Capítulo 12

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Irina

No sé cuanto tiempo había pasado desde que entré en este cuarto, desde aquí no podía oír nada de lo que ocurría fuera de estas cuatro paredes. Me estaba impacientando, me había planteado salir unas cinco veces pero sería una tontería ya que no podía hacer nada sola.

Simplemente odiaba estar aquí sola en la oscuridad, me asustaba cada pequeño ruido que se escuchara y creía que me volvería loca estando allí un solo segundo más, necesitaba saber qué había ocurrido con mi familia y amigos.

Entonces, la puerta empezó a abrirse lentamente y pude ver la silueta de alguien, el miedo se apoderó de mi y no fui capaz de mover un solo dedo.

-¿Irina, estás aquí?

-¿Kaden?- Una tranquilidad indescriptible se hizo presente en mi organismo.

-Joder, pensé que...- pero no le dejé terminar y empecé a darle empujones.

-¿Sabes lo que se siente estar encerrada sin saber nada sobre tu familia? ¿O sin saber si sigues vivo después de empezar a pelear con esos hombres? ¿O....?- Kaden me agarró de los brazos para hacer que me detuviera.

-Ey, estoy bien y tu familia también- Intentó tranquilizarme mirándome a los ojos.

-Eso no lo sabes- dije.

-Si, lo sé. Los he visto- declaró.

-¿De verdad?- pregunté.

-Los estaban apartando de los demás, los llevaban a otra sala.

-¿Y si son los mismos hombres?- Mierda. No quería decir eso en voz alta.

-¿Los mismos? ¿De qué hombres hablas?

-De ningunos, déjame en paz- Me zafé de su agarre y me alejé hasta que mi espalda chocó con la pared que tenía detrás.

-Irina...

-Déjate de Irinas. Esto no cambia nada, te sigo odiando- Eso no era del todo cierto.

Odiar era una palabra muy fuerte, pero tampoco era una niñita que iba a volver corriendo a sus brazos por un simple lo siento. Me hizo daño y eso no se lo perdonaría tan fácilmente además de que en este momento no quería hablar sobre mis miedos.

-Perdóname, yo solo quería que te alejases de mi.

-¿Y por qué querrías eso?- me crucé de brazos -Espera, ¿eso es sangre?- pregunté alarmada, la oscuridad no me había dejado ver hasta ahora que la camisa blanca de Kaden se encontraba teñida de rojo.

Me acerqué para ver si había heridas, pasé las manos por su pecho pero no notaba ninguna herida al tacto.

-No te preocupes, no es mía- Retrocedí dos pasos y asentí con la cabeza.

No sé que me pasaba, simplemente con Kaden no tenía ese miedo por que me hicieran daño o esa inquietud al estar muy cerca de alguien y eso que él me tocó sin mi consentimiento hace menos de una semana pero no lo podía evitar.

-¿Ves lo que quiero decir? He luchado contra cinco hombres armados y no tengo ni un solo rasguño. Estar cerca de mi solo te traería dolor, a la larga- La verdad es que eso no lo había pensado. ¿Cómo sabía luchar?

-Estar cerca de ti o no es mi decisión y de nadie más. Y te digo yo que forzarme en un cuarto de baño no es la mejor solución.

-No sabes cuánto me arrepiento de eso.

-No, no lo sé- espeté, ya dije que no le resultaría fácil obtener mi perdón y aunque le perdonara, cosa que veo difícil, jamás lo olvidaría.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora