Capítulo 47

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Alexa

Aparqué tras unos matorrales, escondiendo el coche de la vista del enemigo. Me avergonzaba la forma en la que me temblaban las manos mientras guardaba mi arma tras mi espalda. Me avergonzaba saber que no me asustaba morir, sino fallar.

Nadie, aparte de Nate, sabía que esta noche iba de una vez por todas a por Strauss. Si lo conseguía, el Círculo Rojo no podría hacer nada mas que aceptarme. Por el contrario, si fallaba no sólo decepcionaba a la organización de la que vivía sino a mi familia, a las personas que creían en mí.

Sabía que no había llego hasta allí sola. Sabía que sin la ayuda de otros no estaría ahora frente a la fábrica donde Strauss trabajaba en secreto. Nate había estado conmigo desde el inicio y pese a mis cuestionables formas de tratarle jamás se había quejado. No era una desalmada ni una desagradecida pero después de lo ocurrido la última vez que nos encontramos con Strauss, no podía pedirle a Nate que arriesgara de nuevo su vida por mi sueño, por mi futuro. No era justo.

Por lo que aquella mañana decidí echarlo de mi casa. Le solté cosas que no se merecía y le hice creer que quería llevarme sola el mérito de atrapar a Strauss.

Tragándome los inútiles nervios, me cubrí el rostro y di un paso adelante. Me obligué a dar uno tras otro hasta pisotear del todo las emociones y tener la mente en blanco. Iba a hacerlo sola y jamás me arrepentiría de mi decisión.

Me metí en la alcantarilla que tenía señalada en el mapa y la cerré. Me apresuré a encender la linterna y comenzar el camino trazado. Hice caso omiso del putrefacto olor que impregnaba el mohoso y estrecho túnel, además del inquietante sonido de las ratas. Seguí avanzando a paso seguro hasta estar bajo la escotilla indicada, la que se encontraba justo debajo del sótano de aquella fábrica, teóricamente, abandonada.

Subí las escaleras bajo el más mínimo ruido y penetré en el lugar sin ser vista. Como había esperado, esa zona estaba desierta. Conforme fui avanzando más guardias iban apareciendo pero no eran ningún número alarmante. Mis predicciones fueron ciertas: Strauss había reducido sus hombres en territorio del Círculo Rojo para no generar sospechas y pasar desapercibido. Lo que a mí me favorecía enormemente, pues no era lo mismo enfrentarse a cincuenta hombres que a quince.

Dejé caer un trozo de metal cuando pasó un guarda, que estuviera solo lo hizo el elegido. Entró en el oscuro cuartillo en donde me ocultaba. Cuando su brazo estuvo a la distancia necesaria, le di una patada haciendo caer su pistola y aprovechando su sorpresa le di un puñetazo en el ojo. Para el momento en que quiso incorporarse yo ya había sacado mi cuchillo y la hoja estaba rozando la piel de su garganta.

-¿Está Strauss aquí?- Le pregunté en su idioma.

Como imaginaba, no se inmutó. Saqué de mi bolsillo una jeringuilla cuyo contenido era un líquido rojo, un líquido que mi enemigo reconoció al instante.

-Parece que ya lo sabes pero confirmaré tus miedos- Dije esta vez en inglés -Es una replica del veneno que le inyectasteis a mi amigo. Y también estoy segura de que sabrás lo que hace, ¿no es así?- Sus ojos brillaban de miedo, su cuerpo no perdió tensión desde que vio la jeringuilla -Tienes dos segundos para responder a mi pregunta o experimentarás en carne propia lo que es morir de dolor.

-Sí, si está aquí.

-¿Dónde exactamente?

-Arriba. Con científicos- Su inglés no era muy bueno.

-¿Qué hacen?

-Crear más venenos- Confesó, echando una miradita a la jeringuilla que aún sostenía.

-¿Por qué hacerlo aquí y no en Alemania?

-Muchos motivos. Comprador vivir aquí, más fácil vender dentro que traer fuera y en Europa muchos enemigos.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora