Capítulo 23: Disfruto

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"Usted no sabe como yo valoro su gran coraje de quererme"

Mario Benedetti





Alex se sube al auto intrigada mirando a la que era la mejor amiga de su gemela en la adolescencia.

— No sabía que también adorabas a la garrapata madre — expresa Piper en un reclamo.

— Nos vio, Piper — contesta nerviosa.

— ¡Oh, mierda! Es muy chismosa, Alex, lo siento si quieres...

— No dirá nada, tranquila — la interrumpe la pelinegra.

— Wow, al parecer estoy ante la domadora de garrapatas — dice con ironía la rubia mientras conduce a la casa.

— No seas idiota, solo nos debemos algunos favores, pero debemos ser más cuidadosas, yo... no estoy preparada para enfrentar... decir... a alguien — suspira sin saber que decir.

Piper la mira y pone su mano en la pierna de Alex — entiendo, lo dejaste muy claro, tranquila, no volveré a acercarme a ti en ningún lugar que no sea el sótano o tu oficina.

Las dos guardan silencio, la rubia solo conduce pensando lo complicado que tendrán las cosas. No está acostumbrada a tener que esconderse, a limitar su amor porque así lo siente, limitado, pero prometió a Alex tener paciencia, cuidarla, amarla. La pelinegra por su parte va muy nerviosa, tuvieron la suerte de que las haya visto Jackie, no se imagina lo que hubiese pasado de ser alguien más. Mira a la rubia con su rostro triste y le duele el corazón tener que pedirle que se escondan.

— Piper... lo siento. Sé que es difícil, quiero que sepas que lo que yo siento no es algo... que esté limitado a mi oficina o a ese sótano — susurra acariciando la mano de la rubia — yo te pienso todo el tiempo, aunque estés o no conmigo. Me encanta estar contigo, perder el tiempo con tus tonterías, no me gusta que lo veas como algo limitado, quiero que esto funcione — confiesa con sinceridad.

— Yo también, Alex, aún es muy extraño escucharte decirme cosas dulces — se ríe emocionada la rubia mirándola con ilusión — es lindo saber que quieres... que funcione, es muy importante para mí.

— También lo es para mí. Créeme que muchas cosas aún me son extrañas, pero me encantan ¿sabes?

— Sí, ya sé que te encanto, soy muy sensual, no es para menos — presume la rubia sonriéndole sensualmente.

Alex revira los ojos y sonríe levemente — sí, pero lo que tienes de sensual lo tienes de idiota, me duelen los brazos — se queja estirando su cuerpo.

— Tranquila mi preciosa directora, más tarde me encargo de relajar todo tu cuerpo —le cierra un ojo la rubia.



Llegan a la casa, como siempre Alex entra primero, esta vez su madre no le permite que se vaya, la obliga a quedarse a cenar. Se sienta junto a su hijo, le cuenta que necesita de su ayuda en unas tareas de la escuela, ella se muestra contenta de que lo pida. Si embargo, aparta la atención de Alexander al ver entrar a Piper acompañada de Donna y Nicky, las estudia con la mirada hasta que Diane las obliga también a sentarse a cenar. La pelinegra se siente extraña, pues la rubia ocupó en la mesa el lugar de siempre junto a su hermana.

— Así que hoy fue tu primer día en defensa personal, hermanita — comenta Donna.

— Eh... sí — dice Alex un poco incómoda.

— ¿Qué tal estuvo, Pipes? No sé no veo a Alex golpeando a alguien — dice sorprendida Donna.

— Bueno, fue el primer día, solo fue una noción muy superficial — explica rubia muy cuidadosa.

LA MUJER DE MI HERMANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora