Prólogo

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Sus palabras resonaban en mi cabeza como un gran eco ensordecedor mientras luchaba por llegar a tiempo. Los pies me ardían sobre los tacones, las respiración se me tornaba dificultosa, el frío calaba en mis huesos haciéndome estremecer y las lágrimas descendían por mis mejillas acrecentando el dolor en mi pecho, eran lágrimas de desespero.

Los mataran

Dos palabras. Aquellas dos simples palabras bastaron para que los vestigios de mi maltratado corazón ardieran de pavor.

Divisé aquella hermosa y a la vez lúgubre mansión, pues dentro albergaba uno de mis mayores temores. No me detuve ni cuando un coche casi me arrolla, ni cuando choqué contra personas huyendo aterradas ni cuando caí de rodillas sobre el asfalto.

No paré.

No paré hasta llegar a la enorme sala donde hace apenas una hora estaba abarrotada por camareros, ropa de gala y alegría, ahora solo había silencio. Todos miraban al mismo lugar, allí de rodillas se encontraba la que podía considerarse una de las personas más fuertes pero en ese instante se la veía desesperada mientras se aferraba a lo único que le quedaba.

Me tapé la boca con la mano intentando calmar mis propios sollozos, el lugar podría aterrar a cualquiera que viera la escena. Todos vestían de blanco, incluyéndome a mí, solo las dos personas que se encontraban en el suelo sintiendo el mundo derrumbarse vestían completamente de dorado.

Nadie hablaba, nadie decía nada, nadie parecía creerse la imagen que tenían antes sus ojos, ni siquiera yo. Mi mirada se encontró con la suya, sus ojos verdes me miraban tan fijamente que parecían atravesarme.

¿Cómo había podido permitir esto?

Siquiera supe si me hacía la pregunta a mi misma o a él. Su primo tampoco parecía mostrar arrepentimiento o cualquier otro sentimiento, se limitaba a mirar con sus fríos ojos esmeralda la escena.

El grito desgarrador que soltó Alexa mientras se aferraba al cuerpo inerte de la persona a la que más quería desató  el desconsolado llanto de Kayla que se aferraba a los brazos de Tayler y las lágrimas de mucho de los presentes.

Nunca había visto a Alexa Blake tan abatida, la fuerza y la armadura que la caracterizaban se habían quebrado en pequeños pedazos.

Y fui ahí cuando lo supe. Supe que nos habían destruido, que después de este instante no volveríamos a ser las mismas pues nos habían colmado de dolor porque por muy fuerte que nos sintiéramos, jamás superaríamos esta perdida, esta traición.

Pude ver la preguntante en sus penetrantes ojos:

¿Qué harás ahora, Irina?

No tenía respuesta alguna para aquella pregunta.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora