_Como dije antes, Beth se desvaneció en mis brazos. Sus manos cayeron a mis costados y ahí supe que se había ido. Mi pequeña hermana había muerto en mis brazos. No quise mirarla de inmediato, simplemente porque no quería mirarla sin vida. Pero lo hice. Lentamente me alejé y miré sus ojos cerrados.
Yo no paraba de llorar, sentía impotencia, sentía demasiadas ganas de romper algo. Alguien tan inocente como ella no debía morir tan joven. Estaba enojada con el mundo, estaba enojada con el supuesto Dios.
-¡Beth!- grité mientras la movía en mis brazos. No podía ser. Ella no.
-Ebbye- entró el doctor con las enfermeras. Caminó hacia mí y entre todos me alejaron de Elisabeth- vamos, tenemos que hacer nuestro trabajo- comunicó con pena.
-Un minuto más, por favor- dije quitándome el brazo de una rubia de mi codo.
Él asintió. Yo me acerqué a ella nuevamente y la abracé mientras acariciaba su peluca. Se la quité y acaricié su cuerpo cabelludo.
-Te amo, no lo olvides- le di un beso en la frente. Me quedé en la habitación hasta que las enfermeras la desconectaban de las máquinas.
Luego se la llevaron a la morgue. Yo me quedé allí, en el medio del pasillo. Cayendo en la cuenta de que estaba sola, a partir de ese momento no tenía a nadie más.
Vi una imagen de Dios al final del pasillo. Me acerqué con rabia. Quería de verdad romper algo y nunca me había sentido así.
-¿Fui mala en mi vida anterior?- pregunté a la imagen. No me importó que alguien que cruzaba me miraba como si estuviera loca- Me quitaste a mamá, lo acepté, porque aún me quedaba Beth. Pero eres tan malvado y egoísta que ahora me quitas a Beth. Realmente no entiendo tu supuesta existencia. Si existes, ¿Por qué diablos haces esto?. Hay un montón de asesinos, delincuentes y personas que han cometido grandes pecados. ¿Por qué a Beth?. Si querías dejarme sola, lo has conseguido. Dices ser Dios, pero no eres justo, entonces no sé porqué te adoran tanto si no estás cuando la gente más te necesita- grité a la imagen.
Estaba enojada con una simple imagen. Pero necesitaba descargar mi rabia con alguien.
Se supone que en las etapas del duelo se comienza con negación. Pero yo había pasado a la segunda etapa: ira.
Un par de días después ya tenía las cenizas de Beth en mi mano. En la otra tenía mi pasaporte y mis documentos para viajar. Me subí en el avión sin mirar atrás. No pensaba durar tanto en Italia. Compré un vuelo de tres semanas.
Tenía llamadas de Kat, de Harald, Lila y Levan, pero no pensaba responder. Estaba lo suficientemente enojada como para no hacerlo. No quería hablar ni darle explicaciones a nadie.
Odiaba mi vida, realmente lo hacía. No porque no tenía nada, sino porque se me había quitado lo poco que tenía.
Habíamos ido a Italia con mamá, no había pasado tanto tiempo. Supuse que nos llevó con el dinero de a hipoteca de la casa antes de morir. Pero ya no éramos tres, ahora era solo yo caminando por las calles.
Quería desaparecer.
Me alojé en un hotel por el momento, aún no estaba lista para vaciar en el río Arno el contenido de esa cajita marrón. No quería deshacerme de ella tan rápido.
Me lancé en la gran cama del hotel, con lo que se suponía era Beth, a mi lado.
Y ahí lloré otra vez, y pasó una noche, pasaron dos. Tres y así se fue esa semana, luego se fue la siguiente, sin darme cuenta ya faltaban dos días para marcharme.
No había comido más de tres cucharadas en todo ese tiempo. Mi celular estaba apagado y con un ataque de ira rompí el cargador porque no quiso entrar en el celular en el primer intento.
Esa noche me quedé dormida, cuando me desperté tenía las lágrimas secas en mi mejilla. Era la primera vez que dormía en casi tres semanas.
Me levanté sin ánimo y me miré en el espejo. Horrible era un eufemismo para lo que tenía en la cara. Me lavé un poco la cara y volví a la cama, que estaba deshecha.
Pero había algo raro, algo faltaba. Yo había dormido con la caja de las cenizas a mi lado, pero no estaba. Fruncí el ceño y la empecé a buscar por todos lados. Pero no la podía encontrar.
Revisé la puerta, porque alguien debió llevársela, pero la puerta estaba bien, estaba cerrada. La tarjeta con la que entraba estaba en mi bolso.
Algo no andaba bien.
Con mis nervios a flor de piel y y las lágrimas en el piso del ascensor, bajé descalza hasta la recepción. La gente me miraba raro. Pero eso me tenía sin cuidado. Me importaba una mierda, aclaro.
¿Qué podía ser peor que tu hermana se muera?. Perder lo poco que te queda de ella, eso es peor.
-Señorita, las cenizas de mi hermana no están en la habitación. ¿Podría ayudarme?- pregunté a la recepcionista.
-¿Las cenizas de su hermana?. Necesito que me explique bien. ¿Cuál es el número de su habitación?- frunció el ceño.
-119- respondí limpiando mis lágrimas-¿Estaba sola?. Alguien vino a buscar la llave anoche, dijo que era su novio- respondió mirando su ordenador.
¿Qué mierda?. Harald no había ido.
-¿De qué habla?. No tengo novio, me registré sola. ¿Cómo le dieron la llave a un extraño solo por decir que era mi novio?- me alteré.
-Cálmense, nosotros...- la interrumpí.
-¿Ustedes?. Ustedes son idiotas, y voy a demandar este hotel por el mal servicio. Necesito que aparezcan las cenizas de mi hermana, en serio- para ese momento yo estaba gritándole a la estúpida recepcionista.
-Cálmense- dos guardias se acercaron a mí.
-Me calmaré cuando tenga a mí hermana en mis manos. Mientras tanto tienen que responder por esto. No estoy loca, no me vean así. Mi hermana murió y vine aquí para lanzar sus cenizas en el río, como ella me lo pidió y ahora no están. No puedo estar calmada. ¿Al menos tiene un vídeo de quién es el tipo?- pregunté intentando no subir por el escritorio y ahorcarla.
-No es necesario, aquí estoy- dijo a mis espaldas.
Hijo de puta.
Ay, ¿Quién creen que es?. Pinche ladrón. Ya fue suficiente con la muerte de Beth.
Ebbye no merece eso. Harald debe estar preocupado por ella.
ESTÁS LEYENDO
HARALD (Editando)
Romance¿Te gusta llorar como Magdalena cuando pasa algo malo con los protagonistas?. ¿Te enamoras a diario de esos personajes fríos y sin corazón que te hacen temblar?. ¿Te gusta reír por horas frente al celular y que tu familia te vea como si estuvieras l...