Capítulo 19: Con solo una sonrisa

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"Yo la quería y no quería a nadie más, y el tiempo que pasamos solos fue de mágica maravilla."


Ernest Hemingway





Las luces, la música, el vino, la alegría continúan en la casa de las Pinciotti. A excepción de las que lo saben, nadie imagina donde están Alex y Piper, desconocen que continúan fundiendo sus cuerpos sin descanso, que el ruido de arriba es ajeno y e indiferente comparado a los gemidos guturales, rabiosos, intrépidos y hasta vulgares que provoca la pasión entre ellas. Luego de leer la confesión de la directora, la rubia tuvo que despertarla, tenía sed de sus labios, de sus besos, querían calmar su emoción, amándola, sintiéndola tan suya, porque así la siente, no importa que esté casada, no importa que sea su cuñada, quién le hace el amor, quién la lleva a la locura es ella.

— Donna, ya es Navidad, me habías dicho que me ibas a dar una respuesta en Navidad — se acerca a Jackie al bar donde la pelirroja se está sirviendo un trago.

Donna está un poco tomada, pero lo suficientemente sobria para comprender y aterrizar a la realidad de lo que le había prometido a la joven. Al parecer a sus dos chicas les había dicho que tomaría una decisión en Navidad. Ahora cree tenerla muy clara.

— Jackie, no es el momento — dice en tono apagado.

— Si lo es, dime algo antes de irme, me muero por besarte sabiendo que me elegiste a mí — suplica con brillo en los ojos.

— Cállate, Piper debe estar por aquí — la pelirroja voltea a ver a todos lados en busca de su novia.

Su hermana mayor se acerca a servirse un trago y se pone muy nerviosa con su presencia.

— Valerie, ¿has visto a Pipes?

— Creo que está fumando afuera — expresa sin prestarle atención a Donna.

— Está nevando idiota. No hay nadie afuera — la regaña la pelirroja.

— Ah, entonces es otra de las rubias, andamos muchas rubias por aquí ¿verdad? — se ríe escandalosamente y deja a Donna con Jackie que está de brazos cruzados.

— Jackie, estos días que he estado con mis amigas, alejada de ti y de Piper, he pensado mucho y... no puedo negar que siento cosas muy lindas por ustedes... son mujeres maravillosas — confiesa en voz apagada, con la mirada baja.

— Donna, al grano, te he dicho que no me gusta hablar de Piper — dice en tono serio.

— Pues lo siento, Jackie, tengo que hacerlo siempre, ella es mi mujer — rebate la pelirroja.

— ¿Y por qué te has besado conmigo? Me invitas a salir, me dices que te espere, que tomarías una decisión — reclama la joven.

— Ese es el punto, tú no mereces esto ni ella tampoco. Entonces he decidido dejarlas libres a las dos — confiesa firme — busca a alguien que te ame como te lo mereces, Jackie, eres preciosa, una reina preciosa — susurra mirándola a los ojos y da la vuelta a seguir bailando, tomando y gritando con sus amigas.




Por la mañana los niños están gritando emocionados mientras abren sus regalos, las mayores los acompañan tomando chocolate caliente hecho por Diane. Le encanta tener tanta gente en su casa y que se respire alegría, pero extraña la presencia de una de sus hijas.

— Este es el regalo de mi mamá, ¿dónde está? Quiero darle un abrazo — pregunta eufórico Alexander.

— Dormida, cariño déjala, luego la abrazas, tomó demasiado — dice el demonio y hace que el chico se vuelva a sentar junto a sus amigos.

LA MUJER DE MI HERMANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora