Ebbye
_El lugar estaba repleto de gente y ya no cabía un alma más. Todas las mesas estaban ocupadas y apenas eran las once del día.
Había mucho ruido, toda la gente riendo y hablando al mismo tiempo mientras comían y bebían.
El restaurante no era pequeño, pero tampoco un cinco estrellas. Había una cantidad considerable de mesas que casi todo el tiempo estaban llenas.
Era víspera de Navidad y la gente estaba feliz, así que ese día era movidito y atareado.
Habían amigos y familia comiendo y charlando sobre lo que harían el próximo año y lo sé porque había estando cubriendo casi todas las mesas del lugar. Mi compañera había dado a luz y yo estaba cubriendo su turno. Podía hacerlo otro empleado, pero necesitaba trabajar más horas para tener más dinero.
Me detuve en la cocina un momento, tomé un poco de agua y luego salí nuevamente. No podía pararme ni un segundo, los clientes pedían y pedían. Además de que a Billy, mi jefe, no le gustaba que olgazanearamos. Siempre que nos encontraba descansando, nos ponía a hacer algo y nos regañaba. Era un hombre muy tacaño y que no pagaba bien, pero era lo único que podía conseguir por el momento.
—Ebbye, ve al mercado, necesito que compres esto —Billy me llamó y me pasó un papel con productos para comprar.
Miré la lista, no era tan larga, pero eran cosas infaltables en una cocina.
El mercado no quedaba lejos, de hecho, cada vez que me mandaban, lo hacía caminando. ¿Por qué me mandaban a mí al mercado?. Eso debería hacerlo Billy, pero como siempre, nosotros hacíamos el trabajo por él.
Me aseguré de que mis compañeros estaban sirviendo y luego salí, no debía faltar personal.
Caminé y disfruté él no estar por un momento en el restaurante, había mucho ruido allí y eso me desesperaba. Pero estaba acostumbrada.
Llegué y empecé a comprar las cosas que me había ordenado mi jefe. Me dolían los pies y la señora de las zanahorias se estaba tardando mucho en devolverme el cambio. Se lo dejaría de propina, pero a Billy no se le escapaba ni siquiera un centavo.
Me dió el dinero y seguí caminando, solo me faltaban las papas. Ya quería que el día acabara.
Mi celular empezó a sonar y me acerqué a un banquillo para dejar las bolsas. Era mi jefe diciendo que me apurara. Él acostumbraba a no comprar las cosas con tiempo para luego enviarme a última hora.
Estaba segura de que Billy tenía algo contra mí, en serio, a mí me trataba peor que a los demás.
Bufé mientras le escribía que ya había comprado y que en un momento estaría allí.
Entré el celular en mi bolsillo delantero y tomé las bolsas nuevamente.
Un toque en la parte baja de mi espalda me hizo sobresaltar. Me volví para averiguar quién era.
Una niña pequeña estaba detrás de mí. Tenía el cabello rubio y los ojos grandes, parecía de algunos cinco años. Era muy bonita.
Estaba llorando y se le veía asustada. Me agaché y dejé las bolsas. Ella no dejaba de lagrimear y su cara estaba roja.
—Hola, ¿Por qué lloras? —Quité un mechón de cabello de su cara. Pero inmediatamente comenzó a llorar más fuerte —No, no, no. No llores, creerán que te estoy secuestrando —Miré hacia nuestro alrededor.
Habían muchas personas, lo que cruzaban nos estaban viendo. Lloraba muy fuerte, como si su vida dependiera de ello.
—Hey, ¿Estás perdida? -Ella cesó su llanto y asintió —¿Estabas con tu mamá? —Negó —¿Con tu papá? —Negó otra vez —¿Con tu niñera? —asintió.
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HARALD (Editando)
Romance¿Te gusta llorar como Magdalena cuando pasa algo malo con los protagonistas?. ¿Te enamoras a diario de esos personajes fríos y sin corazón que te hacen temblar?. ¿Te gusta reír por horas frente al celular y que tu familia te vea como si estuvieras l...