H, otra vez

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Ebbye

_Me quedé un poco en el aire en cuanto pronunció aquello, pero no dije nada. Ahora era su empleada y debía hacer lo que me ordenaba.

Solo me di la vuelta y me marché, dejándolo solo en su gran oficina. Pude respirar mejor cuando lo hice, estar allí adentro con él solo lograba que me pusiera nerviosa.

En el camino a la salida me despedí de Vicky, quien insistía en que me quedara a comer algo, pero tuve que negarme unas cuantas veces.

Solté todo el aire que tenía en mis pulmones cuando subí a un taxi. Estaba pensando en lo difícil que sería mi vida a partir del viernes próximo, pero también en todos los problemas que resolvería a cambio.

No podía visitar a Beth por el momento, estaban haciéndole muchos estudios y no me dejarían pasar, además de que estaba en una sala de observación. Eso solo significa que estaba grave.

Justo cuando iba a pasar la puerta de la casa, mi celular sonó, haciéndome sobresaltar.

Era Steff, la chica que trabajaba conmigo en el restaurante. Se me había olvidado llamarla para preguntarle por su bebé que acababa de nacer.

-Hola, ¿Cómo estás? Lamento no haberte llamado, he estado ocupada con... -me interrumpió con una sonrisa.

-Lo sé, entiendo. Además el bebé y yo estamos bien, hoy nos dieron el alta y ya estamos en casa. Puedes visitarnos cuando quieras -La última frase la chilló, haciéndome alejar el celular de mi oído.

-No grites -reprendí -me vas a dejar sorda.

-¿Es normal estar feliz por tener un bebé? -preguntó. Sonreí al imaginar su cara risueña.

Lo pensé por un momento.

-Si tienes un esposo que te ama y que no quiso que abortaras, entonces puedes estarlo -Miré mis pies.

-¡Lo estaría aunque fuera madre soltera! -exclamó.

-Sí, pero no estarías tan feliz porque estarías pensando en lo difícil que sería criar un niño sola. Más ahora que no tienes trabajo -Contraataqué.

-Sí, de hecho, te llamé porque sé que no tienes trabajo y la señora donde trabajaba necesita una niñera.

-No, de hecho, ya tengo trabajo y resulta que soy niñera -sonreí, luego borré mi sonrisa al recordar a Harald.

-Rayos, eso fue rápido. Cometí un error al dejar a esa niña allí, pero no tuve más remedio. Estaba a punto de dar a luz y entre la muchedumbre, la pequeña se me perdió -Suspiró.

Esa historia la había escuchado antes.

-¿Eras la niñera de Lili? -pregunté estando casi segura.

-Sí, ¿Cómo sabes?

-Porque ahora soy su niñera, yo la encontré cuando estaba perdida en el mercado y la llevé a casa. Su madre me ofreció el trabajo de inmediato -informé sentándome en el sofá.

-Qué pequeño es el mundo. La paga es muy buena. ¿Ya conociste el tío de Lili? Está más bueno que una hamburguesa -Rió en voz baja para que su esposo no la escuchara.

-Ya lo conocí y sí, es guapo. Pero prefiero mil veces una hamburguesa -Rodeé los ojos.

¿A quién engaño?.

-Pff, yo preferiría su salchicha- estalló en una carcajada -bueno, tengo que dejarte, espero que tú y Beth estén bien. Te hablo luego -colgó.

Así era ella.

Me quedé allí sentada por un momento con el celular en la mano. Tomé mi cabeza entre mis manos y me permití llorar.

La enfermedad de Beth estaba en su acmé. La foto de mamá en el medio de la sala tampoco ayudaba mucho.

Fui arriba y me di una ducha, debajo del agua mi piel de erizó al recordar el perfume de Harald.

Rápidamente quité esos pensamientos. Llorar tanto me había debilitado y estaba volviéndome loca.

Me vestí y decidí ir al mercado para comprar algunas verduras y frutas. Estaba cerca, podía llegar caminando.

Caminé con mi bolso en mano y compré algunas cosas. Luego me detuve a comprar un jugo porque me moría de sed.

Decidí sentarme un momento y dejar las bolsas a un lado.

Cuando había terminado de beber mi jugo, me levanté y me dirigí hacia el zafacón más cercano.

Fue algo raro lo siguiente que pasó. A ver. Yo me paré y lancé el recipiente de plástico hacia el zafacón, pero al mismo tiempo alguien hizo lo mismo, haciendo que ambos vasos chocaran en el aire y cayeran en el piso.

Miré a la persona que había hecho eso y me sorprendí.

Harold estaba del otro lado con su sonrisa imponente que mostraba suficiencia.

Me agaché y recogí ambos vasos.

-Hola -me acerqué a él.

Esta vez no llevaba su usual traje negro, estaba vestido con ropa casual y le sentaba bien. No parecía un multimillonario falta de sexo.

Asintió en forma de saludo.

-Anticuado -susurré para que no me escuchara.

-¿Qué dijiste? -preguntó observándome fijamente, haciéndome temblar -no soy anticuado -Me fulminó con la mirada.

No sé susurrar, al parecer.

-¿No? -Crucé mis brazos sobre mis pechos.

-No -Miró mis pechos. Llevaba una blusa con algo de escote así que quité los brazos y los coloqué en mis costados.

Otra vez ese perfume invadió mis fosas nasales. No puedo describir el olor porque era nuevo para mí, totalmente desconocido.

-¿Qué haces por aquí? -Se pasó una mano por el cabello.

-Solo estaba comprando algunas cosas -Señalé el banquillo donde las dejé.

-¿Qué cosas?. Ahí no hay nada -Miré hacia el banquillo y vi que sí estaban mis bolsas ahí.

Lo miré y me sorprendí de encontrar una sonrisa ladina en su rostro.

-No es gracioso -fruncí el ceño dándole la espalda, caminando para recoger mis cosas.

-Lo es -El sonido de sus pasos me confirmaban que me seguía -¿Te llevo?

-No, gracias. Me toma unos diez minutos llegar -Me volví hacia él preparada para irme.

-Como quieras -Se puso serio. No esperé más y pasé por su lado -una cosa más -me detuve y lo miré para saber qué iba a decir.

-¿Qué? -Lo miré y tenía las manos dentro de sus bolsillos.

Se acercó a mí, retrocedí pero me alcanzó por el brazo y me quedé parada mientras él se acercaba a mí oído. Su respiración me estaba erizando los vellos de la piel.

-No era broma. Recuerda no llevar bragas.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora