualquier otra, una cama, otra puerta al fondo que supuse era el baño y un pequeño sofá que lucía cómodo, además de algunos adornos que daban miedo de tocarlos.

Algo que sí llamó mi atención fueron las ventanas. El sol no se colaba por algún hueco, estaba completamente adentro, como si hubiera nacido allí. Vaya, era hermoso. El arquitecto pensó muy bien en qué dirección hacer las ventanas.

Caminé un poco y me sorprendió la gran vista. Se podía ver toda la ciudad desde allí.

—Vuelvo en un segundo— Escuché su voz alejándose.

—Es muy bonito— susurré a la nada.

Estaba encantada con la vista. Tanto así que no noté la respiración en mi cuello hasta que retrocedí un paso y choqué con otro cuerpo.

Sabía que era él, por eso inmediatamente me moví para mirarlo, pero con su mano derecha me tomó de la cintura y con la otra empezó a explorar lo que había debajo de mi vestido. No tenía bragas.

Su mano empezó a subir por mis piernas y se perdió en mi trasero. Escuché una risa ronca cuando se percató de que no llevaba nada debajo, como él quería.

Se alejó dejándome un poco abrumada y luego sentí como entró un abrigo por mi cuello. Intenté que no se me notara el desconcierto.

—Te vas a resfriar— Me lo terminó de colocar. Era grande, así supuse que era de él.

Pero no le presté atención.

—¿Por qué me dices que venga sin bragas cuando puedes quitármelas tú?— Crucé los brazos sobre mi pecho.

Se quedó callado por un momento y luego me dio una media sonrisa.

—Me excita la idea de que no tengas nada en la calle— contestó sin preámbulos.

—Eso suena enfermo— susurré para mí.

—Te escuché— entrecerró sus ojos.

Lo ignoré y me acerqué a la ventana nuevamente. Él se quedó detrás de mí, en silencio.

Eso no tardó mucho tiempo porque alguien, el cual no voy a decir su nombre porque es obvio, me empujó hacia el cristal y levantó mi vestido.

Tuve que poner mis manos en el vidrio porque sino me iba a golpear la cara. Mordí mi labio inferior y me quedé callada disfrutando su toque sobre mi piel.

Por un momento dejó de acariciar mis glúteos y mi vestido volvió a su posición inicial pero tuve que agarrarme con más fuerza cuando sentí su lengua en mi feminidad.

—¡Dios!— exclamé, sintiendo muchas corrientes por mi cuerpo cuando su lengua hacía maravillas en mí.

—Dios no te está follando, soy yo— dijo con su voz ronca.

—¡Harald!— volví a gritar y llegué a un explosivo orgasmo cuando mordió con suavidad mi clítoris.

Se levantó y no me dio tiempo ni a mirarlo cuando sentí como entraba en mí con una estocada.

Solo podía escuchar su respiración en mi nuca, una mano agarraba mi cintura y la otra mi cabello, pero no haciéndome daño.

—¡Harald!— mis gritos eran ahogados y profundos mientras él solo mordía la piel de mi cuello.

Así fue como ambos tuvimos un orgasmo en medio de su habitación bajo el sol que penetraba por su ventana. Por un momento recordé que eran ventanas y que alguien podía vernos, así que miré hacia todos lados con miedo, pero no vi a nadie.

Harald arregló sus pantalones y volvió, yo me quedé allí parada, procesando lo que acababa de pasar. Se acercó y nos quedamos mirando.

—Me voy, si no necesitas más nada— Tomé mi bolso y mi paraguas, afuera aún llovía, pero no tenía porqué quedarme más ahí.

—Voy a llevarte— me siguió— .Por cierto, espero que hayas empezado a tomar la pastilla del día siguiente. Puedes revisar tu cuenta, ya deposité dinero. Te pagaré cada vez que nos veamos.

No sé porqué sus palabras me dejaron con un nudo en la garganta, pero me lo tragué sin pensar en eso. Al fin y al cabo era así, solo sexo y dinero. Nada de sentimientos y cursilerías baratas.

El amor no iba a salvar a Beth de una enfermedad terminal.

—¿Por qué yo?— Acabé con el silencio cuando íbamos de camino a mi casa.

—Ebbye, si hubiera sido otra chica que hubiese entrado por esa puerta con Lili, también iba a proponerle lo mismo. No es nada en especial.

Auch.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora