Desapareció

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Ebbye

_Creí que mi historia había comenzado en el momento en el que me topé con Lili en el mercado, cuando conocí a Harald y acepté el trato. Pero ahora sé que no. Harald rompió con nuestra extraña relación ese mismo día.

Es mucho lo que tengo que contar a partir de aquí porque creo que ahora es que mi historia comienza.

—Te pagaré durante el año entero como si estuvieras trabajando para mí, no te preocupes— me tomó por los hombros y me miró con sus inexpresivos ojos.

—Pero no entiendo, ¿No te gustan mis servicios? Solo hemos trabajado dos semanas— fruncí el ceño y puse mis labios en una línea recta.

Eso no me gustaba.

—Ve a la universidad, cuida a tu hermana y trabaja en un buen lugar. Estaré pendiente a ti— besó mi frente.

Su beso se sintió cálido y, ahora, después de un año desde ese día, recuerdo lo caliente que se sintió su beso en mi frente. Fue algo extraño de su parte, pero supongo que lo hizo para que me quedara tranquila.

Seguí insistiendo, pero Harald no me dijo nada más. Y, como ya dije, ha pasado un año desde ese día.

Tal como lo prometió, Harald me había depositado dinero en mi cuenta bancaria durante todo el tiempo que pasó.

No podía creerlo porque desapareció tan rápido como llegó. Fui a su casa, pero estaba en venta y no había nadie allí.

Le pregunté a Levan y a Lila, pero ninguno me decía qué pasaba. A mitad de año Lila renunció y empezó a trabajar en casa, lo que deja claro que yo me quedé sin trabajo, pero ella me ayudó a encontrar uno de medio tiempo.

Continué la universidad, solo me faltaba un semestre para terminarlo. Reprobé, Beth recayó y no pude centrarme en mis deberes. Pero luego volví a repetirlo y logré terminarlo.

Solo faltaba graduarme.

¿Cómo estaba Beth? No puedo decir que estaba totalmente bien. Seguía enferma, pero estaba en casa. Podía moverse, pero utilizaba un equipo que le brindaba lo necesario para no cansarse ni perder oxígeno.

Estaba bien, que era lo importante. Estaba feliz de poder ver más allá que paredes blancas.

Hacía un poco de frío afuera, yo estaba muy nerviosa porque faltaba una semana para mi graduación y me dejaron a cargo del discurso. Tenía que hacerlo bien.

Estaba sentada en mi cama comiendo un bocadillo mientras escuchaba desde mi habitación la música de Beth.

Odio ese tipo de música, no es personal, pero mis oídos no puedes aguantar tanto escándalo. Pero nunca le decía nada, la dejaba disfrutar.

—Déjame hacer las cosas que me gustan, si mañana muero te halaré los pies por prohibirme cosas. Quiero morir feliz— dijo cuando la reprendí por sentarse en la orilla de la ventana.

Continué escribiendo el discurso, pero no estaba feliz. No quería hablar como si mi vida fuese fácil. Pero tampoco quería contarle mi miseria al público. Al fin decidí que lo dejaría como estaba, que solo era un estúpido discurso y que no tenía que impresionar a nadie.

Vamos a buscar el vestido.

Llegó un mensaje de Katherine. Por cierto, Katherine y yo nos volvimos muy unidas. Hacíamos cosas juntas, pasar tiempo con ella era muy divertido. Además de que cuidaba a Beth por mí cuando lo necesitaba.

Kat volvió con Levan, así que por un tiempo la usé de chivo expiatorio para que me contara si escuchaba algo de Harald por parte de su novio. Pero no pudo sacarle nada.

Al fin me contó por qué terminó con Levan en el pasado, nada más y nada menos porque lo engañó con una chica. Imagínenlo.

Decidí colocarme unos tenis, arreglé mi blusa y tomé mi cartera. Solo faltaba una semana y yo no había comprado el vestido, muy bien. En el aire se sentía mi felicidad, nótese el sarcasmo.

Me coloqué un abrigo, tomé mi celular y salí de la habitación. Toqué la puerta de Beth, quien no escuchaba ni papa por estar oyendo su música escandalosa.

Entré, ella estaba sentada en su escritorio, jugando como una gamer youtuber. Apenas tenía diez años y se portaba como adolescente.

Y no me importaba, solo quería verla viva.

De inmediato me miró y apagó la música. Mis oídos sintieron paz de inmediato.

—Voy a salir, compraré el vestido de graduación con Kat. Recuerda llamarme rápidamente por cualquier emergencia. No importa si se acabó el cereal, llámame— acaricié el poco cabello que le empezaba a crecer.

—Lo haré, no te preocupes— noté sus ojeras. Me acerqué y le di un beso en la mejilla. La amaba.

Bajé las escaleras y salí de la casa, tomé un taxi y me encontré con Kat en la puerta del centro comercial.

—¿Cómo está Beth?— cuestionó pasando su brazo por mi cuello.

—Está bien, se está convirtiendo en una puberta rebelde— sonreí.

—Eso es bueno, supongo— me haló hacia una tienda.

Al final escogí un vestido sencillo. Era color granate, tenía un escote un tanto pronunciado y una pierna al aire libre. Pero tanto Katherine y yo nos enamoramos de él. No paró de decirme lo bien que me veía con el vestido hasta que nos despedimos.

Llegué a casa cansada porque Kat no descansó hasta encontrar los tacones perfectos, pero agradezco que se encargara.

Esa noche Beth y yo dormimos juntas, habíamos visto una película de terror y una de nosotras se puso miedosa y no quiso dormir sola. No, no diré quién fue.

El timbre de la casa me despertó la mañana siguiente. Beth tenía su cuerpo encima de mí, lo que significa que batallé bastante para salir de la cama. El incesante sonido me estaba volviendo loca.

Me coloqué mis pantuflas y bajé los escalones.

—¿Es usted Ebbye?— preguntó un muchacho, que supuse era un repartidor. Asentí— Tenga— me tendió una cajita de terciopelo— firme aquí.

Tomé el bolígrafo y coloqué mi nombre.

El chico se fue y yo cerré la puerta. De inmediato abrí la caja. Tenía una nota y fue lo primero que tomé en mis manos.

También vi que había una llave adentro.

Espero que me hayas extrañado, porque yo sí. Si quieres el regalo, ya sabes donde vivo.

H.


HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora