Quiero romper el contrato

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Ebbye

_Los labios de Katherine se movían junto con los míos. Allí me di cuenta de que era totalmente heterosexual. Agarré su cabeza con cuidado y la alejé de mí. Ella no tenía  ni un poco de arrepentimiento en su cara, más bien me sonrió.

Y Harald estaba mirándonos con los brazos cruzados desde la puerta. Levan se colocó a su lado un segundo después.

—Nos conocimos el otro día, Khaterine. Y soy heterosexual— le susurré. Ella solo sonrió.

—No importa, no te preocupes. Solo amigas— me dio un abrazo— .Voy a casa— Me soltó y luego llamó a Levan para que la llevara. Eran unos ex novios muy raros.

Miré a Harald. Tenía los ojos entrecerrados y su pose de autosuficiencia. No parecía que algo lo afectaba a simple vista.

No dije nada. Había violado una ley del contrato, pero, en mi defensa, yo no la besé.

Respiró profundamente, sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hasta mí. Me tomó del brazo y me llevó hacia el auto. Yo solo me dejé llevar.

Nadie dijo nada cuando nos dirigimos a mi casa, yo tampoco quería hablar mucho. De repente me entró una crisis existencial y con algunas copas eso no era beneficioso.

—Estoy esperando que me regañes— rompí el silencio. Lo miré. Tenía sus manos en el volante y sus ojos hacia el frente.

—No voy a discutir contigo mientras conduzco. Eso no es responsable— fue lo único que dijo.

Respiré y bajé mi cabeza. De repente me sentía cansada y no quería verlo, no quería nada que tuviera que ver con él. De repente me entró arrepentimiento por haberlo conocido. No me di cuenta, pero mis lágrimas estaban cayendo en silencio. Estaba harta de ser un adulto y tener que tomar decisiones difíciles.

Me entraron unas ganas repentinas de renunciar, volver a trabajar en un restaurante como siempre. Nunca terminar la universidad y casarme con un hombre bueno. Seguir cuidando de Beth y ser una ama de casa. Tener dos hijos y vivir una vida común. Tener sexo una vez al mes porque mi matrimonio comenzó a desbaratarse en cuanto cumplí los treinta.

 Luego recordé que si rescindía el contrato, tenía que pagar, y se me fueron las ganas de renunciar. Pero extrañamente me sentía triste.

Ya había tenido sexo con un desconocido por dinero y había aceptado conquistarlo porque su hermana quería verlo feliz y me pagaría. Todo lo movía el dinero, maldita sea.

Suspiré, tratando de normalizar mis pensamientos y mi respiración.

Hace rato que habíamos llegado a mi casa, pero Harald me miraba con una ceja arqueada mientras yo derramaba lágrimas como una magdalena.

—¿Se puede saber por qué lloras?— Escuché como apagó el auto.

Negué. Porque ni yo misma sabía.

—Solo regáñame para irme en paz— dije en medio de mi repentino y patético sufrimiento.

—¿Eres bisexual?— preguntó con duda en la voz.

Negué.

—¿Y qué fue eso? Sabes que es incumplimiento de contrato. No deberías dejar que nadie te bese de esa manera. No puedes tener más relaciones— dijo. Pero no sonó como un regaño. Más bien sonó como si me estuviera dando la dirección de una calle.

—¿Por qué no me regañas?— lloriqueé deseando que el mundo se acabara.

—No lo haré, sé que no quisiste besarla y que no tienes la culpa. Contrato mujeres para tener sexo y eso suena raro, pero tampoco soy un estúpido. No sé porqué lloras como tonta y pides que te regañe. ¿Es algún tipo de fetiche?— sonrió. Harald estaba sonriendo.

—Estás sonriendo— lloriqueé— .No sé porqué lloro, solo no quiero tener que tener sexo para tener dinero. Odio que mi madre haya muerto y me haya dejado con tantas cargas y deudas. Ya sé que llorar no arregla nada y que quejarse mucho menos. Pero me siento harta. Estoy harta. Quiero terminar con el contrato y desaparecer me de la faz de la tierra. Ni siquiera puedo buscar un buen trabajo porque no he terminado la universidad. Esto es una maldita estupidez. Y es patético llorar y quejarme frente al hombre con el que tengo sexo— dije todo eso sin respirar mientras miraba hacia el frente. Mi vista estaba borrosa y mi vestido estaba manchado con algunas lágrimas.

Después de soltar todo eso me sentí demasiado bien. Creo que debí hablarlo hace bastante tiempo.

Miré a Harald, no pude saber qué pasaba por su mente porque, ya saben, no tiene expresiones. O no las muestra, como sea.

No esperé a que dijera nada o que me consolara. Ya me sentía lo suficientemente patética. Así que salí del auto sin mirar atrás y entré a mi casa. Me recosté en la puerta por un momento.

Limpié mis restos de lágrimas y subí las escaleras. Esa noche dormí bien, tengo que admitir. Pero desperté con los ojos hinchados.

Esa mañana todo estaba triste y lo digo porque estaba lloviendo. Estaba todo nostálgico y de película, pero yo me sentía bien. Estaba lista para trabajar. Cuando llegué a la casa de Harald, este me esperaba en su oficina. Parecía enojado cuando entré. Dejé mi bolso a un lado y me empecé a quitar la blusa, pero él se levantó rápidamente e impidió que lo hiciera.

—¿Qué pasa?— pregunté notando sus manos aún debajo de la tela.

—No voy a tener sexo contigo— Tragó saliva y se alejó. Por alguna extraña razón evitaba mi mirada.

—¿De qué hablas? Es mi trabajo. Aunque, bueno, si hoy no quieres, entonces podemos...— fruncí el ceño. ¿Qué demonios le pasaba de repente? Disculpen la grosería.

Pero me tenía confundida.

—No, no voy a tener más sexo contigo, Ebbye— Esta vez sí me miró.

Eso significaba que iba a despedirme. Unos nervios me invadieron rápidamente. No quería que me despidiera. No era el mejor trabajo, pero no la pasaba mal con él. No me obligaba a nada y me pagaba bien. Además de que el horario era muy bueno.

—¿Por qué dices eso de repente?¿No estás conforme con mis servicios? Espera, ¿Fue por lo que pasó en el baño o lo de anoche?— pregunté sin hacer pausa. ¿Por qué no me respondía?

—No es por eso, aunque me enojé. Me gusta el sexo contigo, Ebbye, pero quiero romper el contrato.


HARALD (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora