Capítulo 39

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_Ese día estuvo tenso, pero solo bastó unos minutos para que ambos estuviéramos bien.

Decidí olvidar ese momento, aunque quería que me dijera que me quería, tampoco podía obligarlo. Tal vez era muy rápido.

Al día siguiente me estaba preparando para ir a una cena con los padres de Harald, que cordialmente me habían invitado a su casa.

Estaba nerviosa, cualquiera lo estaría. Los padres de Harald, aunque él me había dicho que estuviera tranquila ya que eran amables, me importaban. Me importaba su opinión.

Era algo casual, aunque en el fondo sabía que no. A lo que llamamos casual la gente pobre, la gente millonaria le tiene otro significado. Así que solo me dispuse a optar por un vestido granate con la espalda descubierta y un escote no tan profundo.

De pronto, mientras me peinaba frente al espejo, recordé a Beth. Recordé el momento exacto en el que me estaba arreglando frente al espejo y ella me dijo que se sentía mal.

-No, no llores ahora- me susurré a mí misma abanicando mis ojos con mis manos.

-No es pecado que llores- Harald me dijo desde la puerta- llevaba un perfecto traje que, para mi sorpresa, no era negro. Más bien, era de un azul oscuro que le sentaba muy bien- estás hermosa- sonrió.

-Ya lo sé- volví mi cara con arrogancia.

Se acercó a mí me me abrazó por la cintura, puso su cara en mi cuello y me miró a través del espejo con sus manos envolviéndome.

-No estés nerviosa- me besó el cuello.

-¿Cómo no?- acaricié su cabello.

-Te amo- dijo de repente. Casi salto por la sorpresa. Me volteé hacia él.

-Oye, no...- iba a decirle que no era necesario que lo dijera, pero me interrumpió.

-Lo digo porque lo siento, así que no te preocupes. No pienso esperar a que te canses para decírtelo- unió nuestros labios.

¿Era real?¿En serio estaba pasando?. Sí, no podía ser más real.

Salimos de la casa entre los estúpidos chistes de Harald que, extrañamente, me hacían reír.

Por cierto, no les conté sobre mi primer día de trabajo. No hice mucho, realmente, Alan me estuvo enseñando algunas cosas antes de comenzar, pero era un lugar muy visitado, así que supuse que estaría muy ocupada.

Llegamos a una casa que por fuera no parecía para nada humilde. Una mansión en todo el sentido de la palabra.

-¡Rayos!- exclamé asombrada cuando Harald tocó el timbre.

Me miró y sonrió. Tomó mi mano y luego nos quedamos allí parados hasta que dos señores abrieron la puerta.

Era una mujer rubia de avanzada edad pero que se veía jovial y saludable. Era muy parecida a Lila. El señor que estaba a su lado tenía unos ojos verdes hipnotizantes, iguales a los de Levan y Lila.

Ella de inmediato me miró y me dio un abrazo sin siquiera mirar a Harald. Luego me soltó y me agarró por los hombros.

-Así que tú eres Ebbye- me volvió a abrazar- estaba muy ansiosa por conocerte. Pasen- me haló hacia adentro.

-Sí, un placer- dije siguiéndola.

Me guió hasta la sala de estar, allí había unos sofás muy cómodos en los que nos acomodamos.

-Por cierto, él es mi marido Leo y yo soy Sarah- él asintió y yo le sonreí.

-También te quería conocer. Quería saber quién fue que hizo llorar a Harald cuando te fuiste- bromeó.

¿Lloró?. No creo. Harald solo frunció el ceño y lo fulminó con la mirada.

-No creo que haya llorando- negué.

-No lo hice- negó el pelinegro.

-Ajá, está bien- aseguró su padre no muy convencido.

Más tarde, llegó alguien extra a la cena. Estábamos tomando champaña en la sala cuando una mujer de cabello negro entró y se sentó junto a nosotros. No sabía quién era, era muy joven y tengo que admitir que la manera en la que abrazó a Harald me dio celos. Parecía de su edad.

-Un placer, soy Hilary Soy la madre de este pequeño demonio- me dio un beso en la mejilla.

Yo me quedé un poco aturdida, pero de igual manera me presenté como la novia de Harald.

¿Es normal invitar a cenar a la madre biológica de tu hijo adoptivo?. No lo sé, pero eso era lo que estaba sucediendo. Lo que más  me sorprendía era lo bien que se llevaban. No me molestaba, más bien me sorprendía.

-Es normal aquí- Harald me susurró y me apretó la pierna.

Los padres adoptivos de Harald y su madre eran muy graciosos. Nada se sentía incómodo con ellos. Me gustaba que fueran demasiado abiertos.

Pero, aunque quería quedarme, tuvimos que irnos después de comer una deliciosa cena preparada por Sarah.

No estaba ebria, pero me estaba riendo de todo durante el camino. Ni siquiera nos hicieron preguntas incómodas, cosa que agradecía. Pero mi sonrisa se desvaneció cuando llegamos a casa.

Porque justo en la puerta Bell estaba esperando a Harald. Estaba desesperada y llorando y se veía mal. Pero había algo en ella que no me gustaba. No era de fiar.

-Harald...- pronunció la chica de pelo corto apenas nos bajamos del auto.

-Bell, ¿Qué pasa?- soltó mi mano y se acercó a ella.

-Ven conmigo, necesito tu ayuda. Me intentaron violar- lloriqueó. Él la abrazó. No pude evitar sentir celos ante el gesto que estaba teniendo con mi novio. Mi hombre con el que yo vivía.

¿Por qué yo no estaba sintiendo compasión por ella?. Me sonaba falsa su actitud.

-Entra a la casa, volveré en cuanto pueda. Sube al auto, Bell- le ordenó. Ella se colocó en el asiento del copiloto.

-Te llamaré, no te preocupes- me dio un beso en la frente.

-¿No puedes llamar a la policía y ya?¿Por qué tienes que ir?. No me gusta esto- mostré mi descontento con mi susurro enojado.

-No se trata de esto, Ebbye...- tocó mi hombro.

-Si te vas con ella, en serio me voy a enojar contigo- crucé mis brazos sobre mi pecho.

¿Yo por qué estaba actuando así?.

-Entonces tendrás que enojarte.


Uyyyy. Esa Bell me parece sospechosa.

Hola.






HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora