Capítulo 32

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_Todo estaba mal. Yo estaba mal. Completamente. Beth ya no estaba más conmigo, y era literal y definitivo.

Ni tarjeta de identidad, ni pasaporte, ni visa. Solo mis dos tarjetas de crédito. La que Harald me había dado y la mía. Con la mía ya no podía pagar, así que me tocó usar la de Harald.

No tenía celular, para comprar uno necesitaba mi identificación, cosa que no tenía.

Podía pedir uno prestado en recepción, pero Ryan me miraba de cerca. Así pasó un mes. Fui al río nuevamente cuando Beth cumplió un mes y hablé un rato con ella. Y en las noches lloraba. Estaba muy delgada y no comía casi nada. En un día no probaba más de cinco bocados. Y así pasó otro mes, ya me había hecho amiga del chico que me llevaba la comida. Pero lo que mayormente pedía era alcohol.

Recuerdo exactamente que era viernes. Alguien tocó mi puerta, era Ryan.

-Aquí están tus cosas- me entregó mis documentos. Sentí un gran alivio.

Las tomé y lo miré fijamente.

-No vuelvas a aparecerte en mi vida, te lo ruego. Ahora lárgate, no quiero verte- él asintió intentando mostrarse arrepentido, pero él era falso. Sus ojos tristes eran falsos.

-Estoy satisfecho, no volveré a molestarte. Tal vez me arrepiento de hacerte pasar por esté mal momento. Pero no me arrepiento por Harald. Puedes irte cuando quieras- me dio una media sonrisa que se me antojó estúpida porque ya no valía de nada y se fue.

Cerré la puerta con más fuerza de la debida. Me senté en la cama y revisé mis cosas. También me había dado un nuevo celular. Lo encendí.

Había puesto todos mis datos, mi tarjeta de memoria y mis contactos. De inmediato pedí un vuelo que sabía dos días después, por suerte para mí.

Y así fue como dejé Italia. Dormí durante todo el vuelo. Desperté cuando aterrizamos. Al fin sentía calor.

Lo primero que hice cuando llegué a casa fue darme un baño reconfortante mientras pensaba. No quise entrar a la habitación de Beth, aún no estaba preparada. Pero estaba empezando a aceptar todo lo que había pasado. Aún no tenía ganas de nada, pero comenzando por mejorar mi apariencia fue mi comienzo.

Beth quería que yo trabajara, así que debía buscar trabajo.

Le escribí a Alan, el chico que conocí en la playa cuando fui con Harald a la casa de verano.

Me dijo que podía pasar por la veterinaria esa tarde ya que su jefe estaría libre, además adjuntó su ubicación. Me dijo que no llevara currículum, me extrañó.

Salí de la bañera y me coloqué una ropa decente. Intenté guardar mis ojeras debajo del corrector, pero ellas querían salir y brillar.

Me miré en el espejo. Estaba demacrada, pero no debía parecerlo. Practiqué una sonrisa frente al espejo.

Salí de la casa, me guié con el mapa porque no tenía idea de dónde era el sitio. Me estacioné. Era un edificio grande, tengo que admitirlo. Y en grande tenía el nombre: NA’S.

Entré y una recepcionista pelirroja me recibió con una gran sonrisa.

-¿Eres Ebbye Weeten, la amiga de Alan?- cuestionó mirándome por encima de sus lentes.

-Bueno...- sonreí. Amigos no éramos- sí- dije.

Ella anunció mi llegada y me dijo que debía subir al piso 3, donde estaban las oficinas. Era una empresa, para decirlo más claro. Todas las puertas estaban cerradas, pero tenían los nombres en una plaquita.

Alan Stew.

Toqué la puerta un par de veces.

-Adelante- escuché desde adentro.

Pasé, Alan estaba sentado en un escritorio. De inmediato un cachorrito corrió hacia mí y se metió en mis pies. Ni siquiera podía verle la cara porque tenía demasiados pelos. Pero me agaché a su lado y lo sostuve en mis brazos. Era demasiado lindo. Era blanco con manchas negras.

-Hola- saludé cuando dejé al cachorrito en el suelo- ¿Es tuyo?- pregunté tomando asiento frente a él.

-Buby te recibió muy bien, así que no te daré la bienvenida- sonrió.

Buby corrió hacia sus pies y él lo puso en su regazo. De inmediato se quedó tranquilo. Sonreí, era la sonrisa más verdadera que había esbozado en dos meses.

-Está muy adorable- me acomodé mejor en el asiento y puse.

-Acabo de adoptarlo- me regaló una mirada que me hizo sentir un poco incómoda, porque sentí que vió mi alma- te dije que no trajeras el currículum hoy porque no sé si voy a necesitarlo. Acabas de graduarte, imagino que no tienes experiencia. Y nosotros necesitamos empleados urgentemente. Claro, más adelante debes traerlo para el registro. Mientras tanto llévate esto para que leas los términos y condiciones. Luego puedes traer tu hoja de vida. No la voy a necesitar para contratarte, pero la empresa lo necesita, así que tómalo con calma- me tendió un folder.

-Está bien, entiendo. No hay problema. ¿Cuándo debo venir?- pregunté levantándome.

-El lunes. Espero que nos llevemos bien. Espero que seas buena y estés dispuesta a aprender, porque el jefe es muy exigente- sonrió. Devolví el gesto, me despedí y salí del sitio.

Estaba en el estacionamiento guardando el documento en mi bolso, cuando de repente un perro entró debajo de mi auto. Entré mi bolso en el asiento del copiloto y me agaché. Era un perro que no parecía adulto, pero tampoco un cachorro. Al parecer estaba asustado.

-Oye, ven acá. Tienes que salir, no tengas miedo- dije con mis manos y mis rodillas en el pavimento.

Después de intentarlo varias veces, el peludo salió lentamente y lo tomé en mis brazos.

-Es mío- dijo una voz femenina detrás de mí. Me volví hacia ella acariciando al perro que tenía un olor descuidado y para nada de mi agrado- lo traje para bañarlo, pero odia el agua- la miré. Era una chica de más o menos mi edad, aunque se veía un poco más mayor. Tenía el cabello corto perfectamente recortado.

Era alta y vestía muy elegante. Sonreí entregándole el perro.

-¿Lo encontraste?- cuestionó una voz saliendo de atrás de un auto.

-Sí, amor. Aquí está- contestó ella.

Cuando el hombre se acercó, sentí que volvía a caer en el mismo hoyo. Más bien, nunca salí.

Era Harald.

HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora