Ella no puede más

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Ebbye

_Mi corazón dio un vuelco en el momento en el que leí la nota. Con solo ver la firma podía saber de quién era: Harald.

Fruncí el ceño pensando en que no debía alterarme. Si Harald había aparecido, no me importaba. Ya no trabajaba para él. No puedo negar que me dejó como tonta, pero eso pasó tiempo atrás. Que él volviera no significaba nada, no debía significar nada.

Arrugué la nota y la tiré al zafacón. Subí a mi habitación. Beth aún dormía.

Me senté en mi escritorio y tomé un bolígrafo para devolverle una nota.

No me interesa en lo más mínimo tu regalo, así que por favor evita tener que enviarme notitas infantiles. También quiero que dejes de depositar dinero en mi cuenta bancaria. Me da incomodidad recibir dinero sin hacer nada.

Sonaba rencorosa, lo sé. Hasta enojada. Pero no podía aparecerse como si nada y darme un auto. Además, el contrato ya se había vencido, no era necesario que me siguiera enviando dinero.

Entré la nota en la cajita con la llave. Pero no sabía dónde él vivía y tampoco iba a averiguarlo así que me bañé y vestí. Fui a la casa de Lila, ella sí sabía.

—Ebbye— Me dio un fuerte abrazo.

—Hola— Le devolví el gesto— ¿Cómo estás?¿Y Lili?— pregunté pasando adelante.

—Está con su padre— Ambas nos sentamos en el sofá.

¿Recuerdan que el padre de Lili apareció? Bueno, pues, terminaron teniendo custodia compartida y cada uno se queda con ella por una semana.

Lila estaba nerviosa y lo noté solo un momento después de estar conversando. Ya sabía porqué era. Ella sabía la razón de mi visita.

Saqué la cajita y la puse en la mesita frente a nosotras.

—Se la iba a enviar por correo, pero no sé su dirección— ella ya sabía de quién estaba hablando— .Por favor, entrégasela tú— le di una pequeña sonrisa.

—Creí que no sabías que había vuelto— Tomó la cajita en sus manos— .Regresó a su casa, no la vendió. Sé que te molesta que te haya despedido sin decir nada y que ahora venga de repente— asentí. Porque eso era lo que pasaba por mí cabeza en ese momento.

—No puede pretender que no pasó un año. Lila, lo que pasó entre nosotros fue porque yo necesitaba el dinero y acepté la tonta idea de enamorarlo porque lo hice por ti, pero hasta ahí. Ya no necesito nada de él. Solo no quiero que me envíe estas cosas— le dije con una expresión calmada.

—Entiendo, intentaré dejárselo en claro. Por cierto, ¿Ya tienes el vestido de la graduación?— preguntó cambiando el tema. Gracias al cielo.

—Sí, ayer fui con Katherine a comprarlo. Por cierto— Saqué dos tarjetitas de mi bolso— ,una para ti y una para Lili— Le entregué las invitaciones.

—Claro, ahí estaremos. Pero no estoy segura si Lili estará aquí para ir, estará con su padre— las dejó en la mesita.

—Bueno, cualquier cosa le entregas una a Levan— Me levanté— .Ya me tengo que ir, dejé a Beth durmiendo— ella se despidió de mí y salí de su casa.

Cuando llegué, me fijé de un detalle que me dio mala espina. La puerta principal no estaba cerrada, estaba entrecerrada.

Pensé por un momento, intentando recordar si la había cerrado antes de salir, pero estaba segura de que sí. Nunca dejaría la puerta abierta.

Me asusté y me puse alerta al mismo tiempo que mi corazón latía rápidamente, pero antes de que pudiera entrar, una mano tocó mi hombro.

—¡Ah!— grité golpeándome con el marco de la puerta por el susto.

Me volví y fruncí el ceño al percatarme de que era la vecina del frente. Ella no tenía un grano en la frente, pero considerando que nunca había pasado ni una sílaba con ella, entonces estaba en mi derecho de mirarla raro. Sí, su toque en mi hombro era el único contacto que habíamos tenido. Sabía que vivía en la casa frente a la nuestra porque salía a enganchar la ropa todos los sábados.

—Señora...— Ni siquiera había escuchado su nombre por casualidad.

—Ruah. Puedes decirme Ruah— Me sonrió. Me fue imposible devolverle el gesto. Debía revisar que no hubiera un ladrón robándose mi cama con todo y Beth en ella, pero Ruah me tenía retenida— Imagino que eres la hermana de Beth, la niña que se llevaron hace unos minutos.

—¿Qué?¿Quién se llevó a Beth?— de repente empecé a desesperarme. ¿Quién se llevaría a mi hermana?

—Una ambulancia se la llevó, ella me llamó. Cuando salí la encontré inconsciente en la puerta. No estaba respirando bien— Cerré la puerta con llave mientras ella me contaba y no esperé que terminara así que salí corriendo y tomé un taxi.

Le dije que si pasaba algo que me llamara a mí.

Le pagué al taxista y entré rápidamente. La recepcionista me dijo que debía quedarme en la sala de estar, que estaban intentando restaurar a Beth.

Kat me envió un mensaje y le dije que estaba en el hospital. Ella me dijo que en diez minutos llegaba.

Así fue. Katherine se quedó más de media hora conmigo en la sala de espera. Me estaba mordiendo las uñas y maldiciendo mentalmente. Beth había durado nueve meses en casa sin recaer. ¿Cómo pasó de nuevo? ¿El tratamiento no estaba funcionando?

—Ahí viene el doctor— avisó la pelinegra.

El mismo doctor que cuidaba a Beth se había parado frente a nosotras con una cara que gritaba malas noticias.

—Ebbye, necesito que te sientes. Por favor— Señaló el asiento de donde me había levantado.

—¿Qué pasa?— Me senté porque sabía que no eran algodón de azúcar sus siguientes palabras.

—Ya no podemos hacer nada— soltó de inmediato quitándose sus guantes.

—¿Nada?— preguntó Kat por mí.

—Logramos establecerla. Llegó inconsciente pero va a despertar en un rato. Sin embargo, Beth ya no puede más, ya no hay nada que podamos hacer por ella. Puede morir mañana, tal vez en una semana o en un mes— Me miró con tristeza.

Allí fue cuando me volví loca en serio y empecé a llorar descontroladamente. Katherine intentaba agarrarme, pero yo estaba haciendo lo que muchos llaman "berrinche".

—¿Por qué no pueden hacer nada?— pregunté en medio de mis lágrimas.

Sentía que me dolía el pecho, pero estaba segura que no era mi corazón, era algo más allá.

—Está muy avanzado, Ebbye. Exponerla a más quimioterapias solo logrará dañarla más porque no va a servir de nada, intentaremos brindarle lo necesario. Se quedará aquí— El doctor se fue de nuestra vista no sin antes decirme lo mucho que lo lamentaba.

Estaba sentada con mi cabeza entre mis manos mientas Katherine me acariciaba la espalda y el cabello.

—Ebbye— Escuché una voz que era la última que quería oír por el momento.

Harald.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora