Te extrañé, Ebbye

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Ebbye

_Siendo totalmente sincera, no me sorprendí ante su petición, pero sí ante su descaro. ¿Qué carajos pretendía pidiéndome algo así? 

Esa noche iba a ser larga.

Harald me miraba serio, esperando que yo le diera mi respuesta. Era demasiado directo, y no me molestaba, pero siempre me tomaba desprevenida.

La pregunta era, ¿Volvería a acostarme con Harald? No, ya no necesitaba dinero. 

—Recuerda que cuando acepté el trato, lo hice porque necesitaba dinero. Pero ni en un millón de años me volvería a acostar contigo otra vez— dije mirando hacia el suelo.

El "nunca digas nunca" llegó a mi mente de inmediato.

—Mentirosa— dijo y subió las escaleras—. Duerme en aquella habitación, ni sueñes en dormir conmigo— Señaló una puerta en el pasillo.

—¿Qué? No pensaba dormir contigo. Ni sé qué carajos hago aquí, mejor me voy— Me dirigí nuevamente hacia las escaleras.

—Sí, vete.

¿Era una obligación involucrarme con él de nuevo? No, no lo era. Entonces, ¿Por qué reaccionaba como niño malcriado?

Bajé por las escaleras enojada dispuesta a salir de allí. No importándome lo tarde que era.

Abrí la puerta, pero alguien la cerró inmediatamente. Casi casi me aplasta los dedos. Ni siquiera noté en qué momento llegó hasta mí.

—Me voy, déjame salir— Quité sus manos de la puerta.

—No te vayas— puso una mano en mi cintura—, puede haber otra asesina por ahí— Sentí su respiración en mi nuca.

—Me echaste— Me volví hacia él.

—Hace un año dije que no eres atractiva ni especial— Arqueó una ceja. Eso me hizo sonreír.

—¿Eso significa que sí lo soy?— pregunté mirándolo a los ojos.

—No habría hecho un contrato de por medio si no me gustaras— contestó como si fuera lo más obvio.

Asentí, recordando lo que me había dicho Lila sobre eso.

Nos miramos por un momento, luego noté que su mano seguía en mi cintura. La quité de un manotazo.

—Duerme conmigo— dijo casi en un susurro. Sentí su aliento en mi cuello y mis vellos se erizaron.

—No— contesté intentando evadirlo para subir las escaleras.

—Solo dormir— insistió bloqueándome el camino.

—No— vaya, sonaba muy segura. Estaba sorprendida.

—Está bien, me rindo. Subamos— ambos nos dirigimos hacia las escaleras y nos separamos en el pasillo.

Ni siquiera me dispuse a fijarme en la habitación porque estaba agotada, solo sé que había una gran cama donde pasé la noche.

En la mañana hacía un calor horrible. Eso era raro porque estábamos con los grados por el suelo. Ah, pero rápido encontré la razón. Yo estaba acostada boca abajo cubierta con una sábana súper gruesa de algodón. No conforme con eso, había alguien durmiendo encima de mí. Harald.

Estaba encima de mí por completo ¿Qué demonios? Me estaba aplastando. Además, nadie lo invitó.

—Harald— Intenté salir de su pesado cuerpo.

—Uhm— fue lo único que dijo.

—¡Harald!— grité cerca de su oído.

—¡Demonios!— se sobresaltó—¿Qué te pasa?— preguntó haciéndose a un lado.

—Pasa que me estabas asfixiando, sin contar que no sé qué hacías durmiendo conmigo— me levanté, quitándome la pesada sábana.

—No podía dormir anoche— se sentó en la cama.

-Eso no es mi culpa, debiste contar ovejas y no aprovecharte de la situación— bufé —. Voy a bañarme— avisé tomando mi celular para saber si habían noticias nuevas de Beth.

—En el baño hay toallas y cepillos de dientes, báñate en mi habitación que hay champú— asentí y lo dejé solo en la habitación.

Me di un baño que definitivamente me refrescó bastante y luego Harald me trajo ropa de él. Los bóxers me quedaban más o menos. Pero con sus pantalones me parecía a una reguetonera del 2009. Pero al menos me prestó una correa. Su camisa también me quedaba grande, pero al menos estaba limpia.

—Harald— llamé bajando por las escaleras.

Lo encontré de espaldas haciendo algo en la cocina. Me miró y no pudo evitar reírse. Hijo de...

—Te ves bien— volvió a lo suyo, pero aún seguía burlándose de mí.

Tomé asiento en la isla, mirando su ancha espalda. Llevaba unos pantalones deportivos, pero no tenía camisa. Recordé que así durmió encima de mí. Rayos.

—¿Por qué no aceptas volver conmigo?— cuestionó de repente.

—No puedo, tengo dignidad. Desapareciste por un año y luego apareces, no me debes explicaciones. No somos nada, pero tampoco no me hagas esto— contesté mirando la cerámica de la mesa.

—No te voy a pagar, si así te sientes mejor— me entregó un plato.

—¿Podríamos no hablar de eso? Deja de insistir— asintió, rendido.

—Tú te lo pierdes— sonrió.

Rodeé los ojos.

—Pero con una condición— continuó— acepta el auto— Se sentó frente a mí.

—¿Si lo acepto dejarás de insistir?— asintió.

—Ya dejé de depositarte dinero, por lo menos acepta el auto— empezó a comer y yo también.

Al parecer Harald amaba gastar su dinero en tonterías.

—Dame las llaves— sonrió y se levantó. Yo seguí comiendo el extraño desayuno que nunca había probado. Pero era algo dulce y estaba delicioso. No podía identificar lo que era.

Me dejó la llave en la mesa y luego todo se quedó en silencio.

—Esto sabe bien— Rompí el silencio.

—Sí, es carne humana caramelizada— bromeó. Sonreí porque yo no conocía a ese Harald. Él no hacía bromas.

Terminé de comer y Harald se llevó los platos.

—¿Por qué eres así? Es decir, cuando te conocí eras la persona más fría, idiota y sería del mundo— dije intentando no ofenderlo.

—He estado de buen humor esta semana— fue lo único que respondió.

—Tu buen humor apesta— bromeé.

Se acercó peligrosamente a mí hasta estar muy cerca, tanto, que creí que me besaría. Y así de la nada, me dio un abrazo.

Empezaba a pensar que Harald tenía algún problema de bipolaridad o alguna situación mental.

Harald no era así un año atrás. Harald nunca me daría un abrazo. Harald nunca demostraría afecto. Pero también creo que en las dos semanas que nos vimos, no nos conocimos para nada.

—¿Me golpearías si te beso?— preguntó con sus manos en mi cintura. Yo estaba modo off. O sea, él me abrazaba con fuerza mientras yo solo tenía mis manos en su cuello. Así que las subí y acaricié su cabello. No sabía qué estábamos haciendo o qué estaba pasando.

—Sí— respondí con una sonrisa ladina. ¿Qué era eso que estaba sintiendo en mi estómago?

—Entonces vas a golpearme muy duro— se separó de mí y agarró mi cara con sus grandes manos. Luego unió nuestros labios.

Su beso fue salvaje y suave al mismo tiempo. Su lengua se movía junto con la mía. Pero tuvimos que tomar aire en algún momento, así que se separó de mí. Pero dio un último beso en mi cuello que me hizo gemir.

—Hasta ahora no lo sabía, pero te extrañé, Ebbye.




HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora