Capítulo 24

278 10 0
                                    

Alexa

Me encontraba caminando por el duro asfalto de la ciudad, ya eran principios de noviembre por lo que todos los transeúntes iban abrigados, incluyéndome.

Decidí dar un paseo ya que las constantes preguntas de mi padre, los abrazos de mi madre y las miradas de pesadumbre de Luka abrumaban. Me trataban como a una niña indefensa mientras yo no dejaba de reiterar que me encontraba perfectamente.

Desperté entre los brazos de mi madre, según mi padre estuvo tan preocupada que decidió dormir conmigo. Me obligaron a comerme lo que venía siendo un desayuno para ocho y fue un milagro que me dejaran sola para ir a ducharme.

Si no salía de esa casa acabaría matando a alguien, me pasé una hora intentando convencerlos de que quería ir sola y no necesitaba una guardia de veinte hombres para dar un breve paseo.

Como un milagro del destino, apareció Nate. Había venido para hablar con mi padre de los detalles de anoche por si conseguían obtener información relevante de quiénes fueron mis atacantes.

En otra situación hubiera entrado al despacho con mi padre, Luka y Nate pero aquel día realmente necesitaba estar sola por unos minutos. Aproveché la oportunidad de que mi madre estaba hablando con una mujer del servicio para escabullirme y salir antes de que advirtieran mi ausencia.

El recuerdo de Nate entre mis piernas vino de forma repentina a mi mente, durante el día me había pasado en repetidas ocasiones y odiaba no tener el control sobre mis pensamientos. Por otra parte era normal, es decir, a mi nunca me habían...

Sacudí la cabeza, basta de pensar en él. No podía olvidar los motivos ocultos de Nate, él hizo aquello porque quería distraerme, no era tan tonta. Mi principal tarea era descubrir qué motivo sería ese, aunque tenía problemas más importantes en esos momentos.

Me estaban siguiendo, había decidido cruzar por el parque y me había metido en varias calles, el mismo sujeto vestido de negro iba siempre unos metros tras de mí. Me metí en callejón donde no pasaba nadie cerca, por lo que había notado solo era uno.

Saqué el pequeño cuchillo que tenía atado al tobillo y que ocultaban mis botas negras de tacón. Esperé pegada al muro, el sujeto que se puso en alerta cuando me perdió de vista, aceleró el paso mirando en todas direcciones.

Cuando iba a entrar en el callejón en el que me ocultaba lo agarré del cuello de su camisa y lo estampé contra el muro. Situé mi antebrazo sobre su cuello, inmovilizándolo y apretando lo justo para que pudiese respirar, con la otra mano puse mi cuchillo sobre su cuello.

Lo reconocí al detallarlo, era el chico al que interrogamos el día del atentado a la gala. El mismo chico rubio que temblaba y me miraba temeroso con sus ojos verdes claros, hoy y aquel día.

-¿Por qué me sigues? - Pregunté sin aflojar mi agarre.

-Soy...- Intentó decir con voz ahogada por la falta de aire.

-No te he preguntado quién eres si no por qué me sigues

-¿Puedes apartar primero el cuchillo? - Estaba perdiendo la poca paciencia que me quedaba, acerqué el cuchillo a su garganta haciendo que le rozase la piel como respuesta.

-Habla- Demandé.

-Trabajo para tu padre- Dijo en un hilo de voz, intentando que la hoja del cuchillo no le tocara por la vibración de su voz.

Lo solté dando dos pasos atrás, guardé el cuchillo de nuevo. Él por su parte cogió aire exageradamente y se tocó el cuello como si estuviera buscando algún corte.

-Si te hubiera rajado el cuello no seguirías en pie- Dije metiéndome las manos en los bolsillos traseros de mis vaqueros.

-Tu padre no exageró al decir que eras una persona difícil.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora