Capítulo 34: Si tú no estás

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"Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, un principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace."

Jean Paul Sartre



— Quiero quedarme toda la noche abrazada a ti, te extrañé, mi amor — susurra Alex abrazando a la rubia en lo alto de Point Place mirando las estrellas.

— También te he extrañado mucho, Alex, tenemos mucho por hacer — contesta la rubia dándole un tierno beso en la barbilla.

— Lo sé, Pipes, por el momento quiero que estemos bien, no me gusta pelear contigo, no me gusta extrañarte. Me siento vacía si tú no estás — confiesa con dulzura.

— No lo harás, yo necesitaba saber que había tras tu relación para ayudarte, mi amor seguiremos a tu ritmo, confío en que tu sabrás cómo deshacerte del enano, pero yo puedo ayudarte a hacerlo por la vía legal — propone la rubia — solo tienes que hablar con tu familia, explicar tus razones, luego denunciamos a ese hijo de puta y quiero que me lo digas todo, Alex — advierte furiosa — si te vuelve a poner una mano encima le corto sus asquerosas...

— Pipes, vamos a paso a paso ¿sí? — la detiene la directora — nunca le había dicho esto a nadie es muy difícil para mí — suspira afectada — Ben no me toca, nunca está en casa y tú y yo estamos juntas, solo necesito que vuelva a cometer un error y amenazarlo, confía en mí, yo sé que va a caer — Alex la besa de nuevo y frota los hombros de Piper — estás helada, mi amor, vamos a casa.

— ¿Me vas a dar calorcito, mi amor? — pide la rubia con ternura.

— ¿Me dejarás dormir contigo? — pregunta insegura la directora.

— Las noches y mi cama son tan aburridas sin ti, vamos — contesta Piper.

Alex se fue directo al sótano con la rubia, no había llegado nadie a la casa y su esposo estaría fuera el fin de semana así que estaban solas. Volvieron a hacer amor y durmieron muy tranquilas porque están juntas de nuevo. Al día siguiente la rubia aún media dormida se pega más a la directora y se da cuenta que ya se está levantando.

— No, no te vayas, amor. Es temprano — susurra somnolienta.

— Es domingo y los domingos me gusta ejercitarme, Pipes.

— Ejercítate en mí, ven — insiste apretándola a su cuerpo.

— Eres tan vulgar — se ríe la directora.

— No le veo lo vulgar a desear desayunar entre las piernas de mi mujer — suspira la rubia en su oído mientras lleva lentamente una de sus manos al centro de Alex.

— Pero en ese caso yo no me ejercitaría — contesta la directora mordiéndose el labio inferior al sentir el cálido aliento de Piper en su cuello y sus dedos moviéndose con suavidad en su sexo.

— Puedes hacer sentadillas en mi cara o en mis dedos, quizás hacer abdominales mientras saboreo tu delicioso coño — la rubia le habla con sensualidad en el oído presionando su cuerpo contra el de Alex, con su mano juega entre los pliegues de la pelinegra.

— ¿Por qué tienes que arruinarlo con vulgaridades? — se queja Alex.

— Porque quiero ser vulgar contigo, muy vulgar quiero cogerte muchísimo, hacerte todas las vulgaridades que me den la gana, siento que mereces que te haga el amor intensamente, que te devore sin piedad, darte muchísimos orgasmos por tantos años despreciados, mi amor — explica la rubia llena de amor y deseos.

LA MUJER DE MI HERMANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora