Capítulo 30: Que lo nuestro se quede nuestro

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"¿Cómo querías que viviera sin ti? La felicidad crea hábito y luego ya no se puede vivir sin ella."

Gustave Flaubert


Alexander entra lentamente a la habitación de su madre, ella está en su escritorio y se voltea de inmediato al verlo. Se levanta, le sonríe, él lo hace también y se sienta en la cama. La pelinegra se acerca y masajea sus cabellos rubios.

- Ya aclaré mis diferencias con Piper, mamá - expresa con valentía.

- Oh, diferencias con Piper - sonríe levemente repitiendo las palabras de su hijo - entonces...

- Mamá toma la mano de Alex - discúlpame por haberme enojado contigo, me alegra mucho que te den amor - la pelinegra traga saliva sorprendida.

Ella pensaba fielmente que el enojo de su vida era otro episodio de enojo por la vida en New York. Sin embargo, ahora siente como una electricidad que la recorre por completo, incluso le cuesta respirar de lo nerviosa que se siente al saber que su hijo sabe que tiene una relación fuera de su matrimonio y actúa con tanta tranquilidad.

- Hijo, yo... no sé qué decir...

- No tienes que decir nada mamá, está bien - expresa muy compresivo - Piper ya me aclaró que no están engañando a la tía Donna y que ustedes se aman.

- ¿Por qué hablaste eso con Piper? ¿Por qué no me lo dijiste a mí? - pregunta intrigada.

- Por como te pones mírate, mamá - señala frustrado - a mi me hace feliz que tu lo seas, yo sé que papá ni siquiera te hace reír - confiesa con firmeza.

- Mi amor, discúlpame, pero estos son temas de adultos - susurra apenada la pelinegra.

- Comprendo que sean temas de adultos, pero tú eres mi mamá, el adulto que más me importa, solo quiero estar de tu lado - explica con suavidad.

Alex suspira conmovida y se acerca a abrazarlo con fuerzas. Alexander corresponde tratando de darle seguridad, no entiende porque su mamá se muestre tan a la defensiva con este tema, pero quiere apoyarla en cualquier decisión que tome.

- Gracias por ser tan lindo, cariño no sé que hice para merecer un hijo tan precioso - confiesa besándolo tiernamente.

- Tú mereces muchas cosas buenas mamá, Piper y yo te vamos a ayudar a ser muy feliz - promete el niño

- ¿Piper y tú? - pregunta sonrojada.

- Así es - Alexander sonríe al ver el nerviosismo de su madre.

- ¿Puedo saber que más hablaron, Piper y tú? - consulta intrigada.

- Es secreto de rubios, lo sabrás en su momento - dice con elegancia Alexander.

- No se vale ¿eh? - Alex empieza a hacerle cosquillas a su hijo para averiguar algo.

- Mamá, sin hacerme cosquillas, muy pronto seré una adolescente, ya casi estoy de tu tamaño - señala con seriedad.

- ¿Y eso que? - dice la pelinegra empezándose a alterar - eres mi bebé y lo serás, aunque seas más alto que yo - aclara con el ceño fruncido.

- ¡Dios! Piper y yo tenemos mucho trabajo todavía - revira los ojos con ironía igual que lo hace su madre - ¿sabes qué? Mejor nos vemos en la cena, te amo mamá - le da un beso y va en busca de la salida.

- Alexander - le habla Alex y él se voltea - esto... solo será entre Piper, tú y yo, por favor - pide temerosa.

- Como quieras, mamá, será secreto de familia - sonríe divertido y se va.


LA MUJER DE MI HERMANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora